El cobre es el metal del momento. Su precio ha aumentado, su demanda sigue en ascenso y su importancia en la industria es innegable. Sin embargo, no podemos ser ingenuos: el panorama no es optimista. La amenaza de aranceles, particularmente desde Estados Unidos, ha generado incertidumbre en el mercado y podría desencadenar efectos devastadores.
El mercado global del cobre ante la amenaza de nuevos aranceles

Más que un simple metal, el cobre es un recurso estratégico. Su papel en la electrónica, la construcción y la transición hacia energías renovables, lo convierte en un insumo esencial para el desarrollo económico y la seguridad nacional de algunos países. De manera que, esto no es solo una cuestión de mercado, sino de geopolítica.
El nacionalismo y el proteccionismo en Estados Unidos parecen estar tomando cada vez más fuerza, y se convierten en banderas que justifican cualquier tipo de medidas para no depender de otros. Y aunque entiendo las razones de nuestro vecino del norte no se puede negar que este cambio de mentalidad está generando efectos que deberían preocuparnos.
Primero, está el tema del acaparamiento. Es lógico que las empresas quieran protegerse contra posibles aumentos de precios o restricciones en el suministro. Pero esta práctica, lejos de ser una solución, puede generar distorsiones serias en el mercado. Al final, lo que parecía una estrategia inteligente para protegerse podría convertirse en un problema más grande a largo plazo.
Luego está la especulación. Cuando los inversionistas inflan el precio del cobre sin estar involucrados directamente en su producción o consumo, lo que hacen es crear una burbuja; y claro, esto no solo pone en peligro la estabilidad del mercado, sino que complica la planificación industrial. Sin contar con que puede incitar a los inversionistas a tomar decisiones arriesgadas o equivocadas.
Amenaza de aranceles
La administración de Donald Trump dejó claro que los aranceles seguirán siendo un arma de presión, sin importar los efectos que esto tenga. Si al final decide imponerlos sobre las importaciones de cobre, la cadena de suministro en América del Norte no tardará en sufrir las consecuencias, y no de manera positiva. Por ello, nos tendríamos que estar preparando para lo peor.
Pienso en el aumento de los costos de producción en sectores clave como la industria automotriz y las energías renovables. El cobre es esencial para estas, y si su precio sube, lo que va a pasar es que la innovación se va a frenar justo cuando más necesitamos avances en tecnologías limpias para hacer frente a los retos del cambio climático. Es un contrasentido, ¿no lo creen?
Además, si el precio del cobre sigue subiendo, nos enfrentamos a un escenario en el que muchas plantas podrían tener que cerrar. Eso implicaría despidos.
No podemos pasar por alto el tema de la redirección del comercio. México y Canadá, que siempre han tenido una relación tan estrecha con el mercado estadounidense, estarían obligados a buscar nuevos socios, como China o Unión Europea. Esto cambiaría las dinámicas comerciales y, además, pondría en riesgo acuerdos como el T-MEC.
Y, por supuesto, están los consumidores. Desde teléfonos hasta autos eléctricos, cualquier producto que lleve cobre en su fabricación se encarecería. Este aumento de precios no sólo impactaría a las familias, sino que también podría frenar el consumo.
¿Cuándo vamos a actuar?
La incertidumbre es, sin duda, el peor enemigo de los mercados, y la amenaza constante de aranceles solo alimenta esa inestabilidad. No podemos seguir quedándonos de brazos cruzados.
Los países productores de cobre como México, Chile y Perú tienen que empezar a diversificar sus mercados. Ya es hora de que fortalezcan acuerdos comerciales que les permitan reducir su dependencia de Estados Unidos. Y por otro lado, los grandes consumidores de cobre tienen un papel crucial: invertir en reciclaje y en hacer un mejor uso del material.
El proteccionismo no puede ser la respuesta. En un mundo globalizado, lo que necesitamos es más colaboración y apertura comercial, porque eso es lo que va a impulsar el verdadero desarrollo económico.
Ya es hora de pensar con cabeza fría. El cobre es un metal esencial para el futuro, y las decisiones que tomemos hoy determinarán qué tan importante será en la economía mundial de mañana. Exijamos políticas responsables que nos garanticen estabilidad y crecimiento.
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Nota del editor: Zulma Herrera es CEO de Mynotauro Co. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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