Una tercera porción de los recursos, no menos importante, tendrá que venir desde las instituciones del Estado, con lo que pronto nos daremos cuenta de lo importante que era el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), que el Congreso de la Unión extinguió en septiembre 2020, por iniciativa de Dolores Padierna y Morena, debido a la baja recaudación derivada de la crisis por la pandemia.
Los recursos del Estado se necesitan principalmente en dos frentes: hay mucha infraestructura urbana (calles, electricidad, drenaje, alumbrado, etc.), escuelas, clínicas, parques, caminos y demás, que tendrá que ser reparada o reconstruida por completo, además de prepararla para las próximas décadas, en las que los eventos climatológicos muy probablemente sean más recurrentes y más potentes por el aumento en la temperatura de los océanos.
En segundo lugar, el dinero del Estado tendrá que servir de apoyo para muchas familias que en los próximos meses enfrentarán una situación crítica. En este sentido, es importante recordar que, incluso antes de la llegada de Otis, Acapulco ya no era un destino turístico con el atractivo internacional y la riqueza de antes. De acuerdo con el Índice de Competitividad Urbana del IMCO, los ingresos medios de los trabajadores son alrededor de 23% menores a los de Cancún y más de 50% inferiores a los de Los Cabos; mientras la informalidad es alrededor de 32 y 37% en los otros dos destinos, en Acapulco supera 60%. La pobreza laboral en el puerto está por encima del 35%. De acuerdo con el Coneval, en 2020 había casi 400,000 acapulqueños en situación de pobreza y 126,000 en pobreza extrema.
Hoy, el puerto del que Juan Gabriel tenía los más tristes recuerdos y donde Elvis se divirtió, está mucho peor. Como es usual en nuestro país, la ayuda solidaria no se hizo esperar y, aunque tarde y poco, la reacción de los gobiernos empieza a verse. Para mala fortuna de Acapulco, en cuanto la agenda mediática cambie y la presión social deje de ser tan intensa, el ritmo de los trabajos y apoyos será menor. Precisamente por eso tener un fideicomiso como el Fonden era una buena idea: los diputados le asignaban recursos, cada año, que podía acumular en períodos con menos desastres para utilizarlos cuando fuera necesario, con criterios técnicos bien definidos y sin limitarse por el ejercicio del presupuesto de un año.