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Nearshoring: entre la utopía económica y la realidad laboral

La verdadera promesa de la relocalización de plantas de manufactura no radica en los montos de inversión, sino en la posibilidad de mejorar la calidad de vida de miles de trabajadores.
lun 14 agosto 2023 06:00 AM
Nearshoring: entre la utopía económica y la realidad laboral
La más reciente ola de esta tendencia está abriendo una nueva oportunidad para México de captar empleos de mayor valor agregado y menos labores repetitivas, lo que contrasta con los primeros empleos atraídos por el país en los años 90 con la apertura económica a través del TLCAN.

"Tenía un dolor constante en el hombro que crecía cada vez más", narra Carlos M., mientras intenta levantar el brazo para mostrar lo difícil que le es todavía realizar esa acción tan simple. "Al final, ya no se quitaba con fármacos". El trabajo repetitivo para cumplir con los ciclos de producción en la fábrica armadora en la que trabaja, que no pueden durar más de 56 segundos cada uno, ya le pasaron factura a su cuerpo. En la industria automotriz, los tiempos son rigurosos.

Hace 13 años, Carlos M. se hizo una primera operación en la que le colocaron cuatro anclas roscadas de titanio con una especie de hilos amarrados a los tendones de su hombro derecho, que le permitió recuperar 70% de la movilidad. Pero, en abril de este año, tuvo una segunda operación; esta vez fueron dos anclas en el otro hombro, el izquierdo, por la misma razón: desgaste en la articulación por la repetición en su trabajo.

Carlos M., de 44 años, trabaja desde hace dos décadas para una armadora de pickups, en donde, tras su paso por el área de ensamble final, de la que salen cerca de 720 camionetas al día, tenía que mover bruscamente los brazos para supervisar que no hubiera ruidos y rechinidos. No había en los autos, pero en su cuerpo sí.

“Uno podría decir que es fácil poner un tornillo o ensamblar tal pieza, pero no es así, es el trabajo más pesado de todo, físicamente es muy desgastante”, dice Alejandra Morales, secretaria general del Sindicato Independiente Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Industria Automotriz (SINTTIA).

Carlos M. ilustra el desgaste físico y emocional que puede ocurrir en trabajos repetitivos y mecanizados en la industria manufacturera, que se repite por miles en las más de 608,484 plantas de manufactura que, según datos de Inegi, emplean a 9.76 millones de personas en el país. Esta historia puede tener un nuevo capítulo gracias a la tendencia de trasladar la producción a lugares más cercanos a los centros de consumo, algo conocido como "nearshoring".

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La más reciente ola de esta tendencia está abriendo una nueva oportunidad para México de captar empleos de mayor valor agregado y menos labores repetitivas, lo que contrasta con los primeros trabajos atraídos por el país en los años 90 con la apertura económica, a través del TLCAN.

La ubicación geográfica del país es estratégica en medio de la guerra comercial entre China y Estados Unidos; México es la puerta de entrada al mercado más grande del mundo y los costos de mano de obra en el país se consideran competitivos en comparación con los otros dos países que integran la región de Norteamérica.

El país recibió una cifra récord de 35,292 millones de dólares de Inversión Extranjera Directa (IED) en 2022, y aunque no es fácil delimitar qué porcentaje obedece al fenómeno del nearshoring, datos de la Asociación Mexicana de Parques Industriales Privados (AMPIP) muestran que la ocupación de estos parques registró un aumento 1.7% respecto al periodo previo de la contingencia sanitaria por covid-19. Hasta al cierre del año pasado, la ocupación era de 97.7%. Sin embargo, aunque el nearshoring está trayendo inversión y empleo, es importante analizar sus implicaciones en las condiciones laborales.

Paolo Marinaro, director en México del Centro de Solidaridad, destaca que un modelo industrial orientado a la exportación no siempre se traduce en mejores condiciones laborales, ya que las empresas a menudo solo buscan mano de obra barata. “Sabemos que una mayor inversión extranjera directa y un modelo industrial orientado a la exportación no significan mejores condiciones laborales”, asevera.

El sector automotor ha sido uno de los que más ha destacado en esta tendencia. México es el séptimo mayor productor de vehículos a nivel mundial y también ha visto un crecimiento en las inversiones para ampliar la producción de autopartes. Sin embargo, la mayoría de las plazas en las fábricas están relacionadas con actividades manufactureras repetitivas, similares a las que afectaron la salud de Carlos M. por lo que el incremento en la inversión y producción también debería ir acompañado de mejoras en las condiciones laborales.

Los salarios en la industria automotriz mexicana se ubican en alrededor de tres dólares por hora, lo que equivale a aproximadamente 410 pesos mexicanos por una jornada laboral de ocho horas, de acuerdo con el Instituto para el Desarrollo Industrial y Crecimiento Económico (IDIC), pero se ha mantenido en el mismo rango en los últimos cinco años.

Aunque el llamado nearshoring ha sido un motor clave para la transformación de la industria en México desde la apertura comercial, la necesidad de que esta nueva ola se traduzca en mejoras sustanciales en los salarios y estándares laborales es una preocupación compartida por expertos y observadores.

"Es necesario que el nearshoring, junto con el aumento de inversiones en México, se refleje en salarios más altos y mejores condiciones laborales", enfatiza Héctor de la Cueva, coordinador del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical. Su llamado resuena con fuerza en un país donde se celebran los flujos de inversión, pero donde la justicia laboral debe ser una prioridad igualmente significativa.

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Para que la realidad supere la utopía

A pesar de los avances en la atracción de inversiones en el entorno automotor, las áreas de alta tecnología y valor agregado, como el diseño o el desarrollo de componentes que requieren un alto nivel de tecnología, como chips o celdas de baterías, aún no han puesto sus ojos en México. En cambio, el trabajo mecánico y secuencial sigue predominando en muchos sectores industriales. Una de las razones es la limitada accesibilidad a la educación superior en el país.

El Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) destaca que solo el 18% de las personas jóvenes en México logran ingresar a la universidad. El punto de inflexión aquí radica en la necesidad de un cambio en el paradigma educativo. Willebaldo Gómez, académico de la Facultad de Economía de la UNAM, sugiere que preparar a los individuos con habilidades y competencias especializadas podría redefinir potencialmente la posición de los trabajadores en términos de salarios. La educación, sostiene, no debería culminar únicamente en un título, sino que debe servir como un vehículo para empoderar a los trabajadores a acceder a nuevas posiciones y roles dentro de sus industrias.

Carlos M. entró a la planta para la que aún sigue laborando a los 20 años y, desde entonces, avanzó su preparación educativa conforme el trabajo se lo permitía: tomaba tres horas de clases los sábados, después de trabajar seis horas. Hoy cuenta con una licenciatura en Ingeniería Industrial. No obstante, a pesar de sus logros académicos, todavía enfrenta obstáculos para acceder a oportunidades especializadas dentro del sector automotriz. La pregunta que plantea aún no tiene respuesta: ¿cómo se logra la transición de ser considerado mano de obra manual a ser reconocido como un ingeniero legítimo en el piso de la fábrica?

Desde la perspectiva de Paul Bocking, co-coordinador del Proyecto de Solidaridad Obrera Intersindical en México, el Estado debería adoptar un enfoque más equitativo y humano en el entorno laboral. “Puedes subir los salarios, puedes cuidar los derechos de los trabajadores y aún así las empresas van a querer llegar a México”. Bocking sostiene que no afectará los márgenes de ganancia de las empresas, especialmente dado el atractivo geográfico de México.

El término nearshoring resuena como una promesa tentadora para México, una oportunidad para el crecimiento y el bienestar. Sin embargo, esta noción de prosperidad debe extenderse más allá de las cifras y las inversiones, hacia la vida cotidiana de quienes componen la fuerza laboral del país.

“Pero hoy no hay una propuesta, no hay política de formación de los trabajadores para que puedan desarrollarse y entrar a una etapa superior en la cadena de valor. El gobierno se contenta porque llegue el empresario y abra fuentes de empleo, pero no se preocupa por los procesos de capacitación, elevación de la productividad, análisis y gestión de la propia economía”, añade Gómez.

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Hacia un futuro laboral más equitativo

Adoptar modelos similares a los de algunos países europeos, donde se cuida y desarrolla a los trabajadores, puede contribuir a una transformación más integral y justa de la fuerza laboral mexicana. Pero este enfoque requiere de un ente vigilante de las condiciones laborales dentro de las fábricas.

“Creemos que una de las vías para llegar a ese punto es con sindicatos democráticos que los representen (a los trabajadores) realmente”, aseveró Luis Pablo Solorio, agregado laboral principal de Estados Unidos en México.

La relación histórica entre los sindicatos, la iniciativa privada y los trabajadores ha sido un factor crucial en la búsqueda del bienestar laboral. Sin embargo, en el caso de México, la realidad ha sido desigual. La figura sindical, en muchos casos, ha estado alineada con los intereses de las empresas en lugar de representar verdaderamente a los trabajadores. Esto está cambiando gracias a la Reforma Laboral de 2019, que marcó un hito al exigir la legitimación de Contratos Colectivos de Trabajo (CTT) para asegurar mejores condiciones laborales. Estas modificaciones fueron impulsadas por el T-MEC y su enfoque en la libertad de asociación y representatividad sindical como derechos fundamentales.

Pero el proceso de legitimación de CTT ha enfrentado resistencia. La Secretaría del Trabajo y Previsión Social inicialmente estimó que existían alrededor de 550,000 CTT en el país, de los cuales solo se han ratificado 139,000, demostrando que muchos de ellos eran "proteccionistas", es decir, acordados entre empleadores y sindicatos sin conocimiento ni consentimiento de los trabajadores.

Luis Pablo Solorio, agregado laboral principal de Estados Unidos en México, enfatiza que el objetivo de la medida es mejorar los salarios y condiciones laborales a través de sindicatos democráticos que representen genuinamente a los trabajadores y que promuevan la capacitación y el desarrollo de habilidades de sus agremiados. Un enfoque más allá de la mano de obra barata es necesario para que México sea competitivo en términos de conocimiento y capacidad.

Además de la calidad de los empleos, otro aspecto crítico es la equidad de género. Datos de Data México revelan que las mujeres que trabajan en la industria manufacturera perciben salarios más bajos que sus contrapartes masculinas en este sector: 6,580 pesos contra 4,140 pesos.

La transformación laboral de México no es una tarea sencilla. Aunque el nearshoring puede ser una puerta hacia un mañana más justo para los trabajadores de México, los desafíos no deben subestimarse. La educación, la capacitación especializada y la protección de los derechos laborales son componentes esenciales para lograr una economía más equitativa y justa.

Mientras las fábricas e inversiones que ameritan trabajos más especializados deciden poner la mirada en México, el sindicalismo independiente figura como una posibilidad encaminada a la obtención de mejores remuneraciones. Una prueba de ello es que el Sindicato Independiente de Trabajadores de Volkswagen en Puebla, además de ser el más antiguo de esta índole en el país con más de cinco décadas de existencia, destaca por ser el que mejores salarios ha acordado con la empresa, con hasta 8.40 dólares la hora.

Al mismo tiempo, el T-MEC, en su Capítulo y Anexo 23-A, abre una ventana de oportunidad orientada a alcanzar una mayor representatividad en laboral y priorizarla en las agendas de las tres economías que integran el acuerdo comercial.

Carlos M. y miles de trabajadores como él merecen un futuro en el que sus habilidades sean valoradas y sus esfuerzos recompensados de manera justa. La verdadera promesa no radica en los números, esperan los colaboradores en las grisáceas fábricas, sino en la posibilidad de generar bienestar en las personas que dan vida a la industria.

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