Con la llegada de más y más empresas a nuestro país, las compañías tanto nacionales como extranjeras podrían enfrentar escasez de talento y mano de obra, si no se aumenta el número de mexicanos que se incorporen a la población económicamente activa en ciertas regiones del país. Literalmente tendrán que competir por contratar empleados y lidiar con la constante rotación de trabajadores que “brincan” de una empresa a otra. De acuerdo con Catch Consulting, en 2021 se consideraba que ya habíamos alcanzado el 90% de empresas de manufactura que no puede cubrir totalmente sus puestos de trabajo.
Las ciudades en las cuales se instalan las empresas están aumentando su costo de vida. En Tijuana, el costo de la vivienda se elevó 12%; en Ciudad Juárez, 8.3%; en Monterrey, 9%; y en Saltillo, 8%, según cifras de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF). En conjunto, las rentas industriales y de vivienda también han aumentado en estas ciudades con alta vocación industrial.
Sin duda, el nearshoring podría contribuir a aumentar la desigualdad socioeconómica en México. Si bien algunos estados como Nuevo León, San Luis Potosí, Coahuila y Baja California han experimentado un crecimiento económico significativo debido a la inversión extranjera que están recibiendo y son punteros en la recepción de nuevos proyectos, otras regiones se han quedado rezagadas. Es clara la concentración de la inversión, especialmente cerca de la frontera con Estados Unidos. Estamos hablando de disparidades regionales, en donde se dejaría de lado a comunidades enteras, sin acceso a los beneficios de esta tendencia.
La dependencia excesiva del nearshoring puede obstaculizar el desarrollo de otros sectores económicos y limitar la diversificación de la economía mexicana. Por consecuencia, también significa para el país una mayor dependencia económica. Si bien la inversión extranjera debe ser bienvenida, no se puede pasar por alto que podría dejar al país vulnerable a los cambios en la economía global y a las decisiones corporativas de empresas multinacionales. Las fluctuaciones económicas o una nueva reubicación de las cadenas de suministro lograrían un impacto devastador en las economías locales, afectando la estabilidad económica del país en general.
Finalmente, debe tomarse en cuenta el desafío del agotamiento de los recursos naturales y el impacto ambiental negativo que el aumento de la producción y la actividad industrial asociada al nearshoring pueden tener. El suministro y la administración de agua, al igual que de electricidad, ya son un tema sensible. De igual manera, la contaminación del aire en zonas metropolitanas ha llegado a niveles de contingencia ambiental. Es preciso no comprometer la sostenibilidad en el largo plazo por aprovechar el “momento mexicano”.