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El arte de la persuasión como herramienta de poder

Negociar es comunicación con resultados, y nuestra habilidad de convencer es crucial para la supervivencia básica, así como para el progreso de la civilización.
jue 12 septiembre 2024 06:00 AM
El arte de la persuasión como herramienta de poder
Estudios científicos de autores como Daniel Kahneman demuestran que mujeres y hombres elegimos -y nos dejamos persuadir- influenciados por emociones, puesto que así está programado nuestro cerebro, apunta Guillermo Fournier.

“Rompe la barrera del no” (2016) y “Persuasión” (1818) son dos libros destacables: el primero, escrito por Chris Voss, un negociador del FBI, versa sobre lecciones aprendidas al lidiar con terroristas para rescatar rehenes; el segundo, un clásico de la novelista Jane Austen que aborda el fenómeno de la influencia familiar y social en las decisiones individuales de cualquier persona, incidiendo en su proyecto de vida.

Aunque casi 200 años separan la publicación de ambas obras, y su género y estilo sean claramente distintos, tanto Voss ahora como Austen entonces, buscan desentrañar la naturaleza humana en torno al proceso y las implicaciones de persuadir a terceros para alcanzar determinados fines.

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Negociar es comunicación con resultados, y nuestra habilidad de convencer es crucial para la supervivencia básica, así como para el progreso de la civilización; el llanto de un niño es una poderosa fuerza que motiva a la madre a alimentarle, del mismo modo que la diplomacia y la política son capaces de evitar conflictos bélicos y crear acuerdos de cooperación entre naciones.

Pero, ¿cuáles son las claves de la persuasión en las relaciones humanas? La respuesta pasa por comprender -y asimilar- la complejidad de las personas, en cuanto a los factores internos y externos que les impulsan a tomar decisiones y actuar en un sentido u otro.

El aspecto emocional. Con frecuencia se repite que para convencer hace falta desarrollar argumentos que apelen al sentido común y la razón. Empero, estudios científicos de autores como Daniel Kahneman demuestran que mujeres y hombres elegimos -y nos dejamos persuadir- influenciados por emociones, puesto que así está programado nuestro cerebro.

Por tanto, si aspiramos a ganar el favor de alguien (ya sea para que nos contraten, compren nuestros productos, o nos vean con buenos ojos) debemos plantear posiciones racionales que sean percibidas como sensatas por el interlocutor o la audiencia, al tiempo que nos dirigimos hacia las emociones para diluir eventuales resistencias – el último punto es imprescindible-.

Hay que aclarar que no es forzoso recurrir a emociones negativas para persuadir -sin embargo, es un recurso efectivo, como se observa en figuras públicas que incitan miedo y odio para movilizar a sus seguidores-; bien podemos enviar estímulos a la parte más noble de la psique humana para motivarle a actuar -ideales, principios, valores y convicciones-; de otra forma no se explicaría la enorme solidaridad por parte de la sociedad para responder ante catástrofes naturales con olas de ayuda a damnificados.

Crear lazos de empatía. La ruta más rápida para convencer a los demás respecto de la pertinencia de ideas, posiciones o comportamientos es conseguir que esa persona se identifique contigo. Poner el foco en aquello que nos vincula con el otro es fundamental para construir relaciones interpersonales sólidas, lo cual se traduce en fuerza de persuasión.

Este concepto es de utilidad al emprender una negociación: hacerle notar a la contraparte que el adversario no es quien está enfrente, sino que el enemigo real es el conflicto por resolver juntos, allana el camino hacia una solución que satisfaga a todos.

La confianza es el ingrediente indispensable para influir en los demás; aquel que me resulta agradable y familiar tiene poder de persuasión sobre mí -estas premisas ya eran del dominio del gran escritor Dale Carnegie hace varias décadas-.

Por ello, el entendimiento, a través del diálogo, es tan efectivo para impulsar hacia adelante cualquier proyecto e iniciativa. Sin empatía no hay cooperación, y sin colaboración no existe posibilidad de progreso humano.

Sentido ético. El arte de la persuasión arrastra ciertas connotaciones negativas en el imaginario colectivo. Es común que se empleen términos como manipulación o maquiavélico al tratar el tema de la influencia sobre terceros.

Es verdad que algunas corrientes han contribuido a esta mala imagen promoviendo, por ejemplo, modelos de negociación en los que el objetivo es obtener la máxima ganancia, dejando a la contraparte con poco o nada -hacerle pedazos, en otras palabras-.

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Soslayar el sentido ético en cualquier proceso de persuasión representa un error grave, que por supuesto, trae consecuencias. La distorsión de las herramientas de comunicación para influir y convencer deviene en la caída de la reputación del responsable, dando pie al rechazo y la desconfianza.

El poder de las empresas y personas para incidir en los demás únicamente puede sostenerse en el tiempo mediante prácticas de respeto, honestidad y trato justo e igualitario. La moral es la brújula que dirige la conducta del liderazgo.

Observar el aspecto emocional, fortalecer lazos de empatía, y mantener el sentido ético: tres ejes para maximizar las capacidades de influencia y persuasión, en el ámbito profesional.

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Nota del editor: José Guillermo Fournier Ramos es docente en la Universidad Anáhuac Mayab. Vicepresidente de Masters A.C., asociación civil promotora de la comunicación efectiva y el liderazgo social. También es asesor en comunicación e imagen, analista y doctorando en Gobierno. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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