Lagarde, quien asume el cargo que deja Draghi este 1 de noviembre, podría ser la adecuada para estas circunstancias difíciles. La exlíder del Fondo Monetario Internacional y exministra de Finanzas de Francia es conocida por su agudeza política, habilidad que podría ayudar a reducir la disidencia dentro del banco central y convencer a los gobiernos para que actúen. Pero eso no significa que su éxito esté garantizado.
Luchas internas 'sin precedentes'
Draghi anunció el mes pasado que el BCE respondería a un crecimiento e inflación más débiles presionando las tasas de interés aún más hacia el territorio negativo y reiniciando su programa de compra de bonos, conocido como flexibilización cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés). Para el hombre al que ampliamente se le atribuye haber salvado el euro al prometer hacer “lo que sea necesario” en el pico de la crisis de deuda de la región en 2012, fue una despedida adecuada.
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Con una acción importante ya tomada, Lagarde tendrá algo de tiempo para habituarse al trabajo. Sin embargo, la despedida de Draghi ha abierto divisiones de larga data en el Consejo de Gobierno del BCE, donde algunos miembros consideran que la resurrección del QE es ir demasiado lejos.
"El desacuerdo público entre los miembros del Consejo de Gobierno socava la credibilidad y retará a la señora Lagarde desde el principio”, dijeron analistas del Bank of America Merrill Lynch en una nota reciente.
Las minutas de la reunión de septiembre mostraron que varios miembros se opusieron a la decisión de reiniciar las compras de bonos, en comparación con “una gran mayoría” que aprobó el recorte de las tasas de interés. Después de la reunión, Klaas Knot, jefe del banco central de los Países Bajos y miembro del Consejo de Gobierno, emitió una declaración oponiéndose al paquete como “desproporcionado ante las condiciones económicas actuales”. La alemana Sabine Lautenschläger, cuyo mandato debería haber durado hasta 2022, renunció antes de que terminara el mes.
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Carsten Brzeski, economista en jefe de ING en Alemania, describió la acritud pública en torno al paquete como algo “sin precedentes”. Uno de los logros de Draghi, dijo Brzeski, había sido conseguir que los responsables políticos del BCE hablaran con una voz unificada.
“En el periodo previo a una reunión, uno escuchaba opiniones divergentes”, dijo. “Pero una vez que se tomaba una decisión, los disidentes se quedaban callados, hasta la reunión de septiembre”.
Un factor que trabaja a favor de Lagarde: la decisión del gobierno alemán de nombrar a Isabel Schnabel como reemplazo de Lautenschläger, dijo Brzeski. Aunque los alemanes han ocupado habitualmente la posición agresiva en el BCE, históricamente Schnabel ha tomado menos posturas de línea dura y podría ser una voz “más constructiva” en la sala, observó.