#QuéPasóCon Acapulco y el Huracán Otis, ¿por qué fue tan violento y cómo ayudar?
El huracán Otis se convirtió en la tormenta más fuerte en la historia registrada en azotar la costa del Pacífico de México y, junto con la devastación que causó, ha dejado varias lecciones: la urgencia de mejorar la capacidad de los climatólogos para dotar de certidumbre sus pronósticos, las dificultades que se tienen para calcular cuándo una tormenta explotará repentinamente para dar paso a un escenario de pesadilla, pero sobre todo la pertinencia de repensar el desarrollo económico.
Es un hecho: vienen más tormentas similares a Otis, lo que nos debe obligar a tomar en serio la aceleración del cambio climático, reconsiderar las políticas de protección civil y prevención de desastres, adaptación y mitigación, planear procesos de reconstrucción que prioricen el bienestar de las personas, modificar planes de desarrollo urbano, reglamentos de construcción, entre otras tareas.
Hoy, con la amenaza de los huracanes, ninguna de las costas de México está protegida.
Por lo pronto, la comunidad científica lanza un mensaje contundente: los desastres no son fenómenos naturales, sino eventos construidos socialmente, cuyo origen se encuentra en la falta de planeación, la urbanización desordenada, las condiciones de desigualdad, pobreza e inseguridad. La lógica es muy simple: si seguimos emitiendo gases de efecto invernadero, cambiando los usos de suelo y, por tanto, reduciendo servicios ambientales, lo que vamos a tener es la agudización de todos los impactos.
Con la colaboración de los investigadores Gian Carlo Delgado Ramos, del Instituto de Geografía de la UNAM, y Antonina Ivanova Boncheva, de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, se ofrece el contexto alrededor de las herramientas para medir y actuar frente al cambio climático, así como la ruta a seguir para contrarrestarlo.
Primero, hay que considerar que la manera en la que se pretende actuar frente a la tragedia en Guerrero desvela, en buena medida, la receta de siempre. Hay un carácter de urgencia que permita sentar las condiciones para volver a una especie de normalidad después de la tragedia. Por ejemplo, la electricidad, considerando que sin ésta no hay agua y así se desatan una serie de problemas que se conectan incluso con la salud de las personas. Dicho esto, hay una complejidad en restablecer lo mínimo indispensable, pero otra de las tensiones radica en ubicar la ruta para una recuperación sostenida y, ahí, atender lo urgente puede ser la raíz del problema.
Ante el embate de Otis, más de 10,000 postes de luz fueron derrumbados y la prioridad era ponerlos en pie cuando, en realidad, si se pensara en resiliencia de mediano y largo plazos, la CFE tendría que considerar un plan para enterrarlos y ofrecer electricidad bajo tierra. El tema es que no hay tiempo para hacer eso y se vuelve a reconstruir el mismo sistema, igual de vulnerable. Las posibilidades de que eso cambie son muy limitadas porque, ante la falta de recursos, lo urgente se impone. Así, las soluciones se construyen no de la manera ideal sino de la manera posible.
Gian Carlo Delgado Ramos y Antonina Ivanova Boncheva, también integrantes de la Red Mexicana de Científicos(as) por el Clima, comparten varias red flags: estos eventos se repetirán con una fuerza igual o mayor, México no tiene los recursos necesarios para prevenir los huracanes (el país tiene pocos aviones caza huracanes, al tiempo que se requieren 30 radares cuando actualmente solo se cuenta con 5), el sistema metereológico no se está adaptando a las amenazas por el cambio climático, por lo que se carece de mejores sistemas de alerta temprana y observatorios.
Hay más: los Atlas de Riesgo de los estados y del país tienen que incluir las previsiones de cambio climático porque, hasta ahora, no lo están previniendo. En general, los Atlas están bastante mal hechos, con excepciones contadas, pero el eslabón más débil está en los municipios. Frente a eso, el Conacyt debería apoyar y coordinar la investigación de la ciencia básica del clima para el desarrollo de modelos climáticos robustos.