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América del Norte, ¿unión aduanera o integración estratégica?

El avance de China en sectores como autos eléctricos, baterías y semiconductores ha puesto en evidencia las limitaciones estructurales de América del Norte para consolidarse como bloque competitivo.
mar 10 diciembre 2024 06:02 AM
Producción de semiconductores
A medida que China invierte en infraestructura y tecnología, los países norteamericanos enfrentan tensiones políticas y económicas que dificultan la colaboración regional, apunta Isabel Studer.

La idea de una unión aduanera entre México, Canadá y Estados Unidos ha resurgido en los debates sobre la integración económica en América del Norte. Ante la amenaza del presidente electo Donald Trump de imponer un 25% de aranceles a sus vecinos norteamericanos, algunos analistas proponen que este mecanismo fortalecería el comercio regional. Sin embargo, los desafíos políticos, económicos y estructurales, junto con tensiones geopolíticas y dinámicas comerciales con China, hacen que esta propuesta sea inviable.

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Una unión aduanera implicaría la eliminación de barreras internas al comercio y la adopción de un arancel externo común, pero este modelo resulta políticamente inaceptable, en especial en el contexto acutal. En Estados Unidos, el Congreso controla la política comercial, esencial para la seguridad económica. Ceder este control no es factible, especialmente en un entorno de creciente nacionalismo y proteccionismo. La resistencia del partido republicano, sumada a la oposición de la industria y los sindicatos, condena cualquier intento de una unión aduanera incluso sectorial.

La desigualdad comercial, la mayor barrera

Además está la asimetría en relación comercial entre Estados Unidos y sus vecinos. Aún en industrias en donde la integración es profunda, la dependencia de México hacia el mercado estadounidense contrasta con la autosuficiencia relativa de Estados Unidos. Estados Unidos se apoya en su enorme mercado interno y su capacidad de innovación tecnológica para mantener su competitividad global.

Esta desigualdad comercial llevó a México a diversificar sus relaciones económicas mediante la firma de 14 tratados de libre comercio con 50 países. La renegociación de estos acuerdos sería necesaria en el caso de una unión aduanera, generando incertidumbre para los socios comerciales existentes y afectando las inversiones y las cadenas de suministro. Además, industrias clave como la automotriz y la electrónica en México, aunque profundamente vinculadas con América del Norte, dependen también de cadenas de suministro globales. En 2023, México importó más vehículos de China que de Estados Unidos, lo que además refleja el liderazgo chino en sectores estratégicos como la electromovilidad y los semiconductores.

La presión de China y la competitividad norteamericana

El avance de China en sectores estratégicos como los vehículos eléctricos, las baterías y los semiconductores ha puesto en evidencia las limitaciones estructurales de América del Norte para consolidarse como un bloque competitivo. En 2023, China produjo 28 millones de vehículos ligeros, una tercera parte de la producción mundial, y este año se convirtió en el mayor exportador de automóviles a nivel global. Mientras tanto, Estados Unidos sufrió una disminución en su producción automotriz, cayendo al quinto lugar mundial. A medida que China invierte en infraestructura y tecnología, los países norteamericanos enfrentan tensiones políticas y económicas que dificultan la colaboración regional.

Aunque la competencia global exige que América del Norte desarrolle estrategias integradas para modernizar sus cadenas de suministro y fortalecer su competitividad, Estados Unidos no está dispuesto a profundizar su integración con México y Canadá, viendo con recelo tanto la influencia china en la región como los costos políticos de ceder soberanía comercial.

México como líder en la transición energética

Aunque la unión aduanera en América del Norte sea inviable, México puede desempeñar un papel clave en una estrategia de integración ampliada, particularmente en sectores relacionados con la transición energética. La electromovilidad, entendida como un sector que va más allá de la industria automotriz tradicional, ofrece oportunidades estratégicas y de colaboración en áreas como semiconductores, materiales críticos e innovación tecnológica.

Al acelerar la producción de semiconductores mediante la cooperación entre los tres países, se reduciría la dependencia de Asia, asegurando un suministro estable para las industrias tecnológica y automotriz. Asimismo, es crucial fomentar la extracción y procesamiento de materiales críticos, esenciales para baterías y electrónicos, priorizando la economía circular para fortalecer la autonomía tecnológica. La modernización de cadenas de suministro y el desarrollo de redes de carga eléctrica potenciarían la integración logística entre México, Estados Unidos y Canadá, mientras que la creación de centros regionales de investigación impulsaría la competitividad global al fomentar la colaboración entre empresas, universidades y gobiernos.

El sector automotor está en plena transformación, y componentes como software y semiconductores podrían representar hasta el 40% del valor de un automóvil. México cuenta con ventajas como su mano de obra calificada, pero necesita atraer inversiones estratégicas que generen mayor valor agregado. Además, la modernización de la industria requiere políticas públicas claras y consistentes que fomenten la innovación, el uso de energías renovables y la integración de tecnologías avanzadas.

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Conclusión

En suma, México ha demostrado ser un socio confiable para Estados Unidos y Canadá, pero su desafío será convencer al presidente Trump y otros actores políticos estadounidenses de que una integración estratégica puede fortalecer la competitividad regional frente a China. Para ello, México debe resolver rezagos en infraestructura, modernizando puertos y aduanas para consolidar su papel en América del Norte.

Liderar la transición hacia la electromovilidad y otros sectores estratégicos de manufactura permitirá a México posicionarse como un actor clave en la modernización económica del continente, protegiendo sus intereses nacionales sin caer en un juego de suma cero con sus socios comerciales. Este enfoque ofrece un camino viable para enfrentar los desafíos globales y aprovechar las oportunidades de una transición económica y tecnológica inevitable.

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Nota del editor: Isabel Studer es Presidenta de Sostenibilidad Global. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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