La premisa de que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) funcione como una empresa más del mercado eléctrico, plasmada en la reforma energética del sexenio anterior, quedó atrás. El gigante estatal se ha convertido en el nuevo eje rector y tomador de decisiones dentro de la política del sector, apoyado en el objetivo presidencial de regresar el poder a las empresas productivas del Estado. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha volcado su discurso en materia energética a un ataque constante a la inversión privada, sobre todo, en el ramo eléctrico, y a la defensa de Pemex y la CFE. Y detrás de esta última, la presencia de Manuel Bartlett, su director, ha jugado un papel clave en el discurso ideológico del presidente.
Bartlett, un exmilitante priista y sin un pasado empresarial, concibe la política energética de la misma manera que López Obrador: el Estado debe regir sobre todas las actividades relacionadas con el mercado energético, por encima de los negocios privados y que involucran capital extranjero.
Hasta ahora, todos los movimientos en el sector –que han llegado a modificar leyes secundarias– han ido encaminados a recuperar el mercado que la CFE perdió en los últimos años, incluso antes de la reforma energética. La administración ha limitado, de paso, la inversión extranjera y la generación eléctrica con renovables.