A nivel global, la distribución de la población por edad está cambiando. El nuevo informe del McKinsey Global Institute, ¿Dependencia y despoblación? Afrontando las consecuencias de una nueva realidad demográfica, muestra como lo que antes concebíamos como pirámides de población, con la mayor concentración de personas en la base (correspondiente a las edades más jóvenes) y la menor concentración en la cima (correspondiente a las edades más avanzadas), se están transformando en "obeliscos" de población. En estos obeliscos, la concentración de personas se ha desplazado hacia la parte superior de la estructura, mientras que la base, que antes era amplia, se está reduciendo cada vez más.
El envejecimiento de México requerirá acelerar la productividad
Este fenómeno se debe a que, en prácticamente todo el mundo, la gente está teniendo menos hijos y viviendo vidas más largas. En general, el tamaño de las familias ha disminuido debido a la baja en la tasa de fecundidad. En términos demográficos, esta tasa se refiere al número total de hijos que cada mujer tendrá durante su vida, y ahora se sitúa por debajo de la tasa de reemplazo de 2.1, estimada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para mantener la población en un nivel constante a lo largo del tiempo.
En México, el proceso de envejecimiento está ocurriendo más rápido de lo que parece. La tasa de fecundidad en el país, de 1.9 hijos por mujer, también está por debajo de la tasa de reemplazo, proyectando que la población alcanzará su nivel máximo en 2058 y comenzará a disminuir a partir de ese momento. Mientras que el porcentaje de personas en edad para trabajar alcanzará su máximo en tan solo cinco años, en el año 2030.
La importancia de este cambio radica en que los sistemas económicos actuales y los contratos sociales se han desarrollado a lo largo de décadas de crecimiento poblacional, especialmente de poblaciones en edad laboral que impulsan el crecimiento económico y sostienen a las personas que viven más tiempo. Este cálculo ya no es posible con las nuevas estructuras poblacionales. Para México, esta transformación tendría dos consecuencias de impacto significativo.
La primera sería un crecimiento económico más lento—el fin del “dividendo demográfico” del que México ha disfrutado hasta ahora. En general, las personas trabajan menos a medida que envejecen, y el crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita, depende del número de horas trabajadas por persona y de la productividad de cada hora de trabajo. De 1997 a 2023, la demografía favorable de México añadió 0.5 puntos porcentuales por año al crecimiento del PIB per cápita, más de la mitad del crecimiento total; la proyección hacia 2050 es que ese crecimiento se reducirá a solo 0.1 puntos porcentuales por año.
No menos importante en su impacto, la segunda consecuencia será la presión sobre las finanzas públicas, con una menor recaudación fiscal y una mayor carga sobre los sistemas de pensiones y salud, así como sobre las familias para apoyar a las personas mayores.
A medida que México (y el mundo) envejezca, la proporción de trabajadores por cada persona mayor se reducirá. Esta proporción, conocida como tasa de soporte, mide el número de personas de 15 a 64 años (o aquellas en edad laboral) en relación con el número de personas de 65 años o más. En 1997, la tasa de soporte en el país era de 12.8, es decir, casi trece personas en edad laboral para apoyar a una persona mayor. Hoy en día, es de 8.4, y se espera que caiga hasta 3.9 en 2050.
La buena noticia es que México tiene algo de margen, que en realidad es tiempo, para trabajar en soluciones que le permitan mantener un crecimiento económico sostenible ante esta situación. Estas soluciones, deberían estar enfocadas en incrementar la participación laboral y la productividad.
Por ejemplo, se podría aumentar la participación de la fuerza laboral femenina entre las edades de 20 a 49 años, ya que este grupo presenta un nivel de participación significativamente más bajo en nuestro país (52%) en comparación con el de las economías avanzadas (74%). Para ello, sería necesario contar con mejores programas de cuidado infantil y de personas mayores, para ayudar a los trabajadores a compaginar su vida familiar con su trabajo.
Asimismo, la productividad laboral en México aún es de 30 dólares por hora, frente a los 60 dólares por hora en promedio en las economías avanzadas, por lo que el país todavía tiene la oportunidad de cerrar esa brecha mediante la innovación, la inversión y la adopción tecnológica. De hecho, el crecimiento de la productividad en México es una de las asignaturas pendientes del país, puesto que se encuentra estancada desde hace 25 años, con un 0.2% de crecimiento anual. Como referencia, América Latina en conjunto, pese a ser la región del mundo con un menor crecimiento de la productividad, creció un 0.8% anual en el mismo periodo.
Tenemos tiempo, pero es limitado. En tan solo una generación México será tan viejo como lo son las economías avanzadas hoy en día, es decir, en poco más de 25 años, la tasa de soporte mexicana, así como el porcentaje de personas mayores de 65 años, alcanzarán el nivel actual de esas economías. México tiene que “hacerse rico” antes de “hacerse mayor”. El reto es relevante, pero estamos en el momento adecuado para comenzar a resolverlo y lograr capitalizarlo como una oportunidad de crecimiento destacado y sostenible para el país.
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Nota del editor: Sergio Waisser es socio Senior de McKinsey & Company México; y Marc Canal , Senior Fellow del McKinsey Global Institute. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a los autores.
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