"Justicia fiscal"
El lunes, antes del anuncio de Estados Unidos Le Maire ya había afirmado que "nunca" se renunciará a la tasa sobre los gigantes digitales y reprochó a Estados Unidos que no quiera un gran acuerdo internacional sobre la fiscalidad del digital.
El ministro pidió este martes de nuevo un acuerdo mundial, bajo el amparo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
"No tenemos por qué retroceder en relación a un tema que económicamente tiene sentido y que es de justicia fiscal", insistió por su parte la secretaria de estado francesa de Economía Agnès Pannier-Runacher, que recordó que esa tasa "no está dirigida contra las plataformas numéricas estadounidenses", sino que se aplica igualmente a las plataformas francesas.
El anuncio de las autoridades estadounidenses es consecuencia de una investigación abierta en julio del año pasado por el USTR y la propuesta todavía tiene que recibir el aval del presidente estadounidense Donald Trump. Si entrara en vigor se añadiría a otros aranceles contra productos franceses aplicados por Estados Unidos debido a una batalla comercial que implica al constructor aeronáutico Airbus.
En Londres, Trump, que participa en una cumbre de la OTAN, ha expresado claramente su objetivo: "no estoy especialmente enamorado de esas empresas (digitales), pero son nuestras, son compañías estadounidenses, y yo quiero gravarlas con impuestos, no quiero que Francia les aplique impuestos", afirmó.
La tasa francesa a los servicios digitales impone un impuesto de cerca del 3% del volumen de negocios en Francia de estas compañías. Esta normativa permitirá que las arcas francesas se embolsen 400 millones de euros (443 millones de dólares) anuales, una cifra que puede parecer irrisoria si se compara con los 55,000 millones de dólares de beneficios anuales de Apple, pero que ha bastado para crear este malestar bilateral.
El impuesto afecta a compañías que obtienen ingresos anuales de al menos 750 millones de euros (unos 830 millones de dólares) en sus actividades digitales mundiales.
Dicha tasa se aplica a los ingresos y no a los beneficios, que los gigantes tecnológicos suelen declarar en países con bajos impuestos como Irlanda, una práctica que cada vez irrita más a los gobiernos en Europa.
El mes pasado, el encuentro de ministros del G20 en Washington abrió el debate sobre un sistema internacional para tasar a las multinacionales tecnológicas que la OCDE espera ver entrar en vigor en junio, y que es considerado un desafío clave para adaptar la fiscalidad mundial a la digitalización de la economía.