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#Entrelíneas | Los pobres, más pobres después de impuestos

¿Cuál es el comportamiento promedio que tiene el ingreso de las personas en la línea de la pobreza, antes, durante y después de las intervenciones fiscales?
lun 08 julio 2024 06:08 AM
#Entrelíneas | Los pobres, más pobres después de impuestos
La incidencia fiscal permite determinar si, en verdad, se está construyendo un Estado de bienestar sólido, significativo en términos de recursos fiscales, pero que también ofrezca mejores condiciones de vida en todos los sentidos para toda su población, considera Jonathán Torres.

En los últimos años ha dominado una narrativa que sostiene que, primero, los pobres. Pero, esta historia dirá lo contrario: los pobres asumen una carga fiscal que intensifica su empobrecimiento, o bien, el poder adquisitivo de las personas de bajos ingresos es menor al que tenían antes de que el fisco interviniera.

Esta tesis tiene que ver con lo que se conoce como incidencia fiscal o incidencia de beneficios, que se viene analizando desde hace décadas. El Banco Mundial es uno de los pioneros en esta materia que, en términos muy simples, estudia los sistemas fiscales y los impactos que estos tienen en la población.

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El gobierno de México, por mandato legislativo, analiza la incidencia de los impuestos y el gasto a través de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del Inegi, pero hay un elemento que no aborda: el cálculo en torno de los índices sintéticos de la pobreza, que no solo implica analizar los impactos que el ingreso tiene ante los impuestos directos y las transferencias en efectivo, sino que también observa la incidencia de los impuestos indirectos y subsidios, en lo que se conoce como ingreso consumible.

John Scott, consejero e investigador académico del Coneval, y ex director de la División de Economía del CIDE, es un referente en esta materia desde que hay datos que lo permiten y sus análisis van mucho más allá que los oficiales; junto con Nora Lustig, directora del Commitment to Equity Institute de la Universidad de Tulane e investigadora del Georgetown Americas Institute.

Ambos no se andan por las ramas:

“El sistema fiscal en muchas instancias empobrece a los pobres”, sostiene Nora Lustig. “El sistema fiscal es empobrecedor, en el sentido de que el efecto post fiscal en la parte monetaria aumenta la pobreza total”, añade John Scott.

¿Cuál es el comportamiento promedio que tiene el ingreso de las personas en la línea de la pobreza, antes, durante y después de las intervenciones fiscales?

Con información de John Scott y Nora Lustig, quienes son parte de la Comisión Independiente para la Igualdad con Justicia Fiscal (Cijuf, un grupo independiente de economistas cuyo objetivo es promover reformas para que el Estado mexicano tenga un sistema fiscal justo, equitativo y eficiente), esta historia se desgrana así:

Primero, antes de cualquier intervención fiscal, está el ingreso de mercado que es el que los hogares reciben de sus actividades productivas sin considerar ninguna transferencia e impuestos. Posteriormente, el ingreso va registrando diferentes cambios a partir de las diferentes intervenciones del gobierno, a través de los impuestos directos e indirectos, así como de las trasferencias.

Así, el ingreso neto de mercado que ya integra los impuestos directos (ISR, contribuciones a la seguridad social), refleja un ligero aumento en la pobreza extrema; algo natural, considerando que hay un impuesto directo al ingreso de mercado que reduce el dinero que originalmente se había recibido.

Después está el ingreso bruto, que integra el ingreso neto de mercado y las transferencias en efectivo (el programa de adultos mayores, la pensión de discapacidad, becas, etcétera); con éste, se reduce la pobreza porque los programas sociales sí logran llegar a los más pobres.

Acto seguido, está el ingreso disponible, que contempla las dos transiciones anteriores, que en general registra una reducción en la pobreza extrema.

Hasta aquí, puede sostenerse que el efecto de impuestos directos y transferencias directas, sobre todo en las personas en la línea de pobreza, se mantiene prácticamente igual; es decir, pagan lo mismo al fisco de lo que éste les regresa.

Finalmente, está el ingreso consumible, que considera impuestos indirectos (todos los que se basan en el consumo) y subsidios.

Y es aquí donde vienen los impactos para las personas más pobres. Ejemplo: se piensa que el subsidio a las gasolinas protege a los consumidores vendiendo el combustible más barato de lo que se vende en los mercados internacionales; sin embargo, para el consumidor de menores ingresos, el subsidio se convierte, en realidad, en un impuesto, porque si bien no paga directamente el impuesto porque no tiene carro, sí consume transporte público y el costo de este servicio le causa indirectamente un impuesto que afecta entonces su poder adquisitivo final.

“Otra manera de ver esto es que, a pesar de las transferencias de dinero que reciben los pobres, que de algún modo ayudan a reducir la pobreza, una vez que se consideran los impuestos totales e indirectos, el efecto se revierte y al final esta población se empobrece”, explica John Scott.

¿Qué tendría que pasar para mover la hoja de ruta?

“Es necesario pensar en mecanismos de focalización donde los recursos vayan a la población pobre”, explica Nora Lustig. “Introducir la racionalidad basada en la evidencia, que nos permita responder si los programas cumplen con su objetivo o no y, si no lo están cumpliendo, qué tenemos que hacer para lograrlo”.

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“El mensaje principal no es que no haya que tener impuestos indirectos. De hecho, hay que fortalecerlos porque ayudan a recaudar mucho, pero hay que utilizar esos recursos para un verdadero sistema de protección social universal pues hoy tenemos una estrategia universal que no llega prioritariamente a los más pobres y las transferencias se volvieron menos progresivas”, añade John Scott.

Hasta el momento, se dice que no habrá aumento de impuestos, pero sí se intensificará la recaudación. Ciertamente, sí hay espacio para cobrar más impuestos. También, puede haber márgenes de recortar gasto donde éste no sea productivo y se esté subsidiando a sectores que no requieren de subsidio.

Finalmente, la mejor manera de juzgar las acciones de un gobierno no es por su retórica, sino por lo que hace. Y la incidencia fiscal permite determinar si, en verdad, se está construyendo un Estado de bienestar sólido, significativo en términos de recursos fiscales, pero que también ofrezca mejores condiciones de vida en todos los sentidos para toda su población. Estamos muy lejos de ello.

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9.1 millones de personas en México viven en pobreza extrema y hay derechos aún sin garantizar como el acceso universal a la salud, seguridad social, entre otros. Por otro lado, aunque las transferencias monetarias disminuyen la pobreza en 5 puntos porcentuales, los impuestos directos y al consumo cancelan este efecto positivo y terminan aumentando la pobreza en 1.5%.

Así lo sostiene el Cijuf, que lanza al futuro gobierno un mensaje: “Tiene una oportunidad histórica frente a la imperante necesidad de impulsar los cambios al sistema fiscal que resulten en aumentar la recaudación y la progresividad de los impuestos; así como promover prioridades de gasto para erradicar la pobreza extrema y la provisión adecuada, eficiente y de calidad de servicios públicos y garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas para las futuras generaciones”.

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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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