La psicología de la privacidad en la era del Internet de las Cosas
Un reciente documento filtrado por WikiLeaks, supuestamente de la CIA, afirmaba que la agencia podía hackear televisores inteligentes y ponerlos en un “falso apagado” mientras las conversaciones privadas del propietario eran grabadas y enviadas a un servidor encubierto.
Aunque muchos se sorprendieron, en 2013 CNN reportó una falla en los televisores de Samsung que permitía a los piratas informáticos encender remotamente las cámaras de los televisores sin el conocimiento del propietario.
Pero lo expuesto por WikiLeaks de un posible espionaje de la CIA pone de manifiesto la desintegración de las caras ideas de la privacidad doméstica al entrar en la era del Internet de las Cosas - un mundo donde muchos, si no todos, los objetos que nos rodean son "inteligentes" (y por lo tanto, accesibles a los hackers).
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¿Estamos preparados para la informática omnipresente y su malvada gemela, la vigilancia omnipresente?
Previendo este futuro, el proyecto denominado Helsinki Privacy Experiment exploró las consecuencias psicológicas a largo plazo de la vigilancia en el hogar. Aunque los participantes respondieron a la intrusión constante de una cámara en su espacio privado cambiando su comportamiento para ganar el control de cuándo podrían ser grabados, con el tiempo, simplemente se acostumbraron a la cámara.
Resulta que la privacidad, después de todo, acaso no sea tan valiosa.
El ojo vigilante
Los investigadores comenzaron su experimento de 12 meses colocando "sistemas de observación del comportamiento" en 10 hogares.
Las tecnologías cumplían dos funciones: funcionaban como centros multimedia, equipados con televisores, reproductores DVD y acceso a WiFi; y recolectaban, almacenaban y transferían los datos de la red así como el audio y el video recogidos por las cámaras colocadas en las casas.
En estos hogares “intervenidos” vivían 12 personas, la mayoría de veintitantos años, aunque una persona de 60 años también se ofreció como conejillo de indias. Cinco eran mujeres, siete hombres. Seis eran estudiantes, tres tenían trabajos a tiempo completo, una estaba desempleada, una estaba en licencia de maternidad y una estaba parcialmente jubilada.
Cada mes, los participantes respondieron a cuestionarios, y después de seis meses, los investigadores los entrevistaron. Ninguno de los voluntarios declaró sentirse estresado, pero algunos dijeron estar molestos, ansiosos e incluso furiosos por la vigilancia.
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Específicamente, dijeron que ser grabados en video mientras estaban desnudos o sostenían relaciones sexuales les molestaba, y no poder encontrar la soledad y el aislamiento en sus propios hogares había alterado sus vidas.
Entre las preocupaciones más graves de los participantes estaba la posibilidad de que otras personas vieran los videos. En particular, algunos temían que el material fuera editado con alguna intención de tergiversar sus actos. Dijeron que les haría muy infelices si las imágenes privadas fueran mostradas a las autoridades, sus amigos y sus empleadores.
Durante el experimento, todos menos un participante comenzaron a adoptar comportamientos de "búsqueda de privacidad": suspender por completo alguna actividad favorita, u ocultarla de los sensores. Para evitar que rastrearan sus búsquedas en Internet (una vigilancia que molestó tanto a los participantes como la de las cámaras) algunos empezaron a visitar ciber-cafés.
Aunque en los primeros días a todos los participantes les preocupaba la experiencia, tras meses de observación, 10 de 12 reportaron haberse acostumbrado a la falta de privacidad.
¿La invasión tecnológica de la privacidad es igual al vecino entrometido que todos aprendemos a evitar?
Siempre ha habido vigilancia, reconoce Antti Oulasvirta, autor principal del Helsinki Privacy Experiment.
Los vecinos siempre han sido testigos de algunos de nuestros momentos privados, y "las personas con las que vivimos siempre nos vigilan de alguna forma", dijo Oulasvirta, profesor asociado que enseña ciencia cognitiva, modelado, desempeño humano y experiencia en la Universidad Aalto en Finlandia. Sin embargo, hay grandes diferencias entre los vecinos humanos o nuestras parejas y los sistemas tecnológicos capaces de observar y registrar nuestros momentos privados.
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"Con un vecino y con la pareja, puedes negociar, puedes decir, 'por favor no hagas eso'. O puedes cerrar las persianas ", señaló. "Pero con la tecnología, no puedes hacer eso".
Oulasvirta también reconoce que las violaciones tecnológicas a la privacidad no son nada nuevo. Las preocupaciones sobre esta posibilidad "comenzaron con Internet a finales de los años 90, cuando había cookies y la gente comenzaba a ser rastreada, y empeoró con los teléfonos inteligentes", dijo. "Y ahora tenemos televisores inteligentes, y eventualmente tendremos IOT": el Internet de las Cosas.
Aunque no hay un mapa real para el futuro, la historia de las "cookies" ofrece algunas ideas que nos podrían servir.
Los años olvidadizos
En los primeros años de Internet, los sitios web no recordaban a los usuarios. Cada vez que ibas a una página diferente, un sitio web te olvidaba a ti y a cualquier acción que hubieras tomado. Naturalmente, esto tenía inconvenientes reales.
"Es como hablar con alguien con Alzheimer. Cada interacción hace que tengas que presentarte de nuevo, y de nuevo, y de nuevo", escribió en un blog el programador de Netscape Lou Montulli. Para solucionarlo, Montulli ideó almacenar datos - una cadena corta de texto único denominado "cookie" - en el disco duro de un usuario para que un sitio web reconociera el dispositivo cada vez que un usuario lo visitara.
En otoño de 1994, Netscape lanzó su nuevo navegador, completado con las especificaciones de cookies escritas por Montulli. Al cabo de un año, el navegador se había vuelto el más popular del mundo.
Pronto, otros programadores comenzaron a hacer uso de las cookies de maneras imprevistas. "La mayoría de esos usos eran fantásticos, pero otros eran preocupantes", escribió Montulli.
Por ejemplo, los editores en línea empezaron a contar lectores únicos, mientras que los anunciantes comenzaron a rastrear el comportamiento en línea para adaptar sus anuncios a los gustos altamente específicos de los consumidores.
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Hoy por hoy, la comunidad empresarial en general concuerda que el seguimiento o rastreo en Internet es esencial, según un informe escrito para la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos. Y como esta forma de publicidad basada en la conducta a menudo paga las facturas, algunas personas incluso argumentan que beneficia a la mayoría de nosotros que preferimos no pagar por navegar por Internet. Además, las políticas de seguimiento se explicitan en los acuerdos que todos aceptamos (sin leer).
Sin embargo, de acuerdo con el Pew Research Center, nueve de cada 10 adultos creen que han perdido el control de cómo su información personal es recolectada y usada. Y aunque poco más de la mitad de los estadounidenses consideran que las cámaras de vigilancia en el trabajo son aceptables por motivos de seguridad, solo una cuarta parte considera aceptable que los "termostatos inteligentes" de sus casas recopilen datos sobre sus vidas, según Pew.
Pensamientos futuros
De cara al Internet de las Cosas, la mayoría de los expertos en tecnología predicen que, a medida que nuestras casas (desde los televisores a las muñecas y juguetes aparentemente inocuos) ganen la capacidad de vernos y potencialmente grabarnos, todas nuestras antiguas nociones de privacidad desaparecerán.
Como sugiere Oulasvirta, utilizando cookies y hacks de espionaje en nuestros teléfonos inteligentes, las empresas y los gobiernos han encontrado formas de monetizarnos o vigilarnos para sus propios fines. ¿Por qué pararían ahora?
Mientras tanto, se nos dice que esta "vigilancia omnipresente" surge principalmente de nuestras propias elecciones "voluntarias". Después de todo, somos nosotros los que compramos televisores con conexión a Internet y hacemos clic en el botón "Acepto" de los acuerdos de privacidad y divulgación de información.
Con todo, los sistemas operativos estándar de los teléfonos inteligentes no te permiten elegir protecciones para evitar ser vigilado, observó Oulasvirta.
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Al mismo tiempo, Lorrie Cranor, profesora de informática e ingeniería y política pública en la Universidad Carnegie Mellon, se pregunta "cuán voluntarias son nuestras elecciones de usar computadoras y teléfonos móviles conectados a Internet en la sociedad actual".
Pues muchos puestos de trabajo - los que precisan el uso de un teléfono o computadora de la empresa - requieren estar en línea, advirtió. Incluso las escuelas exigen cada vez más que los estudiantes permanezcan conectados.
"Con el Internet de las cosas, la gente tiene la sensación de que hay cierta problemática en la privacidad, pero no creo que realmente entiendan qué datos se están recopilando, o cómo o por qué", dijo Cranor.
Aunque no es psicóloga, Cranor ha realizado numerosas investigaciones conductuales para entender mejor "la privacidad y la seguridad aprovechables". Por ejemplo, uno de sus estudios sobre el arrepentimiento descubrió que era más probable que la gente que hablaba con alguien en persona se sintiera mal por ser crítica, pero en Twitter era más probable que lamentaran haber dicho demasiado.
null"Hace unos años hicimos estudios sobre el seguimiento publicitario, y la gente no sabía que se estaba dando" de la forma tan intensa como se da, dijo Cranor, quien también ha trabajado como tecnóloga jefe en la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos. "La gente decía: ‘Vaya, parece que lo están haciendo a mis espaldas, no sabía que esto estaba pasando, es realmente aterrador’".
Ella cree que las personas están cada vez más conscientes de la vigilancia, pero el grado que ésta alcanza todavía sorprende a muchos. De cara a un futuro con hogares llenos de dispositivos inteligentes, espera "que la gente se pregunte y no sepa realmente cuándo está siendo rastreada".
De acuerdo con su investigación, las personas lidiarán con el tema de diferentes maneras. Algunos responderán cediendo. "Básicamente dicen, ‘no hay nada que podamos hacer, hemos perdido toda privacidad. No puedo vivir mi vida sospechando todo el tiempo, así que no voy a preocuparme por eso'", dijo Cranor.
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En el otro extremo del espectro están los que dicen que simplemente evitarán Internet, las redes sociales, la banca en línea y cualquier tipo de actividad que pueda dar lugar a la vigilancia.
La mayoría de las personas cae en algún punto intermedio, elegirán algunos puntos focales para preocuparse – las redes sociales, por ejemplo - y no pensarán en lo demás, apuntó Cranor.
"También hemos visto que la gente se preocupa cuando no saben quién está viendo", dijo. "La incertidumbre y lo que la gente imagina a menudo es peor que lo que realmente está sucediendo. Pero no siempre".
A veces, en efecto, es peor de lo que la gente imagina, y las posibles consecuencias podrían ser también peores. Después de todo, los datos impersonales en una base de datos - "no tu imagen ni tu video" - siempre se pueden sacar de contexto, explicó Cranor. Un patrón de compra completamente inocuo podría ser presentado en una manera que pareciera que hiciste algo malo.
"Hay escépticos que dicen que la invasión de la privacidad realmente no lastima a nadie”, agregó Cranor. “Ellos dirán: ‘Si no tienes nada que ocultar, no tienes nada de qué preocuparte’. Pero yo no estoy de acuerdo, creo que la gente se ve afectada de una manera seria. Estos temores respecto a la privacidad son muy reales”.
'Privacidad visual'
Según Bob Briscoe, jefe investigador en sistemas de comunicaciones en Simula Research Laboratory, la mayoría de nosotros hemos tenido incontables experiencias benignas cada vez que hemos renunciado a nuestra privacidad.
Estas numerosas experiencias nos han enseñado que la revelación de información privada permite que las organizaciones comerciales y públicas hagan nuestras vidas más fáciles atendiendo nuestras necesidades.
Rara vez ocurre un problema. En consecuencia, nos confiamos, y esto conduce a una falta general de preocupación por nuestra privacidad.
"Sin embargo, una vez que la información se entrega, nunca puede ser retirada", señaló Briscoe. "Veo la historia (por ejemplo, el macartismo), y considero la posibilidad de un futuro donde aquellos con poder tomen el control de la información sobre nosotros almacenada muchos años antes, información que no advertimos que fuera tan reveladora cuando la entregamos. Por ejemplo, ¿cómo podría saber que mis movimientos oculares registrados revelarían tanto sobre mi ser interior?"
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En opinión de Oulasvirta, cuando se trata de las consecuencias de las invasiones de privacidad no cabe la especulación. "Si tienes vigilancia, no hay efectos positivos reportados", dijo.
Como explica Nancy M. Wells, psicóloga ambiental de la Universidad de Cornell, "desde la perspectiva de la psicología ambiental, la privacidad es el control del acceso al yo". Y añadió, "a menudo pensamos en la privacidad como la regulación de la interacción social, así como la regulación del acceso al yo".
La psicología ambiental identifica varias dimensiones de la privacidad: la soledad, la reserva (la capacidad de limitar lo que decimos a los demás), el aislamiento (la capacidad de controlar nuestra distancia física de los demás), el anonimato (la capacidad de alejarse de las presiones sociales y recuperarse de lesiones sociales) y la intimidad.
Según Oulasvirta, "la vigilancia potencialmente ataca todas (estas dimensiones), está atacando los cimientos sociales y psicológicos de los humanos".
Wells detalló en ese sentido que un aspecto es la “privacidad de la información”, pero un aspecto más impactante es la "privacidad visual".
No ser capaz de controlar quién tiene acceso visual a nosotros puede conducir al retraimiento social, dijo. Por ejemplo, la investigación de personas que viven en condiciones de hacinamiento, que tienen poca posibilidad de controlar las interacciones con otros, muestra que algunos responden retrayéndose, aislándose.
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"La incapacidad de regular el acceso al yo debido a la vigilancia podría tener un efecto similar", dijo Wells, quien también señaló que la naturaleza impredecible o "desconocida" de la vigilancia es una consideración importante.
"Mi opinión es que la incertidumbre de si uno está siendo observado dará lugar a estrés, que, con el tiempo, podría erosionar la salud mental", apuntó Wells, agregando que "la necesidad de estar siempre alerta es cognitivamente agotadora" también. El resultado, con el tiempo, sería la fatiga mental "caracterizada por la dificultad para concentrarse y la irritabilidad".
"A nivel personal, podrías ser menos eficiente en el trabajo", dijo la psicóloga. "Este tipo de irritabilidad podría tener implicaciones para afrontar las cosas del mundo e interactuar con la gente - no sentirse paciente bajo ninguna situación".
Al sospechar la invasión de la privacidad en nuestros propios hogares, podríamos todos volvernos un poco más fríos, reacios a extender una mano amiga.
"Por otro lado, los seres humanos se adaptan - a menudo a cosas que no son buenas para nosotros - por lo que en última instancia, podemos llegar a habituarnos a la vigilancia y a las violaciones de la privacidad", dijo Wells. "Aunque espero que no".
Para Oulasvirta, la pregunta más importante sobre la privacidad es simple: ¿qué vamos a hacer al respecto?
"Es una pregunta realmente complicada porque estamos hablando de un sistema sociotécnico muy complejo, que implica normas sociales y legislación y nuestras prácticas y nuestros hogares, los dispositivos electrónicos e Internet", dijo.
En el experimento de privacidad, Oulasvirta y sus colegas encontraron que podrían reducir la amenaza percibida a la intimidad simplemente comunicando las intenciones e identidades de los responsables de la vigilancia.
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Sobre la base de este hallazgo, si a las personas se les informa "de una forma fácilmente digerible" cómo, cuándo y quién va a recopilar datos cuando compran un aparato inteligente, eso podría mitigar el posible lado negativo de la vida inteligente.
"Crear una especie de etiquetado de ingredientes para la TI", sugirió Oulasvirta. "De esta manera, los consumidores podrían anticipar lo que va a pasar cuando compran el dispositivo".
"Pero eso es un pequeño parche, y en realidad no soluciona el problema", dijo, agregando que en su experimento, todos se habían ofrecido como voluntarios. Pero en el mundo real, compras un televisor "y viene con vigilancia. Nadie se ofrece voluntario para eso".
Reflexiona sobre el hecho de que en su experimento, incluso las personas más críticas y preocupadas por las invasiones de la privacidad terminaron adaptándose a ella.
"Esto es lo que ha estado ocurriendo con Internet y el smartphone y las redes sociales... y tal vez ocurra con el Internet de las Cosas", expuso Oulasvirta. A pesar de la falta de preocupación revelada tanto en su experimento como en el mundo en general, el experto cree que aumentará la frecuencia de los problemas vinculados a la privacidad.
"Hay enormes mejoras en nuestra capacidad de fabricar video y fabricar voz", concluyó Oulasvirta. Los datos recopilados pueden ser usados para generar un video donde tú estés hablando "y se vería auténtico; esto está sucediendo ahora, y dentro de cinco años será aún más sofisticado".