La inflación no es un concepto abstracto, sino una realidad que se manifiesta en el costo de los alimentos en nuestra mesa, en el pasaje del transporte público y en la viabilidad de adquirir bienes y servicios. Como consumidores, e incluso analistas y expertos de industria, tendemos a generalizar cuando hablamos del alza en los precios; sin embargo, la inflación es mucho más compleja que un solo número ( +3.51% a julio de 2025 ), y es necesario analizarla y descomponerla a detalle.
- La inflación subyacente (+4.23%), que mide la variación de precios en bienes y servicios menos volátiles como alimentos procesados y servicios, actúa como el termómetro más estable de la tendencia inflacionaria. Es el pulso constante que afecta nuestros gastos cotidianos más ineludibles: la comida, la educación y la salud.
- Por otro lado, la inflación no subyacente (+1.14%), marcada por la volatilidad de los energéticos y productos agropecuarios, puede generar picos drásticos debido a fenómenos climáticos o conflictos geopolíticos, impactando directamente en la cadena de producción y, por ende, en el precio final de casi todo lo que consumimos. De ahí que sea noticia constante el alza del jitomate (+10.03% en mayo), del limón (-10.48% en julio) y otros productos cuyos precios se vuelven tendencia y un verdadero escándalo entre toda la población por sus subidas y bajadas.
El consumidor racional y la reacción de la industria
En el presente año, la persistencia de una inflación subyacente elevada sigue erosionando gradualmente el ingreso disponible. Aquí es donde entra en juego la resiliencia del consumidor mexicano, quien, según diversos estudios, se ha vuelto "cada vez más racional". Existe un claro "techo de tolerancia al alza", con un 64% de los consumidores comparando los precios actuales con los niveles prepandemia, evidenciando una memoria económica aguda y una mayor exigencia.
Por su parte, las empresas han tenido que replantear sus estrategias, pues la mayoría de los ejecutivos reconoce que subir precios "ya no es una palanca viable para impulsar ingresos". La era de trasladar indiscriminadamente los costos al consumidor ha llegado a su fin.
Ante esta realidad, la innovación surge como la estrategia clave. Según expertos, más del 70% de las compañías están priorizando “la mezcla” de productos sobre el alza de precios, buscando la "premiumización" combinada con propuestas de valor ajustadas a un consumidor más cauteloso.
La inversión en innovación de productos es una prioridad para 8 de cada 10 empresas que buscan sortear la desaceleración del consumo. Esto significa que como consumidores, podemos esperar nuevas ofertas con una mejor relación calidad-precio o versiones mejoradas de productos existentes que justifiquen su costo. Además, la eficiencia operativa se ha vuelto un pilar fundamental, con más del 60% de las empresas aumentando su inversión en automatización e inteligencia artificial. Estas herramientas, especialmente la IA generativa, se perfilan como aliadas para optimizar procesos y, en última instancia, contribuir a la estabilidad o incluso (al menos teóricamente) a la reducción de precios.