Quizá las anteriores no son ideas muy emotivas —ya llegaremos a ellas—, pero la mecánica bioquímica de los procesos vitales es crucial para nuestra misión de comprender este concepto tan magnánimo.
En resumen, la vida necesita tres atributos biofísicos para ser: compartimentalización, metabolismo y replicación. Es decir, requiere de 1) fronteras que delimiten su composición, 2) sistemas de procesamiento de energía y 3) la posibilidad de hacer copias de sí misma transmitiendo información y admitiendo variantes para su optimización. Estas últimas, conocidas como mutaciones, son clave para permitir la evolución a través de la selección natural.
El sentido común nos dice que primero se debieron dar las barreras que encierran elementos “individuales”. Pero la ciencia aún no consigue un consenso absoluto sobre qué fue primero: la facultad de metabolizar o de autorreplicarse. Es un problema un tanto parecido al del huevo y la gallina.
La ciencia moderna ya nos ha respondido muy específicamente sobre cómo funcionan y cómo se pueden dar estas cualidades propias de los entes vivos:1) La compartimentalización se construye con bicapas de ácidos grasos ya que sus propiedades químicas presentan colas que repelen el agua (hidrofóbicas) y cabezas que la atraen (hidrofílicas). Esto forma paredes muy estables como las membranas celulares.
2) El metabolismo se da con el intercambio de protones y electrones. Las membranas celulares absorben la energía libre de compuestos como azúcares o fotones de los rayos del sol para expulsar electrones que realizan trabajo útil.
3) La replicación se da con cadenas de ácidos desoxirribonucleicos y ribonucleicos (DNA y RNA). Son instructivos creados con 5 “letras” o nucleótidos (A, C, T, G, U) que comparten los datos necesarios para formar nuevas copias del organismo.
Estos excepcionales fenómenos han encauzado la serendípica hazaña de crear millones de especies de seres vivientes. Como el Homo sapiens, que ha conseguido prevalecer en un entorno hostil, ser creativo y consciente de sí mismo.
Desde una perspectiva amplia, pareciera que la vida no solo busca resistir y prevalecer sino adueñarse del mando del destino y modelado físico del futuro. Uso la palabra “busca” de manera metafórica ya que asumir que se trata de un esfuerzo “consciente” (como experimentamos y entendemos la consciencia humana) es una aseveración muy poco acertada y cuya esencia real supera nuestras capacidades cognitivas actuales. Sin embargo, podemos observar que las condiciones originales que dieron pie a las manifestaciones vitales tienden a dichos comportamientos.
Entonces, ¿qué es la vida?
Como expuse anteriormente, tenemos definiciones técnicas precisas que describen sus procesos biomecánicos, pero su esencia profunda sigue siendo una interrogante.
Aún así, podemos intuir que somos parte de algo grande, mucho más inmenso que nosotros mismos. El sentimiento oceánico que imaginó Freud, refiriéndose a aquello que experimentamos cuando caemos en cuenta de la magnitud de lo que somos parte, es especialmente ilustrativo para percibir la importancia la vida. Pertenecer a un esfuerzo tan extraordinario conlleva privilegios y responsabilidades.