Ya no es novedad comentar que el mundo se enfrenta a un Donald Trump 2.0. Una versión recargada de la que vimos en 2016. Sin embargo, poco o nada se habla en México sobre cómo las empresas, tal cual pasa con los gobiernos, ajustan y afinan sus estrategias para navegar con éxito las convulsas aguas de la geopolítica global, agitadas por la intensa política comercial del presidente estadounidense.
¿Por qué importa la Diplomacia Empresarial en la era de Trump 2.0?

Hasta ahora las empresas con presencia en múltiples países, e incluso continentes, habían disfrutado de oportunidades de expansión sin precedentes, pero desde enero de 2025 también enfrentan una creciente exposición a riesgos políticos, regulatorios y culturales que trascienden fronteras. Cada país y región (por hablar de Europa) cuida sus propios intereses, y eso impacta en las organizaciones.
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La complejidad no se limita a cumplir regulaciones locales o adaptarse a las culturas donde operan. Hoy, las empresas están insertas en escenarios geopolíticos cada vez más inestables, donde un golpe de timón en una potencia puede desatar impactos en cascada que comprometan operaciones en distintos continentes.
Así, lo que ocurre en Washington, Bruselas o Beijing repercute de inmediato en la continuidad de negocios, la confianza de inversionistas y la estabilidad de las cadenas de suministro en todo el mundo.
De hecho, 84% de los directores de empresas en México y Brasil están de moderada a extremadamente preocupados por las consecuencias de los nuevos aranceles en sus operaciones y, por tanto, en sus ventas. Según datos de una consultora internacional, más empresas están adoptando una postura defensiva en este nuevo escenario.
Por ello, en cada punto donde se localice un fragmento del proceso productivo, es indispensable contar con profesionales que conozcan las leyes locales y dominen las dinámicas políticas entre países. Estos perfiles deben ser capaces de traducir amenazas y oportunidades en estrategias concretas de protección empresarial.
De allí surge la necesidad de la Diplomacia Empresarial, un concepto relativamente nuevo que, si bien comparte fundamentos con los Asuntos Públicos, va mucho más allá de la gestión de intereses corporativos ante gobiernos. La Diplomacia Empresarial consiste en influir legítimamente en entornos políticos y regulatorios para reducir vulnerabilidades, salvaguardar inversiones y garantizar la viabilidad de los negocios (y con ello del empleo y las economías nacionales) frente a turbulencias externas.
A diferencia de la diplomacia tradicional, que se reserva a los Estados, la Diplomacia Empresarial se despliega desde las empresas hacia múltiples actores nacionales e internacionales. Su alcance requiere habilidades propias del profesional de la incidencia: lectura profunda de narrativas políticas, conocimiento de dinámicas de bloque y capacidad de activar protocolos similares a los de los gobiernos para asegurar resultados favorables.
Durante su segundo mandato, Donald Trump ha confirmado que la política puede convertirse en un factor de riesgo inmediato para las empresas. Decisiones como la imposición de aranceles, la revisión de tratados comerciales o el freno a megaproyectos de inversión han mostrado que, en cuestión de semanas, se pueden comprometer modelos de negocio que parecían sólidos.
Ante esta realidad, la función del diplomático empresarial deja de ser opcional y se convierte en un mecanismo de protección indispensable, un imperativo de negocio.
Hoy, ninguna gran empresa —y tampoco las medianas con vocación internacional— puede darse el lujo de prescindir de la diplomacia empresarial, que se convierte en el escudo frente a un entorno donde la volatilidad ya no es excepción sino regla.
Porque si algo es seguro en esta era de Trump 2.0 y en el mundo multipolar actual, es que la estabilidad ha dejado de ser la norma. Y sólo aquellas organizaciones que inviertan en fortalecer su capacidad diplomática estarán mejor protegidas para navegar las tormentas que vienen.
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Nota del editor: Marilyn Márquez es directora de Asuntos Públicos en ágora y experta en estrategias tanto globales como nacionales de Advocacy, Reputación Corporativa y Relaciones Institucionales para industrias altamente reguladas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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