El pasado 14 de octubre, la Directora General de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Ngozi Okonjo-Iweala, comentó en Roma, durante la plenaria del Foro Mundial para la Alimentación, que solo con un sistema de comercio multilateral, abierto, justo y predecible, podremos enfrentar los graves retos de nuestro tiempo, como son las crisis climática, sanitaria o de seguridad alimentaria.
Copycat en la OMC
Seguramente tiene razón. El mundo en el que vivimos -hiperglobalizado-, da cuenta de mercados fuertemente interconectados y encadenados geográfica y funcionalmente. Basta recordar que la manufactura de las vacunas contra Covid-19 requirió cadenas productivas de más de 19 países distintos. Pero, contrariamente a lo que advierte la OMC, la intención manifiesta de las grandes potencias, y de un grupo de países que copian sus estrategias proteccionistas, es cambiar el rumbo o poner freno al libre comercio.
Para muestra se pueden mencionar los elementos sustantivos del comportamiento comercial estratégico de China y Estados Unidos: imponer tarifas y subsidios masivos en sectores industriales, fiscalizar la inversión extranjera directa y politizar sus relaciones económicas. En otras palabras, convertir el comercio en un arma de lucha política.
Todo esto no solo ha generado espirales de competencia feroz entre dichas naciones (que, dicho sea de paso, alcanzaron sin embargo un nivel de comercio espectacular, alrededor de 691 billones de dólares en 2022), sino que ha marcado una tendencia a favor de adoptar un proteccionismo estratégico y ofensivo en otras naciones como India, Indonesia, Sudáfrica o Turquía entre otras. Un círculo vicioso donde la respuesta al proteccionismo económico ha sido una explosión de estratagemas para generar más proteccionismo.
Datos recientes de la UCTAD señalan que el 75% de las exportaciones globales enfrentan actualmente distorsiones comerciales, un 35% más que antes de la crisis financiera del 2008, al tiempo que 37 países han desarrollado estructuras de regulación y fiscalización de la inversión extranjera directa.
El “copycat de políticas proteccionistas” ha puesto en jaque al sistema multilateral de libre comercio y paralizado a la OMC. En los últimos años, la organización se ha visto imposibilitada de alcanzar consenso entre sus 164 miembros y, aún antes de que Estados Unidos bloqueara el nombramiento de nuevos jueces para el sistema de adjudicación de disputas comerciales, los estados miembros ya habían dejado de presentar sus casos a esta instancia. Las llamadas a revisar disputas cayeron en una tercera parte antes de que se colapsara el cuerpo de apelaciones.
En ese sentido, sin un consenso firmemente asentado y sin un mecanismo efectivo de solución de controversias, la OMC pierde relevancia y capacidad para bloquear los impulsos nacionalistas y proteccionistas de los Estados miembros.
La OMC es una organización dirigida por sus estados miembros y toma decisiones por consenso: “nada está decidido hasta que todos lo han decidido”.
Esta manera de proceder, con decisiones que implican “todo o nada”, funcionó bien durante 75 años, desde que se creó el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio(GATT) en 1947 y bajo el paradigma de que la interdependencia económica y el libre comercio eran positivos y alentaban el progreso y la paz.
Pero ahora, justo cuando se ha acentuado la interdependencia y se alcanzan niveles de comercio muy altos (30.4 trillones de dólares en bienes y servicios), la regla de consenso deviene disfuncional para que la OMC pueda ofrecer algún remedio. No son pocos los funcionarios internacionales que abogan por rehacer las reglas de decisión para, sin abandonar la idea de liberalización, se consideren otras opciones, como por ejemplo, los acuerdos plurinacionales, mediante los cuales un subconjunto de países miembros acuerdan nuevos compromisos comerciales y posteriormente extienden esos beneficios a todos los demás bajo la cláusula de nación más favorecida o dejan abierta la posibilidad de que otros se adhieran en el futuro.
El cambio de reglas de decisión puede ser importante. No hay duda. Sin embargo, podría no ser suficiente, ya que el problema de fondo está en la emergencia de un nuevo paradigma, centrado en la idea de que se puede desacelerar la globalización (slowbalization) o que los estados podrían desengancharse de esta dinámica (deglobalization) mediante estrategias proteccionistas que de profundizarse, podrían llevar a la fractura del sistema global en torno a bloques económicos similares a los que, en la década de los treinta del siglo pasado, llevaron al extremismo político.
La OMC es una organización dirigida por estados, nació para administrar un sistema de reglas consensuadas a favor del libre comercio, pero ahora, con el cambio de paradigma, la organización y sus reglas tendrán que adaptarse radicalmente y encontrar maneras de adecuar las reglas para administrar el conflicto.
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Nota del editor: Laura Zamudio González es profesora e investigadora del Departamento de Estudios Internacionales (DEI) de la Universidad Iberoamericana (UIA), actualmente es titular de la Dirección de Formación y Gestión de lo Académico en la UIA. Escríbele a laura.zamudio@ibero.mx Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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