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Superconductores, la revolución que no ha sido

La ciencia y los avances tecnológicos tienen la capacidad de cambiar el paradigma humano y redefinir el mundo a nuestro alrededor.
mié 01 noviembre 2023 06:07 AM
Superconductores, la revolución que no ha sido
Las economías del futuro estarán sentadas sobre una base de ciencia y tecnología, y su fortaleza se medirá por la cantidad de innovación que produzcan, apunta Marco Pinal.

(Expansión) - Durante el verano del 2023, el mundo científico se conmocionó al escuchar los hallazgos de un equipo de la Universidad de Corea que aseguraba haber descubierto un compuesto bautizado como “LK-99”, y con ello, la prueba de la superconductividad a temperatura ambiente. El descubrimiento fue recibido con emoción y escepticismo, ya que representa uno de los santos griales de la física y tendría la capacidad de transformar la tecnología y nuestro mundo.

Una vez presentado ante la comunidad científica mundial, el LK-99 fue evaluado, buscando replicar los resultados del equipo surcoreano. Hasta ahora, no hay pruebas contundentes de que el LK-99 sea un superconductor y el hallazgo ha sido desacreditado por múltiples fuentes.

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Sin embargo, la búsqueda continúa, tanto de un compuesto similar, como de tecnología disruptiva capaz de revolucionar la manera en que vivimos. Un proyecto con el potencial de detonar una industria y, por ende, la economía, pero uno que difícilmente veremos originarse en México, debido a que la investigación científica no goza de mucho apoyo público ni interés privado.

La ciencia y los avances tecnológicos tienen la capacidad de cambiar el paradigma humano y redefinir el mundo a nuestro alrededor. La imprenta permitió la difusión de ideas y precipitó eventos históricos como la Ilustración y la Revolución Francesa. La máquina de vapor dio comienzo a la era industrial, transformando la producción y sentando las bases de la urbanización y una nueva forma de vivir.

El teléfono acercó a las personas, mientras que el internet ha abierto las puertas a la información y ha acercado a comunidades enteras alrededor del mundo. Los ejemplos podrían seguir, pero la lección es clara, ciertos avances tecnológicos tienen el poder de redefinir nuestro mundo de manera rápida y significativa.

La superconductividad a temperatura ambiente presagiaba un impacto similar, con la promesa de transformar la tecnología de nuestro mundo. Ésta permitiría una mayor eficiencia en la transmisión de energía eléctrica, sin pérdidas significativas debido a la resistencia, así como un mayor almacenamiento de energía y su uso a través de dispositivos móviles sin sufrir sobrecalentamiento. Además, posibilitaría una transmisión de datos más rápida y eficiente, e incluso medios de transportación con base en levitación magnética que parecería desafían la gravedad, entre muchas otras cosas.

La innovación es parte integral del desarrollo humano y un importante motor para la economía. Aunque el compuesto LK-99 no resultó ser el santo grial que se esperaba, equipos enteros siguen trabajando en la búsqueda de un verdadero superconductor, ahora motivados por los avances y “errores” que contribuyen al desarrollo científico. Un descubrimiento como el LK-99 significa no solo un avance en la ciencia, sino el nacimiento de toda una industria repleta de oportunidades comerciales con ramificaciones mucho más allá de su epicentro.

Entonces, ¿sería factible ver esta clase de innovaciones originarse en México? No hay razón por la cual no. La nación cuenta con científicos de alto perfil que han hecho importantes contribuciones al mundo de la ciencia, sin embargo, la investigación y el avance científico requieren de apoyo y financiamiento, dos áreas en la que México está rezagado.

Para contextualizar, según datos de la OCDE, Corea del Sur se posiciona como el segundo miembro con más inversión en el campo de la Investigación científica y Desarrollo Experimental (GIDE), destinando un 4.81% de su PIB en 2020. Mientras tanto, México está entre los miembros que menos invierte, con un aproximado de 0.30 de su PIB en el mismo año. Además, México se encuentra entre los 10 países en el mundo con más “fuga de cerebros", es decir, la migración laboral altamente calificada en búsqueda de mejores oportunidades.

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La inversión en GIDE y la educación científica en general tienen la capacidad de crear nuevas oportunidades económicas, así como empoderar a una población y mejorar su calidad de vida. De acuerdo con información del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PDNU), existe una correlación entre los países con altos valores de Índice de Desarrollo Humano (IDH) y su gasto en ciencia y tecnología. Es decir, la inversión en este sector genera más y mejor desarrollo humano, además de las oportunidades comerciales propias del avance tecnológico.

Las economías del futuro estarán sentadas sobre una base de ciencia y tecnología, y su fortaleza se medirá por la cantidad de innovación que produzcan. México tiene todo para detonar un potencial en el área científica, sin embargo, necesita invertir y crear oportunidades en este sector para solventar el grave rezago que aún persiste. Además, necesita entender que una inversión no es meramente un gasto y reconsiderar todos los beneficios sociales y humanos que se podrían generar al fortalecer este sector.

En México tenemos talento, y mucho, lo que necesitamos es que sea valorado y que las autoridades públicas reconozcan su importancia y aporten más a su fortalecimiento.

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Nota del editor: Marco Pinal, Coordinador de la Licenciatura en Negocios Internacionales en CETYS Universidad. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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