La popularidad de los juguetes coleccionables impulsa un mercado que se desarrolla, principalmente, en los tianguis y el comercio electrónico, y algunas cadenas departamentales, como es el caso de Liverpool, se suman a las tendencias.(Foto: Anylú Hinojosa-Peña / Expansión. )
Carolina Aguilar se rindió ante la ternura de los Labubus luego de descubrirlos en AliExpress, la plataforma asiática de comercio electrónico, a mediados de 2023. El furor en México aún no había explotado, pero el temor de realizar una compra en la plataforma y recibir un muñeco pirata, sumado a los extensos tiempos de entrega, le hizo desistir de adquirir uno de estos simpáticos elfos de peluche inspirados en la mitología nórdica.
La búsqueda para comprarlos en México fue todo un desafío, porque el proveedor se encuentra en China y su único punto de venta en la Ciudad de México era el conocido como tianguis de juguetes de Balderas, un mercado sobre ruedas que se instala sábados y domingos. Hoy, la colección de esta coordinadora administrativa, de 33 años, está formada por más de 22 Labubus de varios tamaños, con valor aproximado de 16,000 pesos, todos adquiridos en este punto de venta y redes sociales, ante la falta de estos juguetes en las jugueterías y tiendas tradicionales.
Los Labubus tomaron notoriedad a nivel mundial después de que Lisa, una de las integrantes de la agrupación surcoreana Blackpink, publicó una historia en Instagram cargando uno de estos peluches en abril del año pasado. En México, el mercado está impulsado por los coleccionistas, los influencers y celebridades y, sobre todo, por las redes sociales.
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Su llegada a México ha sido, sobre todo, a través del mercado secundario, aunque con el crecimiento del interés, hay algunos productos en cadenas como Log-On, que tiene sus tiendas en centros comerciales. Incluso, departamentales como Liverpool han comenzado a comercializarlos, sin embargo, la oferta es reducida, lo que ha llevado a los coleccionistas a mantener sus compras en el tianguis o en canales en redes sociales, aunque hay casos en los que se han reportado que estas tiendas virtuales comercializan productos de imitación.
Detrás de Labubu está la compañía china Pop Mart, que desarrolló un negocio millonario alrededor de los juguetes. Esta cadena, que no tiene sucursales en México, es la encargada de la venta de los personajes que parecen conejos monstruosos, creados por el ilustrador por Kasing Lung. Wang Ning es el fundador de Pop Mart, que se volvió popular por sus ‘cajas sorpresa’ que no muestran su contenido hasta después de adquirirlas. La empresa fue fundada en 2010, cuando abrió su primera tienda en un centro comercial en Zhongguancun, Beijing.
En 2024, la compañía reportó ingresos por 1,800 millones de dólares, un avance de 106.9% desde 2023. Los Labubus, que la empresa cataloga como The Monsters, reportaron un crecimiento del 726.6% en ingresos, resultados relacionados a su popularidad internacional.
“La operación de propiedad intelectual y el diseño creativo son los principales impulsores para promover el crecimiento sostenible de Pop Mart. Exploramos artistas y diseñadores pop de gran potencial en todo el mundo y creamos cultura pop”, se lee en el reporte anual de la compañía.
La llegada de los Labubus a la fiesta de los juguetes de colección no significó la despedida de los Ternurines, esas familias de animalitos que tomaron las redes sociales a inicios de 2024; por el contrario abrió la puerta a la llega de otras colecciones de muñecos populares a inicios de los 90, como los Mocchichis, figuras de Las Chicas Superpoderosas, incluso de la veterana Hello Kitty, de la empresa japonesa Sanrio.
(Anylú Hinojosa-Peña )
Parte del éxito de estos juguetes coleccionables, además de su componente de exclusividad y nostalgia, es que cuentan una historia. Los Ternurines, que comenzaron a venderse en los 80 en Japón por el fabricante Epoch, desarrolló 16 familias de conejos, puercoespines, perros u osos que integran la marca Sylvanian Family, cuyas aventuras se desarrollan el la aldea ficticia de Sylvanian.
Los Monchhichis, por su parte, fueron creados en 1974, en Japón, incluso, estos tiernos changuitos peludos tuvieron su caricatura creada en Estados Unidos en 1983 producida por Hanna-Barbera, que fue popular también en México.
Aunque no existen mediciones específicas para la venta de Labubus, Ternurines y otras marcas de juguetes, la consultora Grand View Research estima que el mercado de coleccionables en México, que no solo considera juguetes, alcance unos ingresos por 6,352.8 millones para 2030 desde los 4,557.1 proyectados para este año. Solo en juguetes, el mercado coleccionable cerró 2023 con un valor de mercado estimado de 12,500 millones de dólares a nivel mundial y se proyecta que alcance los 20,300 millones de dólares para 2032, según DataIntelo.
“Este sólido crecimiento se debe principalmente al creciente entusiasmo de los coleccionistas de todas las edades, la influencia de la cultura popular y la creciente tendencia de los productos inspirados en la nostalgia”, dice el análisis.
(Anylú Hinojosa-Peña)
La ternura para mitigar la hostilidad
El auge de las figuras es para Carmen Molina, gerente de marketing de la consultora De La Riva Group, un resurgimiento de la ternura. “A nivel cultura pop y cultura digital, empezamos con este resurgimiento del pasado. Los ternurines, por ejemplo, existen desde hace muchísimo tiempo y esto tiene que ver con el metalenguaje que surgió alrededor de ellos, se les dio una narrativa, sobre todo en redes sociales como TikTok, lo que permite abordar temas diversos, incluso desde el humor”, explica.
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Molina detalla que algunas de las investigaciones de mercado que han desarrollado en De la Riva, que el auge de estas figuras y juguetes es una contención ante los contextos diversos de la adultez, que se convierte en un producto exclusivo ante las bajas producciones y las colecciones limitadas, potenciando a un grupo de fanáticos a través de las redes sociales.
“Estamos viviendo esta necesidad de contención ante un futuro súper incierto y estas tendencias son una búsqueda de refugio ante muchas situaciones que hay allá fuera. Por ejemplo, con los millennials, que se dan cuenta que la historia que te habían contado de lo que sería su futuro no resultó y lo compensa adquiriendo estos productos que no solo dan confort, sino que los acompañan en su día a día”, declara.
(Anylú Hinojosa-Peña)
La ternura invade el mercado secundario
La popularidad de los juguetes coleccionables impulsa un mercado que se desarrolla, principalmente, en los tianguis y el comercio electrónico, y algunas cadenas departamentales, como es el caso de Liverpool, se suman a las tendencias. Entre los diversos puntos de encuentro de los coleccionistas, tianguis de juguetes de Balderas.
“Prefiero comprar acá porque ya tengo mi vendedor de confianza, que me consigue las piezas específicas que busco y tengo la seguridad de que son originales”, dice Sarahí Vela, quien pasea por el tianguis con, al menos, tres Labubus colgando de su bolsa.”Sí he visto que hay en tiendas, pero no hay tanta variedad, y los vendedores no conocen las colecciones para guiar tu compra”, añade.
En el tianguis se transforma para responder a la demanda. Hace seis meses el 90% de los puestos vendía únicamente ternurines, y a mediados de marzo, la oferta se diversificaba ya hacia los Labubus, Monchhichi, Hello Kirry y otros personajes de Sanrio, Pokemon, y autos de las diferntes líneas de Hot Wheels.
Este tianguis, no sólo es posible encontrar las colecciones que integran las marcas o algunas piezas consideradas como exclusivas. “Yo les consigo lo que quieren, lo mando pedir directo a Japón, Tengo un vendedor confiable y también vamos a hacer las compras directas, eso depende de cómo se mueve mi proveedor, y si no lo tengo yo, entre los vendedores nos preguntamos a ver quién vende cuál tal cosa”, dice Emmanuel Ramínez, uno de los vendedores, quien añade que el precio de los productos se establece según su rareza en el mercado, la dificultad para encontrarlo, lo que puede elevar su precio hasta 500%.
Molina, de De la Garza Group, señala que era una tendencia de nicho que explotó. “Ahora todos los adultos traemos un Labubu, un Ternurin o un patito en la cabeza, y tiene que ver con la nostalgia, es este regreso al pasado. Los juguetes van hacia esta nostalgia más infantilizada, que no necesariamente es trata de volver a ser niños, es comprar juguetes que deseábamos en la infancia y ahora me los puedo comprar”, dice.
En tanto, Caro Aguilar estima que su colección de juguetes eleve su valor con el tiempo. “Siempre y cuando permanezcan en perfecto estado y en sus cajas siempre pueden alcanzar un valor mucho más alto”.