Para arrancar esta historia, contexto:
Sin agua es impensable cualquier actividad humana y en particular la dinámica económica (actividades agrícolas, pecuarias, mineras, pesqueras, industriales, de servicios) requiere de diferentes dosis de agua, con diferentes regularidades y con distintas calidades. Entonces, importa no solo la cantidad de agua de la cual disponemos sino también la calidad.
Al mismo tiempo, en la literatura especializada se dice que, desde que se terminó de conformar la tierra como planeta, hay la misma cantidad de agua. No tenemos más, tampoco menos y lo que se ha modificado significativamente es el crecimiento de la población humana y sus actividades.
Por otro lado, la temporada de lluvias en México se concentra entre mayo y septiembre. A raíz del cambio climático, que ha modificado los patrones de temperatura y de precipitaciones pluviales, es posible que la temporada para este año se recorra unos meses y, por la tanto, se intensifiquen las sequías. 2020, 2021 y 2022 registraron sequías muy pronunciadas y se espera que 2023 tenga las mismas características o peores. Por lo tanto, la crisis hídrica ocurrirá en ciudades medias y grandes, y sobre todo en las regiones Centro, Occidente, Norte y Noroeste de México. Es decir, en dos terceras partes del país.
Visto así, la crisis hídrica ha estado entre nosotros desde tiempo atrás y continuará, por lo que muchas actividades tendrán problemas para su operación. Ciudades y su actividad económica verán cómo su crecimiento económico y el bienestar de sus ciudadanos se estresarán, ante la crisis que registrarán por el deficiente suministro de agua. Zonas metropolitanas densamente pobladas y activamente industrializadas reclamarán más agua y eso podría derivar, entre otras cosas, en conflictos sociales.
Bajo la mirada de Eduardo Vega, tres son los factores que descompondrán esta historia:
Uno, enfrentamos situaciones estructurales que no ocurren solo en una coyuntura sino que se presentan con una regularidad pertinaz. En este momento ya hay una situación de inseguridad hídrica, lo que quiere decir que no vamos a tener certeza de contar con el agua necesaria para las demandas de la población y las necesidades productivas de diferentes tamaños y giros. Dos, ante la falta de presupuesto, se intensificará la ineficacia de la gestión hidráulica para, al menos, mantener, reparar, mejorar el funcionamiento de la infraestructura hidráulica disponible. Tres, veremos la caída de las actividades económicas.
Hoy, independientemente de filias y fobias políticas, muchas son las variables que se necesitan para crecer: talento humano bien capacitado, inversiones, políticas públicas. Pero, si no metemos el agua en la misma ecuación, seguiremos teniendo episodios intensos y repetidos de escasez de agua con todas sus consecuencias. Por lo tanto, debemos ubicar el agua como un elemento fundamental para el crecimiento económico pues, en caso contrario, no solo habrá escasez de agua por cantidad sino por calidad, la producción de alimentos se complicará (lo que pondrá en problemas a la potente actividad exportadora de la agroindustria), la operación del sector industrial se complicará, entre otros impactos.