Éstas prácticas generan impactos en los pequeños negocios. Paola Ibarra, quien tiene una papelería, considera que si hace unos años surtir las listas completas de útiles escolares con un descuento del 10% en la compra era un atractivo para los consumidores, ahora solo adquieren en el negocio los productos por pieza o cuando tienen un componente novedoso, que resulta divertido o atractivo par los estudiantes, como sacapuntas con figuras o gomas con color.
“Los papás que tienen más de un hijo buscan cómo gastar menos para cumplir con las listas. Hay quienes lo van comprando antes. Vienen y preguntan precio, y lo que hacemos es no subirlos para que regresen si lo encuentran más caro. Lo que hacemos es tener opciones más baratas de algunas cosas, como el resistol o los colores, y tener más piezas de plumas de gel o de colores que se venden por separado”, cuenta.
La dueña del negocio, que se ubica en la colonia Buenavista, comenta que, para aprovechar las ventas, ofrece servicios como forrar libros y cuadernos, que además les da la oportunidad de vender plásticos, forros, papel lustre y las etiquetas de identificación.
Entre la pirateria y las marcas conocidas
Para Cuauhtémoc Rivera, presidente de la Alianza Nacional del Pequeño Comerciante (ANPEC), la oferta de productos asiáticos se convierte en una alternativa para compradores y vendedores dado su menor costo frente a las mercancías que se venden en otros puntos de venta, como supermercados o tiendas especializadas.
“Los productos chinos, de contrabando, están 70% más baratos aunque la durabilidad de estos productos no es la misma que la de los productos regulares. Pero la gente termina estando ahí porque no trae suficiente solvencias y logra salir del compromiso para que el niño llegue el lunes a clases con todos los útiles. Y el vendedor, gobernado por el comprador, va por lo chino”, explica Rivera.