A partir de 2018 el interés de las empresas y usuarios por detener las crecientes amenazas de ciberseguridad les hizo voltear a ver a los sistemas automatizados, y en teoría más inteligentes, que el análisis manual para detectar y detener ciberataques basándose en datos y analítica en tiempo real de lo que ocurre en los sistemas. Pero ¿qué pasa si el sistema es alimentado de pronto con datos que jamás había visto o con un ambiente de riesgo diferente al que conoce, como el COVID-19?
Si bien desde hace un par de años el uso de la inteligencia artificial (IA) se colocó como la tercera tecnología prioritaria de las empresas para detener hackeos y 61% de las empresas en Estados Unidos advirtieron que no podían detectar este tipo de amenazas sin la ayuda de IA, según datos de Capgemini, hoy a causa del COVID-19, muchos de estos sistemas se están alimentando de datos, búsquedas y comportamientos digitales de los usuarios que nunca habían analizado, por lo que la eficacia de los sistemas para detectar y detener un ataque hoy se ha visto reducida.