El escenario ya está puesto. En la capital de Estados Unidos, hoy, no se registra un ambiente crispado. Tampoco, tanto júbilo. Además, deambula una sensación de resignación. La toma de protesta de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos provoca todo un coctel de sinsabores que trasciende sus fronteras.
#Entrelíneas | México-Estados Unidos, el show está por comenzar
Durante las semanas y los días previos a este fatídico lunes, la incertidumbre es la sensación que domina en el clima de negocios en México. Las predicciones alrededor de los tonos, políticas, acciones que ejecute Donald Trump e impacten en la relación comercial entre México y Estados Unidos han detonado mucha inquietud y desasosiego. Por un lado, se sostiene que nada pasará gracias a que las economías de ambos países están atornilladas. Pero, por el otro, se tiene la impresión de una nueva era que proviene del norte, más radical, más proteccionista, más politiquera.
Bajo este incierto panorama - que, para bien o para mal, empezará a despejarse a partir de hoy – se prevé mucho sobresalto en la agenda bilateral, sobre todo en temas de seguridad y migración; también, ya se da por descontado que la narrativa política dominante en Estados Unidos pretenderá incidir en asuntos de carácter comercial. Como sea, se cree que el show no provocará, en términos generales, altos impactos en el terreno de los negocios, salvo en un aspecto: la imposición de aranceles.
La aplicación de un impuesto a ciertos bienes que provengan de México ya es cosa juzgada. Al margen de toda la data que refleja la profunda conexión que existe entre las cadenas productivas de ambos países, se pronostica la aplicación selectiva de aranceles; es decir, el ‘castigo’ no impactará en sectores clave de la relación bilateral y en los que operan corporativos estadounidenses basados en México, para no dar paso a un efecto bumerán que pueda provocar un disparo inflacionario en perjuicio de los consumidores estadounidenses.
En tanto, el clima en Washington tiene otros matices. Antonio Ortiz-Mena, fundador y presidente de AOM Advisors, cuenta que la revisión del T-MEC para 2026 no es tema en estos momentos en los corrillos políticos estadounidenses. Sí, hay mucha discusión en torno del uso de aranceles durante la administración de Donald Trump, pero no solo hacia México y Canadá, sino hacia muchos otros países. Así, las preguntas que alimentan el debate: ¿a qué países va a afectar?, ¿cuáles serán los montos que, de manera unilateral, impondrá?, ¿cuál será la nueva dinámica de la relación con China?
Lo que se anticipa es que la guillotina no caerá en contra de todas las naciones del planeta y, en aquellas que estén bajo la mira de Donald Trump, las tasas impositivas no serán las mismas. Sin embargo, se considera que el objetivo será el mismo. A diferencia de su primer mandato, cuando Donald Trump utilizó la amenaza de aranceles para imponer sus condiciones en sus relaciones comerciales con diversos países, la versión 2.0 de Donald Trump que se aproxima está motivada por tres factores: su apuesta por reindustrializar a Estados Unidos, como un mecanismo de recaudación fiscal y, a su vez, para cumplir con sus promesas de campaña que le permitan mantener su popularidad y fortalecer al trumpismo hacia el futuro.
“Sí, existe este elemento de imponer aranceles en nombre de un comercio justo, pero una parte central de su política económica es proteger a ciertas industrias en Estados Unidos para que puedan renacer y florecer, pero otra prioridad tiene que ver con contrarrestar la baja recaudatoria que se espera ante la reducción del Impuesto Sobre la Renta y es ahí que los aranceles pueden jugar un papel para la recaudación fiscal, lo que significaría que no serían temporales, sino más duraderos”, sostiene Ortiz-Mena, quien cuenta con más de 30 años de experiencia en asesoría estratégica en inversión extranjera, comercio internacional y riesgo geopolítico.
Así, si bien el capítulo automotriz es el más politizado, no se espera que Donald Trump aplique medidas impositivas que signifique un impacto serio para las empresas estadounidenses basadas en México. De igual manera, se descarta un daño severo en las industrias de los dispositivos médicos y los componentes electrónicos. Quizá, a las industrias del tequila y del mezcal sí les imponga un arancel; mientras que hay pronósticos reservados alrededor del agro, tomando en cuenta que muchas de las empresas de este sector que operan en territorio mexicano son estadounidenses y llevan a casa toneladas de sus productos, como el aguacate. Lo que es un hecho es que el Presidente de Estados Unidos algo hará para alterar la relación comercial.
“Hay mucho más show que realidad, pero, dadas sus promesas de campaña, no puede no hacer nada en el tema de las deportaciones y, también, no puede no hacer nada en el tema de los aranceles”, asegura quien también se desempeña como Presidente del Comité T-MEC del COMCE. “Donald Trump ha dicho que las tarifas arancelarias es la palabra más bella del diccionario. Algo tendrá que hacer que no le sea económicamente muy costoso, pero que le sea políticamente redituable”.
En ese sentido, Antonio Ortiz-Mena considera muy probable que se cometan algunos errores en política económica buscando un beneficio político a corto plazo y que, después, exista la necesidad de hacer algún ajuste o a corregir. “Sí, existe el riesgo de que muchas de estas medidas, que se manejan más por consideraciones políticas domésticas o por intuición, no tomen en cuenta el costo-beneficio. México y Canadá, al igual que otros países, sí deben estar preparados para manejar la incertidumbre y saber enfrentar las acciones unilaterales de Estados Unidos”.
Bajo este panorama, durante el periodo 2017-2021 vimos el calibre de la versión 1.0 de Donald Trump. Estamos por presenciar la 2.0. Pero no descartemos que descubramos con asombro las versiones 3.0, 4.0 y más. Ante el impedimento de aspirar a su reelección, desde el primer minuto de su nuevo mandato, Donald Trump hará uso de todo a su alcance para congraciarse con quienes lo regresaron al poder, por lo que les sacará todo el jugo posible a los próximos cuatro años para sostener su popularidad, pero sobre todo para echar las raíces del trumpismo rumbo al futuro.
Hoy empieza la nueva era de Donald Trump, quien pretende pasar a la historia haciendo cosas que, bajo su lente, sean grandiosas. No quiere pasar a la historia como alguien que gestionó bien la administración pública de Estados Unidos; él quiere pasar a la historia como un presidente transformador. Hoy, sabe ya qué botones picar y qué palancas jalar, para llevar a cabo sus perversas intenciones.
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Esta mañana, mientras se registra un frío helado en Washington, el cuartel mexicano se prepara para las inminentes fricciones comerciales que sostendrá con su contraparte estadounidense. Bajo ese marco, hay un consenso: México no está partiendo de cero y su equipo negociador está bien preparado para librar las futuras batallas comerciales; hay capacidad técnica, tanto en el sector público como en el privado, para enfrentar todo lo que se presente.
La Secretaría de Economía, que por mandato es la responsable de encabezar las negociaciones comerciales con Estados Unidos, ya se armó pues desplegó una estrategia para recontratar a algunos ex funcionarios públicos que fueron partícipes en rudas experiencias comerciales. Así, la capacidad del equipo no está en duda. El problema está en otro lado: los recortes draconianos y la austeridad franciscana provocaron la reducción del equipo negociador, por lo que se corre el riesgo de que no se dé abasto; no es falta de competencia, es el riesgo de ser rebasado.
En tanto, el llamado ‘Cuarto de Junto’ conformado por miembros de la iniciativa privada también ya se alista. En este momento, en su interior se registra el ánimo por sumar a más miembros que puedan contribuir con su conocimiento y fortalecer la capacidad de gestión de esta esfera. Uno de los nombres que suena es el de Jesús Seade, quien fuera la pieza que impuso Andrés Manuel López Obrador en el staff que representó a México durante el cierre del T-MEC, y que podría regresar por sus fueros. Él tiene una ventaja y una desventaja: la ventaja es que fue Embajador de México en China y su desventaja es que fue Embajador de México en China.
En breve, registraremos los primeros llamamientos para encender los primeros pleitos.
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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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