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'Influencers', un tiro por la culata a la reputación corporativa

La necesidad de posicionar y diferenciar marcas ha generado que en el mundo del marketing se sustituya el valor del talento, y del prestigio real, por el valor de los 'likes' y los seguidores baratos.
vie 07 marzo 2025 06:04 AM
Los creadores de contenido no son sólo los influencers
¿Pero bajo qué parámetros una empresa decide que un 'influencer' será contratado para promover sus marcas? ¿Fama, seguidores, valores que difunde?, cuestiona Jaime Talancón.

Una de las máximas para construir y preservar la reputación corporativa consiste en alinear los valores que profesan las empresas con las acciones que realizan, esto es, que haya congruencia entre lo que dicen y lo que hacen.

Recientemente Luis Espino, experto en comunicación en crisis llamaba la atención sobre cómo el pésimo manejo mediático que dio la actriz de la película “Emilia Pérez”, Karla Sofía Gascón, primera mujer transgénero en ser nominada al Oscar, para aclarar el escándalo por la revelación de su historial de tuits racistas y clasistas, la llevaron en un abrir y cerrar de ojos de una increíble historia de ascenso a su inmolación.

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Y en efecto, bastaron ocho días para que la actriz pasara de ser nominada al galardón más importante del cine, de ser un fenómeno mundial aclamada lo mismo por el presidente español, que por Madonna, a ser vetada por Netflix y desconocida por el director de la película Jacques Audiard, al expresar su pérdida de confianza en la actriz, lo que se leía como una estrategia para intentar salvar algo de lo perdido en las nominaciones a los premios Oscar.

Este episodio donde la conducta de las figuras públicas en el ámbito de sus vidas privadas impacta y empaña lo que construyen en el ámbito profesional, tiene un paralelismo con los llamados ‘influencers’, oficio donde no obstante las y los jóvenes han encontrado una forma de hacer dinero fácil sin tener que gozar de un legítimo prestigio, cada vez más las empresas echan mano de éstos para posicionar marcas, productos o campañas publicitarias.

Si bien no podemos comparar el gran trabajo de una actriz como Karla Gascón, con las pocas virtudes que suelen distinguir y requerir los ‘influencers’ para tener éxito, lo que sí tienen en común es que se trata de personalidades que al margen del esfuerzo o méritos que hayan invertido para hacerse figuras públicas, como tal están obligadas a mantener comportamientos si no éticos o necesariamente ejemplares, por lo menos que no puedan ser socialmente cuestionados ni por sus actividades públicas ni privadas en tanto de su imagen pende el prestigio de empresas que han apostado por su capacidad de influencia.

El problema es que al igual que sucedió con Karla Sofía Gascón, los ‘influencers’, al tratarse de personas públicas en quienes algunas empresas depositan su confianza e inversión, cuando realizan actos reprobables, no sólo impactan sus prestigios personales, sino que como efecto dominó se llevan entre las patas la reputación de quienes vieron en sus millones de seguidores una oportunidad para fortalecer y posicionar marcas.

¿Pero bajo qué parámetros una empresa decide que tal o cual 'influencer' será contratado para promover sus marcas? ¿Fama, seguidores, valores que difunde?

Hacerse esa pregunta no debería ser una decisión menor si se ponderara que lo que realmente se está poniendo en manos de una persona cuando se vuelve la imagen de una marca, son años y millones de dólares invertidos en construir una reputación positiva de las empresas, y tal responsabilidad no admite márgenes de error de haberlo puesto en manos de personas cuya conducta y estabilidad emocional podría ser impredecible.

Contrario a las estrictas reglas y políticas de reclutamiento que suelen implementar las empresas para garantizar que desde los CEO y hasta sus vendedores tengan los mejores perfiles no sólo profesionales, sino lo emocionalmente más estables posibles, en las estrategias de marketing suelen pasar por alto exigir garantías para que quienes habrán de ser portavoces del valor de sus marcas, no terminen hundiéndolas.

Y es que tampoco se trata de que si no se puede tener personajes de la talla y prestigio de Lorena Ochoa, el Checo Pérez o Guillermo del Toro, por mencionar algunos, se vaya al otro extremo de recurrir a los autollamados 'influencers' que sin poder generalizar, muchos son jóvenes que en la vida real no habrían conseguido el reconocimiento ni de sus propias madres, pero que en la vida digital son auténticos rock stars que han logrado de forma relativamente fácil ganar mucho dinero y, con ello, que su ambición cruce líneas que los vuelve de alto riesgo.

Evidentemente la “imperfección moral” no es exclusiva de los 'influencers', es propia de la humanidad, y no son pocos los deportistas, actores y toda clase de personalidades famosas que se han cargado millonarias pérdidas y el prestigio de sus patrocinadores por realizar conductas en su ámbito privado, con las que ninguna marca querría que se les identificara.

Hay que recordar cuando a finales de 2024, en un hecho poco común dentro de la televisión, varias marcas que patrocinaban el reality show “La casa de los famosos México” tuvieron que desvincularse públicamente del mismo por considerar que la conducta y declaraciones de sus integrantes no era acorde con los valores promovidos por sus empresas.

La necesidad de posicionar y diferenciar las marcas ha generado que en el mundo del marketing se sustituya el valor del talento, y del prestigio real, por el valor de los likes y los seguidores baratos, aunque ello se vuelva una trampa que resulte contraproducente.

Hoy en México hay dos casos graves de jóvenes auto llamados 'influencers', uno de 27 años y otra de 17, ambos con millones de seguidores en redes, y ambos metidos en la cárcel; él por intento de feminicidio y ella por intento de homicidio. ¿Generar influencia de qué?

Y es que, si se analiza el catálogo de 'influencers' que manejan las agencias, estos no tienen mayor oferta de valor que los seguidores e interacciones que pueden generar. Por tanto, las empresas terminan endrogando su propia imagen por apostar en la imagen de personas que no tienen mayor antecedente de ética, talento o respetabilidad, solo followers.

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Lo paradójico es que mientras las empresas, por un lado, invierten en que sus áreas de sustentabilidad impulsen proyectos de impacto positivo y adopten más y mejores prácticas, en aras de fortalecer una imagen socialmente responsable, por el otro, sus áreas de marketing lanzan estrategias sin mayor objetivo que posicionar, sin cuestionar la integridad del cómo.

Ser un factor de influencia, como todo poder, requiere ejercerse con responsabilidad, pero las empresas no pueden exponerse a encomendar el posicionamiento de sus marcas, en quienes no sea claro que asimilen el tamaño de la responsabilidad que se les pone en las manos.

No se trata de estigmatizar a los 'influencers' sino solo, conforme a los precedentes, alertar sobre los riesgos de tomar a la ligera las estrategias de posicionamiento de las marcas sin garantizar que también estén articuladas con los valores de la empresa porque, cualquier paso en falso, hará vigente la advertencia del empresario Warren Buffet en cuanto a que se necesitan 20 años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla.

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Nota del editor: Jaime Talancón es abogado y politólogo, consultor en prevención de riesgos políticos y reputación. Síguelo en X como @_talancon_ Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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