La semana pasada, ante la presencia de Andrés Manuel López Obrador y su sucesora, Claudia Sheinbaum, el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que se sostendrá en el cargo después del 1 de octubre, declaró que México revisará su relación comercial con China bajo la tesis de que no hay un comercio equitativo entre ambos países. “Nos vende y no nos compra, eso no es un comercio recíproco”, acusó.
Sin embargo, cuando se rescata el contexto, la dinámica comercial que ha existido en esta relación, el comportamiento que ésta ha registrado desde hace ya mucho tiempo y la coyuntura que gira en torno del pleito que libran Estados Unidos y China, el verdadero trasfondo de la narrativa manejada por uno de los funcionarios más importantes del actual gobierno, y del próximo, queda de manifiesto. Absolutamente político.
“No sé de dónde el secretario de Hacienda haya sacado esto de la reciprocidad, pero refleja, por un lado, ignorancia y, por el otro, una enorme debilidad institucional”, afirma Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios México-China (Cechimex) de la UNAM. “No hay instituciones en México, ni organismos empresariales, que se estén dedicando al tema de China 24 horas diarias. Detrás de eso, lo que se refleja en términos muy amplios es una falta de agenda con respecto a China”.
China es fundamental para México no en términos de equilibrio de comercio. La clave de esta relación está en que la potencia asiática provee al socio del T-MEC de equipos, partes, productos estratégicos para su exportación. Así, mientras que el funcionario mexicano sostiene que China ha aumentado sus exportaciones mundiales a costa de Norteamérica, la industria de exportación mexicana está sustentada en las cadenas de suministro de China.
Ramírez de la O mencionó que el país asiático ha podido aumentar su participación en el PIB mundial, mientras que Norteamérica ha perdido terreno, tanto a nivel global como hacia el interior de la región. De acuerdo con el secretario, México le compra a China 119,000 millones de dólares (mdd) por año, pero solo le vende 11,000 mdd.
Actualmente, las exportaciones chinas a México registran una relación comercial de 11 a 1, pero años atrás ésta era de 25 a 1. Por lo tanto, considerando la frialdad de los números, sí, la brecha es exorbitante, sin tomar en cuenta otros factores de la relación bilateral (inversión, financiamiento, proyectos de infraestructura, entre otros). Pero hay razones que fundamentan estas cifras.
Años atrás, antes de que se intensificara la guerra comercial entre las dos potencias, se registraba un proceso de sustitución de importaciones en México desde Estados Unidos por chinas, lideradas incluso por las propias empresas estadounidenses. Así, después de que insumos electrónicos, eléctricos y hasta calzado se produjeran en Estados Unidos, esta dinámica se empezó a transformar con el tiempo y dio paso a que las mismas empresas estadounidenses ‘exhortaran’ a sus pares mexicanas a importar, desde China, los componentes que necesitaban para sus procesos de producción.
“Durante muchos años existió esa dinámica de yo no lo produzco acá (en Estados Unidos), que se haga en China, pero tú (México) lo importas y después me lo mandas. Eso siempre había existido. Además, los clientes estadounidenses invitaban, por no decir exigían, a sus contrapartes mexicanas a trabajar con el proveedor chino con el que ellos habían trabajado por mucho tiempo”, explica Enrique Dussel Peters.
Al cierre de 2023, 87% de las importaciones mexicanas desde China fueron bienes intermedios (insumos utilizados en la fabricación de un producto final) y de capital (maquinaria, herramienta, entre otras cosas); el resto (13%), bienes de consumo final.
“En ciertos capítulos del sistema armonizado y de las importaciones mexicanas provenientes de China como autopartes, electrónica, químicos, China ya es por mucho el principal importador de México, por lo que reducir las importaciones de viernes a lunes tendría un enorme impacto negativo en la transformación de estos bienes importados”, complementa el investigador de la UNAM.
Así, lo que estas cifras reflejan va en contra de la mitología que domina en México y que sostiene que lo que viene desde China son, principalmente, calcetines y joyería de fantasía, cuando, en realidad, se trata de importaciones complejas tecnológicamente hablando y de un proceso de escalamiento chino; 87% de las importaciones chinas son transformadas, una buena parte para el mercado doméstico y otra para las exportaciones, incluyendo a Estados Unidos.