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#Entrelíneas | Los resortes detrás de la Inversión Extranjera Directa en México

Junto a la prosperidad que muchas trasnacionales han registrado, sus costos operativos en México también se han incrementado por el factor de inseguridad y por otros factores que han desatado debate.
lun 26 agosto 2024 06:07 AM
IED e Asia apunta a México
La reinversión de utilidades podría no significar inversión productiva, sino simplemente ampliación en las plantas ya establecidas, nada más; reinversión en la propia estructura local, punto. Es la recirculación del propio flujo de capital, apunta Jonathán Torres.

¿Cuál es la verdadera historia de la Inversión Extranjera Directa (IED) en México? ¿Manifiesta confianza hacia la gestión del gobierno? ¿En verdad es producto de la fiebre por el nearshoring? ¿O hay algo que la narrativa oficial no dice?

Recientemente, la Secretaría de Economía dio a conocer los montos de IED, al cierre del segundo trimestre de 2024 , que, a grandes rasgos, presumen un comportamiento jamás registrado por 196,067 millones de dólares durante este sexenio, que contrasta con la captación de 174,177 millones de dólares en tiempos de Enrique Peña Nieto y de 99,561 millones de dólares de Felipe Calderón. Además, reporta un nuevo máximo histórico de IED durante el periodo abril-junio por 31,096 millones de dólares; de esta cifra, 30,288 millones corresponden a reinversion de utilidades y 909 millones a nuevas inversiones.

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En ese marco, el Consejo Ejecutivo de Empresas Globales expresó su preocupación ante el riesgo de que México pierda certeza jurídica y oportunidades de inversión por la iniciativa de reforma judicial . “Compartimos el interés de los Poderes Ejecutivo y Legislativo en consolidar un Poder Judicial más eficiente y transparente, que facilite el acceso a la justicia para todos los mexicanos, garantice la seguridad jurídica, proteja el Estado de Derecho y consolide la separación de poderes. Sin embargo, el actual proyecto de reforma contiene algunos aspectos críticos que deben ser ajustados para asegurar la certeza jurídica y evitar que se desincentiven las inversiones”.

Como sea, las cifras y el contexto son determinantes para entender las circunstancias que actualmente gravitan alrededor de la inversión extranjera por parte de las empresas trasnacionales basadas en México…

En un primer momento, en vísperas de la puesta en marcha de la autollamada Cuarta Transformación, las empresas trasnacionales fueron capturadas por esa especie de espanto, extremo e intenso, que suele ser colectivo y contagioso. El pánico tenía fundamento: el sucesor de Enrique Peña Nieto, aún sin asumir la Presidencia de la República, anunció la cancelación del nuevo aeropuerto de la CDMX, al tiempo que su enlace con el sector privado (Alfonso Romo) prometía que nada pasaría cuando todo pasaría y, así, lo inimaginable se convertía en realidad.

A pesar de ello, y conforme caminaba el sexenio, las empresas extranjeras empezaron a adaptarse al gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador pues, si algo las caracteriza es saber hacer negocios aún en entornos turbulentos.

Sí, el factor político siempre gravita en las estrategias de negocio de las empresas globales, pero también el largo plazo. Así, la proyección de inversiones se determina en función del largo plazo y no necesariamente de la coyuntura política y, además, se toma en cuenta el tamaño del mercado, entre otras variables. En circunstancias complejas, uno de los caminos es no modificar las actividades internas, mantener el flujo de inversión, operar sin tantos ajustes y buscar la maximización de las utilidades.

De esta manera, las trasnacionales que operan en tiempos de la autollamada Cuarta Transformación encontraron el camino y, sin ser tan vocales y sin manifestar posturas críticas, aprovecharon las condiciones prevalecientes y la mayor parte creció y fue más rentable que otros años y gracias a eso reportó cifras extraordinarias.

Sin embargo, eso no significa que estén totalmente convencidas de las cosas que se han venido dando en los últimos seis años. Al igual que al resto de la comunidad empresarial, los inversionistas extranjeros corren con los mismos peligros que han deambulado de un tiempo para acá por todo el país: robo de mercancías, inseguridad, ‘cobros de piso’ y actos de corrupción, entre muchas otras calamidades.

Por lo tanto, junto a la prosperidad que muchas trasnacionales han registrado, sus costos de operación en México también se han incrementado por el factor de la inseguridad y por otros factores que han desatado debate, polémica, pero que han beneficiado a una gran porción de la población mexicana: el fin del outsourcing, el aumento de las cargas sociales a los patrones y el incremento al salario mínimo.

Primera conclusión: la historia que recordará el pasaje de las empresas trasnacionales durante el primer piso de la autollamada Cuarta Transformación integrará una contradicción pues, por un lado, no han escapado de las calamidades y el impacto de las políticas públicas que han tenido lugar en este periodo y, por el otro, les ha ido mucho mejor que en sexenios pasados.

Así, una primera lectura de las cifras dadas a conocer recientemente puede significar una señal de confianza por parte de la inversión extranjera en el curso que ha tomado el país, pero también es válido tomar distancia de la frialdad de los números y añadir algunos granos de sal al análisis.

La reinversión de utilidades podría no significar inversión productiva, sino simplemente ampliación en las plantas ya establecidas, nada más; reinversión en la propia estructura local, punto. Es la recirculación del propio flujo de capital.

En cuanto a nuevas inversiones, solo hay una palabra para describir su dimensión: cacahuates. Mientras se ha dicho que México ofrece nuevas oportunidades en energía, telecomunicaciones, nuevas tecnologías, etcétera, los inversionistas extranjeros no han depositado su confianza a través de nuevas inversiones en dichos rubros. En este punto, el factor político sí incide más, junto con los altos grados de inseguridad; frente a eso, el apetito de nuevos inversionistas por apostar por México, hoy, no existe.

Segunda conclusión: el país ha tenido desarrollo económico para mantener las inversiones actuales, pero no para generar nuevas; el boom del dichoso nearshoring no es tal, la oportunidad para capitalizar la relocalización de las cadenas de suministro no se está aprovechando y se está perdiendo frente a otros países.

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¿Qué puede pasar en el mediano y largo plazos? Lo que ocurra en el corto plazo puede alterar las expectativas. En este momento, se proyecta el mismo comportamiento en la inversión extranjera, hasta en tanto no se tenga alguna señal de cambio durante la próxima administración; no habrá una corriente de inversión nueva y fresca, mientras no estén dadas las condiciones para generar confianza hacia el nuevo capital.

Septiembre de 2024 será decisivo. Las reformas que impulsa Andrés Manuel López Obrador, especialmente la judicial y la eliminación de los órganos autónomos y reguladores, podría descomponer el estado que hoy guarda la inversión extranjera y complicar la actividad económica durante la administración de Claudia Sheinbaum.

La historia que se está tejiendo es de pronóstico reservado. El Presidente de la República está decidido a materializar el último componente de su legado pues piensa que los escenarios de desinversión son humo, simples amenazas discursivas, porque no habrá empresa extranjera que diga adiós a un mercado tan jugoso como el mexicano y en el que han reportado buenas utilidades desde hace décadas; sin embargo, la aprobación de dichas reformas sí podría trastocar los planes de las trasnacionales, no salir del país necesariamente pero no generar más inversión productiva en México.

Tercera conclusión: México se encuentra en una mesa de exploración a raíz de lo que pueda ocurrir en las próximas semanas; qué deja el Presidente de la República y bajo qué condiciones gobernará su sucesora. Hasta este día, hay un cierto grado de confianza hacia Claudia Sheinbaum y también un altísimo grado de incertidumbre sobre lo que termine de hacer Andrés Manuel López Obrador. Cautela y preocupación; una extraña sensación de inquietud por estar en un entorno que ha rendido frutos, pero que es gobernado por alguien que aún se siente todopoderoso.

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La ‘invitación’ que el Presidente lanza para que los millonarios de México tomen la tribuna de la conferencia en Palacio Nacional y asuman su postura en tormo de la reforma judicial, es otra historia.

Quienes cuentan con las mayores fortunas de México, hoy, son más ricos que hace seis años y, por lo tanto, resulta ingenuo pensar que manifiesten, públicamente, algún disenso con Andrés Manuel López Obrador; podrían estar en desacuerdo con la reforma en cuestión, algunos incluso estarían en condiciones de hablarlo personalmente con el mandatario, pero jamás lo socializarían.

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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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