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#Entrelíneas | EU a México: ‘Estás contra China o contra mí’

Para la administración de Joe Biden, las cadenas globales de suministro son estratégicas pero solo bajo ciertas condiciones; es decir, mientras no atenten contra su seguridad nacional.
lun 22 abril 2024 06:02 AM
Disputas comerciales del T-MEC en 2024
El tono que registre la narrativa estadounidense contra China, y las decisiones que tome México, gravitarán en 2026, cuando se tiene prevista la revisión del T-MEC, apunta Jonathán Torres.

La nota es brutal: “El Gobierno de México, bajo presión de Estados Unidos, mantiene a los fabricantes de automóviles chinos a raya al negarse a ofrecerles incentivos, como terrenos públicos de bajo costo o menores impuestos, para la inversión en la producción de vehículos eléctricos”.

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El pasado 18 de abril, el periódico Reforma publicó información tomando como base un cable de la Agencia Reuters que desvela una estrategia que está alterando la relación bilateral entre dos países pero, sobre todo, que transgrede el espíritu del libre comercio y las leyes mexicanas en la materia: las presiones de Estados Unidos a México para cerrarle la puerta a las inversiones chinas.

De acuerdo con la información publicada , funcionarios de la Secretaria de Economía y de Relaciones Exteriores han recibido de sus pares de los departamentos de Comercio, Estado y de la Oficina de la Representante Comercial de Estados Unidos, sus temores a que los fabricantes de automóviles chinos establezcan su producción de vehículos eléctricos en México. En una de las reuniones, precisa la nota, los funcionarios mexicanos dejaron en claro que no les darían estímulos a los inversionistas chinos y, por lo tanto, los dejarían fuera de la zona de libre comercio de Norteamérica.

Por otro lado, durante un acto de campaña en las oficinas generales del sindicato siderúrgico United Steelworkers en Pittsburgh, Pensilvania, el presidente Joe Biden prometió impulsar investigaciones de competencia contra países e importadores que faciliten el ingreso de acero chino y, sin rodeos, informó que su gobierno trabaja con México para garantizar que las empresas chinas no eludan los aranceles al enviar acero a nuestro país para exportarlo posteriormente a Estados Unidos.Ciertamente, el dardo envenenado que Joe Biden lanzó, si bien integra una alta carga electorera, es parte de una estrategia que el gobierno de Estados Unidos ha desplegado desde tiempo atrás, con el afán de presionar para frenar las inversiones chinas en sectores económicos clave de su principal socio comercial.

Con la colaboración de Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios China-México de la UNAM, se dibuja el contexto, consecuencias, reacciones, derivados de este episodio que coloca a la relación bilateral entre México y Estados Unidos en terreno fangoso:

Desde 2022, los funcionarios estadounidenses Janet Yellen (Secretaria del Tesoro), Jake Sullivan (Consejero de Seguridad Nacional) y Katherine Tai (Representante Comercial) han reiterado que el factor China es uno de los riesgos más delicados en su estrategia de seguridad nacional, de tal forma que han desplegado toda una embestida para evitar que las inversiones chinas ingresen a su territorio y no se oculten bajo el cobijo de ninguno de sus socios comerciales. Con ello, el mensaje entrelíneas es contundente: ‘estás conmigo en mi estrategia contra China o, de lo contrario, sufrirás las consecuencias en comercio, inversión, etcétera, etcétera’.

Estados Unidos, ante estas circunstancias, no necesariamente está mirando el fenómeno del nearshoring como lo observa, y celebra, el resto del mundo. Para la administración de Joe Biden, las cadenas globales de suministro son estratégicas pero solo bajo ciertas condiciones; es decir, mientras no atenten contra su seguridad nacional. Dicho lo anterior, no es nearshoring, es security shoring.

Así, la potencia históricamente reconocida por su defensa al libre mercado está pretendiendo imponer sus legislaciones en la materia en contra de China a terceros países. En México, por ejemplo, la industria automotriz china está acumulando penetración de mercado y ésta es una de las que está en la mira del gobierno estadounidense. Por lo tanto, no hay que darle vueltas: estamos frente a un acto abiertamente ilegal. Bajo este criterio y por citar un caso, ¿cuál es la facultad que tendría Estados Unidos de pedirle a México que le cierra las puertas a una armadora de autos china? Si eso es ahora, ¿qué vendrá después?

Bajo estas circunstancias, se viene una bola de fuego cada vez más grande. Hoy, la ‘diplomacia’ estadounidense truena contra las automotrices y la industria del acero chinas. Mañana, operará contra la industria textil. Después, la manufactura, los componentes eléctricos y más.

No solo son negocios, también es política. El factor China trascenderá los cambios de gobierno en ambos países, pero las narrativas alrededor de éste se acentuarán durante estos meses al calor de las campañas presidenciales de Joe Biden y Donald Trump. Para nuestro infortunio, ambos coinciden en cerrarle espacios a China, de tal manera que en sus discursos proselitistas añadirán una posdata para su socio del sur: ‘cuidado con convertirte en la puerta trasera por donde puedan entrar los productos y servicios chinos’. México se convertirá en el scapegoat (chivo expiatorio) de los intereses de Estados Unidos.

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En tanto, la reacción china hacia México no será iracunda. Los chinos son pragmáticos y, si acaso, considerarán que México se arrodilló ante Estados Unidos, pero nada más. En su estrategia global, México está jugando un papel de enorme relevancia en América Latina. Además, no hay ningún país en la región con el número de tratados comerciales de libre comercio que tiene México. Estados Unidos es un mercado jugoso, pero para los chinos hay un océano de oportunidades en otras regiones. Lo que sí puede pasar es que el boom de las inversiones chinas se apague un poco, poniendo en riesgo los niveles de inversión extranjera que México ha captado en los últimos años, lo que a su vez podría inhibir el ritmo de empleos, de actividad productiva y de crecimiento económico.

El tono que registre la narrativa estadounidense contra China, y las decisiones que tome México, gravitarán en 2026, cuando se tiene prevista la revisión del T-MEC. Sin embargo, ese año no será la fecha fatal de esta historia; el fatalismo ya se está fraguando con el preludio al 2026. Es ahora cuando se están generando los antecedentes que podrían influir en la revisión del T-MEC. Gane quien gane la Presidencia de Estados Unidos, se prevé que a partir de enero de 2025 se intensifiquen las medidas contra China.

Por lo pronto, parecería que los funcionarios mexicanos empiezan a patinar erráticamente buscando la manera de gestionar lo que podría convertirse en una bola de fuego. Públicamente, no hay nadie en el sector público, tampoco en el Senado de la República o en la Cámara de Diputados, que advierta de esta circunstancia. México, en este momento, nada entre tiburones y pareciera que no hay nadie que quiera evitar que el espíritu de nuestras leyes de inversión extranjera sea presa de intereses ajenos.

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Al interior de los equipos de campaña rumbo a la Presidencia de México no hay nadie que esté hablando de este tema. El futuro del comercio con el mundo y los planes para captar más inversión extranjera no están en la agenda. Seguro cuentan con una idea geográfica de China, pero nada más.

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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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