Ayer, 3 de febrero de 2025, después de saber que se apagaba la guerra comercial que Estados Unidos pretendía encender con México, acusándolo de no controlar la migración irregular y de supuestos nexos con el crimen organizado, los mariachis se volvieron a escuchar. Las frases nacionalistas y los elogios a la gestión de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, por frenar la aplicación de aranceles que pretendía imponer su contraparte estadounidense, se expresaron sin rubor en todas las conversaciones.
Sin duda, actuar con cabeza fría y con fundamentos en mano siempre será la vía más correcta, pero los clásicos dicen que las victorias no son eternas y que no todo siempre es lo que parece.
Así, si se mira la negociación bajo otro cristal, México salió bien parado del primer round de la permanente pelea que sostendrá con su principal socio comercial, pero también debe reconocerse que Donald Trump está poniendo las reglas del juego y llevando la conversación a dónde él así lo desea. En su afán de proteger a la industria de Estados Unidos y de balancear el comercio con México, que considera desequilibrado, hará uso de todo lo que considere útil para lograr sus objetivos. Y así seguirá.
“Pareciera que nos ve como una navaja suiza, multiusos, para todo lo que se le ocurra”, afirma Antonio Ortiz-Mena, fundador y presidente de AOM Advisors.
El menú de temas seguirá vigente. La migración ilegal que, según Donald Trump, come gatos. El crimen organizado que, bajo su mirada, se mete a las casas de los estadounidenses y les da de desayunar fentanilo a los más jóvenes. La balanza comercial que, en su opinión, es bastante injusta con Estados Unidos. Más todo lo que se acumule y que le sea útil para imponer su palabra y su poder frente a sus vecinos. En otras palabras, no estamos frente a una guerra propiamente comercial; en realidad, presenciamos el inicio de un nuevo orden, en el que el presidente de Estados Unidos pretende imponer sus reglas y obligar al mundo entero a acatarlas porque él así lo determina.
El ’juego’ de Donald Trump apenas comienza. Por lo tanto, que nadie descarte que mañana, en los próximos días, en cualquier momento, el presidente de Estados Unidos declare en algún evento que la llamada telefónica que sostuvo con Claudia Sheinbaum le sirvió para someter al Gobierno de México, que le impuso un ultimátum para que en 30 días limpie la casa y no permita que la basura ingrese al patio de su vecino porque, de ser así, pagará las consecuencias y conocerá la mano dura de la gran potencia.
“Estamos frente a una discusión política, de poder e imagen, no necesariamente para explicar conceptos económicos y ventajas comparativas. Siempre vamos a estar bajo amenaza”, advierte Antonio Ortiz-Mena, quien desliza el tono que se registrará a corto y mediano plazos: “Tú no quieres tener a tu principal socio como alguien al que siempre tienes que tratar con mucho cuidado y logrando la paz a plazos, porque se vuelve un socio que no resulta muy confiable”.
Bajo ese panorama, y ante los primeros zarpazos del gobierno estadounidense, Antonio Ortiz-Mena considera un cambio de estrategia en la narrativa que podría desplegarse así: a diferencia de la narrativa que se ha desplegado a lo largo de las últimas semanas, que destaca la unidad e integración de América del Norte, la nueva ruta podría consistir en enfatizar los grandes beneficios económicos que tiene Estados Unidos gracias a su sociedad con México. Un ligero matiz que podría marcar una diferencia.
“Yo dejaría de usar esa idea de una América del Norte unida; sí, debe ser el objetivo estratégico, pero no como premisa”, dice quien fuera Vicepresidente Senior en Albright Stonebridge Group. “En términos de relaciones internacionales, yo le llamaría interdependencia asimétrica. Si bien no es una dependencia, al final del día sí es una interdependencia. Eso es la realidad, le guste a Estados Unidos o no”.
En simultáneo, la otra estrategia narrativa consiste en mantener los temas de migración, fentanilo e inseguridad, completamente separados de los asuntos de carácter comercial y no permitir condicionamientos entre unos y otros.
Hoy se apagó el fuego, pero los bidones de gasolina ahí siguen. Al margen de la publicación de alabanzas hacia el correcto desempeño de la presidenta de México y de su equipo responsable en negociaciones comerciales, la incertidumbre persiste y la comunidad empresarial sostiene que los próximos pleitos solo son cuestión de tiempo, lo que significa que la competitividad e integración de América del Norte, por razones ajenas a éstas, volverán a estar en jaque en un futuro no muy lejano.