En México, el segmento de lujo está conformado por 48 propiedades que concentran más de 5,400 habitaciones, de acuerdo con un análisis de la firma HVS con datos al cierre de 2019.
Con tarifas promedio en un umbral de entre 500 y 800 dólares la noche, la firma apunta a que este no es el único parámetro para que un complejo sea considerado premium, ya que los turistas buscan una ubicación que les diferencie ampliamente respecto de la oferta tradicional, además de un producto y nivel de servicio que idealmente persiguen los mismos estándares.
Borja Escalada, CEO de RLH Properties (que opera inmuebles como el Fairmont Mayakoba), considera que estos elementos empujarán a una recuperación más veloz del segmento, pero a la vez supondrá un desafío definir los estándares que los nuevos consumidores estarán buscando.
“Una crisis financiera supone una desafortunada situación que afecta a todos, pero tiende a afectar más al segmento del turismo más masivo, mientras que al más selectivo le afecta menos, normalmente (…) El turista de lujo ya ha venido cambiando en los últimos años. Los millennial y la generación Z buscan un mayor contacto con comunidades y con la naturaleza para crear un vínculo emocional, pero eso ahora se verá influenciado por la calidad sanitaria y el riesgo frente a un rebrote del coronavirus”, explica.
Alberto Ramírez, CEO de Hamak Hotels, considera que los destinos que se hallan alejados de la ciudad y en espacios abiertos tendrán el mayor atractivo para los turistas, quienes buscarán espacios menos masificados. Un factor que tiende a ser una oportunidad para los complejos con habitaciones limitadas.
“Este nicho de lujo ya estaba buscando esta parte de naturaleza, de experiencia, estar en contacto con la comunidad. Los clientes no te pagaban por la instalación sino por la puesta del sol, el paisaje. Es la tendencia que estaba y esto lo acelerará un poco”, afirma.