En ese marco, el Consejo Ejecutivo de Empresas Globales expresó su preocupación ante el riesgo de que México pierda certeza jurídica y oportunidades de inversión por la iniciativa de reforma judicial . “Compartimos el interés de los Poderes Ejecutivo y Legislativo en consolidar un Poder Judicial más eficiente y transparente, que facilite el acceso a la justicia para todos los mexicanos, garantice la seguridad jurídica, proteja el Estado de Derecho y consolide la separación de poderes. Sin embargo, el actual proyecto de reforma contiene algunos aspectos críticos que deben ser ajustados para asegurar la certeza jurídica y evitar que se desincentiven las inversiones”.
Como sea, las cifras y el contexto son determinantes para entender las circunstancias que actualmente gravitan alrededor de la inversión extranjera por parte de las empresas trasnacionales basadas en México…
En un primer momento, en vísperas de la puesta en marcha de la autollamada Cuarta Transformación, las empresas trasnacionales fueron capturadas por esa especie de espanto, extremo e intenso, que suele ser colectivo y contagioso. El pánico tenía fundamento: el sucesor de Enrique Peña Nieto, aún sin asumir la Presidencia de la República, anunció la cancelación del nuevo aeropuerto de la CDMX, al tiempo que su enlace con el sector privado (Alfonso Romo) prometía que nada pasaría cuando todo pasaría y, así, lo inimaginable se convertía en realidad.
A pesar de ello, y conforme caminaba el sexenio, las empresas extranjeras empezaron a adaptarse al gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador pues, si algo las caracteriza es saber hacer negocios aún en entornos turbulentos.
Sí, el factor político siempre gravita en las estrategias de negocio de las empresas globales, pero también el largo plazo. Así, la proyección de inversiones se determina en función del largo plazo y no necesariamente de la coyuntura política y, además, se toma en cuenta el tamaño del mercado, entre otras variables. En circunstancias complejas, uno de los caminos es no modificar las actividades internas, mantener el flujo de inversión, operar sin tantos ajustes y buscar la maximización de las utilidades.
De esta manera, las trasnacionales que operan en tiempos de la autollamada Cuarta Transformación encontraron el camino y, sin ser tan vocales y sin manifestar posturas críticas, aprovecharon las condiciones prevalecientes y la mayor parte creció y fue más rentable que otros años y gracias a eso reportó cifras extraordinarias.
Sin embargo, eso no significa que estén totalmente convencidas de las cosas que se han venido dando en los últimos seis años. Al igual que al resto de la comunidad empresarial, los inversionistas extranjeros corren con los mismos peligros que han deambulado de un tiempo para acá por todo el país: robo de mercancías, inseguridad, ‘cobros de piso’ y actos de corrupción, entre muchas otras calamidades.
Por lo tanto, junto a la prosperidad que muchas trasnacionales han registrado, sus costos de operación en México también se han incrementado por el factor de la inseguridad y por otros factores que han desatado debate, polémica, pero que han beneficiado a una gran porción de la población mexicana: el fin del outsourcing, el aumento de las cargas sociales a los patrones y el incremento al salario mínimo.
Primera conclusión: la historia que recordará el pasaje de las empresas trasnacionales durante el primer piso de la autollamada Cuarta Transformación integrará una contradicción pues, por un lado, no han escapado de las calamidades y el impacto de las políticas públicas que han tenido lugar en este periodo y, por el otro, les ha ido mucho mejor que en sexenios pasados.
Así, una primera lectura de las cifras dadas a conocer recientemente puede significar una señal de confianza por parte de la inversión extranjera en el curso que ha tomado el país, pero también es válido tomar distancia de la frialdad de los números y añadir algunos granos de sal al análisis.
La reinversión de utilidades podría no significar inversión productiva, sino simplemente ampliación en las plantas ya establecidas, nada más; reinversión en la propia estructura local, punto. Es la recirculación del propio flujo de capital.
En cuanto a nuevas inversiones, solo hay una palabra para describir su dimensión: cacahuates. Mientras se ha dicho que México ofrece nuevas oportunidades en energía, telecomunicaciones, nuevas tecnologías, etcétera, los inversionistas extranjeros no han depositado su confianza a través de nuevas inversiones en dichos rubros. En este punto, el factor político sí incide más, junto con los altos grados de inseguridad; frente a eso, el apetito de nuevos inversionistas por apostar por México, hoy, no existe.
Segunda conclusión: el país ha tenido desarrollo económico para mantener las inversiones actuales, pero no para generar nuevas; el boom del dichoso nearshoring no es tal, la oportunidad para capitalizar la relocalización de las cadenas de suministro no se está aprovechando y se está perdiendo frente a otros países.