Sucede que nos estamos convirtiendo en personas menos dispuestas a esperar para conseguir aquello que buscamos. En una ironía propia del contexto actual, el empleo habituado de aparatos electrónicos y plataformas digitales ha programado en nuestros cerebros la idea de que todo debiera darse de modo instantáneo.
Sin embargo, la ilusión de resultados fáciles y sin dilaciones entra en conflicto con la realidad contundentemente. Lo cierto es que aquello que vale la pena requiere de tiempo y esfuerzo para materializarse. En pocas palabras, la expectativa de velocidad de respuesta, tan característica de la tecnología digital, nos está convirtiendo en sujetos poco tolerantes a la frustración.
Así se explica, parcialmente, el incremento sostenido de diagnósticos de ansiedad, estrés y depresión, en los últimos años. Si se vive con la esperanza de que el éxito y los logros vendrán por sí solos, sin mayores sacrificios, la decepción será brutal.
Más aún, cualquier empresa o proyecto humano exige de empeño y dedicación para establecer cimientos sólidos que les permitan perdurar en el tiempo. Las obras que trascienden generaciones no son producto de la improvisación y la ocurrencia, sino de planes de trabajo serios, que involucran a varias personas, y se edifican de la mano de la más profunda convicción.
Pensemos en la invención del primer foco encendido con energía eléctrica, o el proyecto espacial que llevó a los humanos a la Luna. Sin duda, hubo miles de fracasos dentro de aquellos procesos de prueba y error para conseguir finalmente la hazaña que entonces parecía imposible.
Cuando asumimos plena conciencia del valor de las metas que perseguimos y -quizá más importante- aceptamos que el recorrido no será sencillo, entonces adquirimos una lucidez que nos motiva paso a paso, poniendo a prueba nuestra fuerza de voluntad.
La mentalidad de las personas que nunca se dan por vencidas cuenta con una virtud fundamental: ellas y ellos saben que los inevitables tropiezos y errores cometidos son fuente de enorme aprendizaje que más tarde puede ser aplicado para sortear nuevas adversidades.
Construir logros de trascendencia por su impacto en el entorno brinda además un sentido de satisfacción perdurable en quienes se abocan a dicha tarea, lo cual no se consigue con éxitos aparentes, aunque efímeros, como obtener dinero fácil violando la ética o alcanzar cierto grado de reconocimiento sirviéndose de estrategias poco escrupulosas –por no decir infames-.