La toma de decisiones humanas puede pensarse como una interacción de fuerzas opuestas: racionales e intuitivas, rápidas y lentas, emocionales y cognitivas. A veces tomamos decisiones guiados por instintos moldeados por la experiencia; otras veces, deliberamos cuidadosamente, sopesando pros y contras. Sin embargo, estos procesos no son independientes: las emociones y las intuiciones suelen ser los arquitectos silenciosos de nuestros juicios más razonados.
Máquinas emocionales en el mercado de criptomonedas
Incluso cuando creemos que pensamos de manera lenta y racional, las emociones colorean sutilmente nuestras evaluaciones, moldeando nuestra percepción de los riesgos y recompensas. Marvin Minsky, uno de los padres de la inteligencia artificial, proponía que la oposición emoción vs cognición era vacua, ya que toda emoción requiere procesar información. Para él, éramos “maquinas emocionales”.
En el mercado de criptomonedas, la cognición y las emociones chocan en un entorno de alto riesgo. A diferencia de los mercados financieros tradicionales, donde los precios suelen estar vinculados a fundamentos tangibles como ganancias, ingresos o indicadores económicos, las criptomonedas carecen de estos anclajes. En cambio, su valor se forma a partir de las creencias, esperanzas y especulaciones colectivas de los inversionistas.
Esta dinámica puede llevar a oscilaciones dramáticas en los precios, ya que el entusiasmo por los avances tecnológicos potenciales o el miedo a quedarse fuera (FOMO, por sus siglas en inglés) impulsan los precios al alza. Sin embargo, con la misma rapidez, el miedo y la incertidumbre pueden hacer que los valores se desplomen, como en el colapso de la criptomoneda Luna o la implosión de plataformas como FTX.
El exceso de confianza y la creencia casi ferviente en el potencial de la tecnología genera burbujas. Pero el mercado es vulnerable a correcciones bruscas cuando la realidad se impone o cuando los inversionistas colectivamente pierden confianza. Esto convierte al mundo de las criptomonedas no solo en un mercado financiero, sino en uno psicológico, donde emociones como la codicia, el miedo y el optimismo juegan un papel tan importante como la lógica y el análisis. El resultado es un ecosistema cautivador pero volátil.
La investigación ha encontrado que los activos con precios bajos, como las criptomonedas, tienden a ser más volátiles, y sus predicciones, más optimistas. Este fenómeno es interesante y su causa aún no es clara, pero podría tener una explicación cognitiva. Usando una metáfora computacional, el cerebro tiene un chip que le asigna más precisión a números pequeños y menos a números grandes. Esto ha sido confirmado por estudios neuronales y cognitivos. No se trata de racionalidad o irracionalidad, sino de la forma en que el cerebro representa números usando una escala no lineal.
En una investigación reciente que realicé con mi colega Adriana García, gerente de analítica del banco colombiano Davivienda, buscamos detectar si, en efecto, emociones y procesamiento cognitivo interactúan en el mercado de criptomonedas. Nos preguntamos específicamente si las criptomonedas de bajo precio generaban emociones más intensas en los inversionistas y el público, dado que los activos más pequeños suelen ser percibidos como más volátiles.
El resultado fue una interacción clara entre cognición y emoción: en plataformas como X las criptomonedas de bajo precio inducían más emociones, tanto positivas como negativas. Este hallazgo muestra cuán entrelazada está la psicología humana con las decisiones financieras y cómo el sentimiento del mercado puede impulsar o desestabilizar los precios. Pero también revela cómo los precios bajos generan emociones más fuertes.
Imaginemos el mercado financiero como una red interconectada de “supercomputadoras emocionales”, donde cada inversionista es un nodo que procesa información a través de una compleja interacción de cognición y emoción. A mayor precisión en el manejo de números pequeños, más intensa es la respuesta emocional. Esto sugiere que incluso diferencias numéricas sutiles pueden desencadenar reacciones emocionales desproporcionadas en los inversionistas.
En esencia, el mercado financiero no es una batalla entre mentes racionales y emociones descontroladas, sino un teatro de emociones cognitivas. Como señaló Marvin Minsky, está compuesto de "máquinas emocionales" cuyo comportamiento es influenciado por sus estados afectivos derivados de cómputos neuronales complejos. Comprender esta dimensión emocional-cognitiva es clave para desentrañar los misterios de los movimientos del mercado y desarrollar estrategias de inversión más efectivas.
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Nota del editor: Santiago Alonso es profesor investigador del Departamento de Mercadotecnia e Inteligencia de Negocios, EGADE Business School. Síguelo en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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