A continuación, abordaré algunos puntos que frenan la productividad dentro del medio profesional y, no obstante, se presentan con suma frecuencia. Dichas malas prácticas, desde luego, son lesivas para las organizaciones, por lo que hace falta poner atención en ellas para corregir el rumbo.
Estructura organizacional. Como primer aspecto es necesario definir el rol específico que ocupará cada integrante del personal, dividiendo de forma esquemática las áreas de trabajo con base en funciones claras y objetivos concretos.
Aunque parezca increíble, hay compañías en las que, o bien el organigrama no se encuentra correctamente establecido, o bien las asignaciones de los distintos departamentos no son precisas.
En ambos casos se genera caos, puesto que la certeza en la cadena de mando aporta orden y sentido de responsabilidad, mientras que la transparencia en el rol de cada área permite crear una sinergia productiva donde las partes hacen aquello que les toca sin distracciones ni ambigüedades.
Conformar una organización interna sólida y equilibrada será fundamental para impulsar el talento profesional de los colaboradores y maximizar el potencial de los equipos de trabajo.
Liderazgo eficiente. Dirigir grupos de personas requiere de cualidades como la empatía, la comunicación asertiva y la resolución de conflictos. Estas son virtudes que se desarrollan con el tiempo.
Ahora bien, ante la elevada exigencia del mundo profesional es común cometer desaciertos al liderar. Uno de ellos es obsesionarse con los resultados inmediatos, dejando a un lado la visión a mediano y largo plazo.
Por ejemplo, jornadas laborales muy extensas pueden traducirse en buenos números al corte del bimestre, pero también provocar un desgaste significativo entre los colaboradores que se refleje eventualmente en burnout y una caída en su performance.
También está el afán de algunos líderes por poner en marcha nuevos proyectos o iniciativas, aun sin la planeación adecuada, con el mero propósito de hacer más cosas.
Incrementar la carga laboral no siempre es sinónimo de mayor productividad; la eficiencia implica lograr más con menos, optimizando los procesos y el trabajo. Liderar con maestría es identificar las fortalezas y áreas de oportunidad para perfeccionar las primeras y revertir las segundas -no hay que inventar el agua tibia ni el hilo negro-.
Motivación inteligente. Un jefe que no trata a los colaboradores con respeto y se conduce de manera tiránica jamás podrá sacar lo mejor de cada miembro del equipo. Instaurar una cultura del miedo solo conseguirá aniquilar la creatividad y fomentar la mediocridad, ante la falta de motivaciones para entregar el mayor esfuerzo en cada tarea.
Es una cuestión de sentido común: alguien que se siente incómodo en el entorno laboral estará impedido para desarrollar sus habilidades, dado que el factor anímico se vincula estrechamente con el rendimiento profesional.