La historia detrás del cerebro tecnológico de AstraZeneca en México
La compañía farmacéutica decidió internalizar sus servicios tecnológicos, que hasta entonces dependían de terceros, con el objetivo de reducir costos y mejorar la calidad de los procesos.
Debajo del impecable traje gris que lo distingue como ejecutivo, resulta difícil imaginar que Alberto Treviño comenzó su camino como un joven apasionado por la programación de videojuegos. Hoy recorre con naturalidad las instalaciones del Centro Global de Innovación y Tecnología (GITC, por sus siglas en inglés) de AstraZeneca en Guadalajara, el cual dirige desde 2017. Con precisión técnica y entusiasmo personal, explica cómo funciona esta oficina clave en la operación global de una de las farmacéuticas más grandes del mundo.
Mientras avanza por los pasillos del complejo, que actualmente ocupa 6,000 metros cuadrados y que en cinco meses se expandirá a 17,000, Treviño recuerda cómo su padre le enseñó a programar cuando tenía apenas 14 años, como si se tratara de un oficio. “Más allá de ser un simple departamento de sistemas, aquí generamos un valor estratégico para toda la organización”, afirma.
Durante el recorrido —que se extenderá por casi una hora— no deja pasar la oportunidad de saludar, por su nombre, a cada colaborador con el que se cruza. Aunque el Centro ya suma más de 1,000 empleados, lo escuchamos decir: “¡Hola, Miguel! ¿Cómo estás, María? ¿Qué tal, Enrique?”.
Publicidad
En el GITC se orquesta buena parte de la operación tecnológica de AstraZeneca. Desde estas oficinas ubicadas en la Plaza Andares de Zapopan se protege a la empresa de ciberamenazas, se brinda soporte computacional, se administran redes de telecomunicaciones y se desarrolla software especializado para todas las áreas del negocio.
Aquí nacen las herramientas que facilitan el trabajo de los científicos que diseñan medicamentos: desde aplicaciones para analizar datos de nuevas moléculas, hasta plataformas para el control de muestras, empaquetado, almacenamiento y distribución de fármacos. Incluso, desde Guadalajara opera la infraestructura digital para reportar efectos adversos de medicamentos en todo el mundo.
“Buscamos nuevas tecnologías para agilizar el acceso a tratamientos que salven o mejoren la vida de nuestros pacientes”, detalla Treviño.
Solo existe un centro similar en la India. Juntos, cubren los más de 100 países donde AstraZeneca tiene presencia. Mientras uno duerme, el otro opera.
El GITC nació en 2016 como una apuesta pionera dentro de la industria farmacéutica. AstraZeneca decidió internalizar sus servicios tecnológicos, que hasta entonces dependían de terceros. “Era muy costoso”, señala Treviño. Por eso, la compañía se trazó tres objetivos: administrar su tecnología, reducir costos y mejorar la calidad de los procesos.
Y lo logró. El Centro redujo tiempos de respuesta ante fallas tecnológicas de semanas a días. Si una línea de producción se detiene, el problema se soluciona en horas, gracias a un sistema de monitoreo que anticipa errores. Robots automatizados prueban las aplicaciones como si fueran usuarios reales. “Cuando una app comienza a responder más lento, sabemos que algo pasa y lo resolvemos antes de que el usuario siquiera lo note”, explica.
AstraZeneca planea tener lista la expansión de su Centro Global de Innovación y Tecnología en octubre.(Fotos: GITC de AstraZeneca en Guadalajara)
El lanzamiento del GITC requirió una inversión inicial de 20 millones de dólares. Hoy, sus beneficios superan con creces esa cifra: los costos en servicios tecnológicos se redujeron a la mitad y la eficiencia se disparó. Durante la pandemia, el modelo fue puesto a prueba: toda la plantilla trabajó desde casa sin afectar la operación. “Muchas empresas nos tomaron como ejemplo y replicaron este modelo”, recuerda con orgullo.
Publicidad
¿Por qué Guadalajara?
La elección de México como sede del GITC respondió a su cercanía con Estados Unidos y Canadá, dos de los principales mercados de AstraZeneca. Brasil y Argentina también fueron considerados, pero quedaron descartados: el primero por su lejanía, el segundo por su inestabilidad política y económica.
Dentro del país, Jalisco resultó la mejor opción. “Es el Silicon Valley mexicano”, afirma Treviño. La llegada previa de grandes firmas tecnológicas garantizaba talento local, y los incentivos estatales para la industria hicieron el resto.
La apuesta ha rendido frutos. En apenas nueve años, el Centro pasó de 400 a 1,064 empleados y se espera que alcance los 1,200 en octubre de este año. Para 2025, se destinarán otros 34 millones de dólares para su expansión. Hoy, el GITC genera una derrama económica estimada en 110 millones de dólares anuales en el estado, el 80% en salarios.
“Me siento orgulloso del valor y el potencial del talento mexicano; tenemos gente muy preparada que puede competir a nivel mundial”, afirma.
El centro tecnológico monitorea riesgos y fallas en aplicaciones antes de que ocurran.(Foto: GITC de AstraZeneca en Guadalajara.)
Impulsar el talento joven… y femenino
Dos motores impulsan a Treviño: su amor por la programación y su compromiso con el talento mexicano, especialmente el de jóvenes y mujeres. Actualmente, el 40% de los empleados del GITC son mujeres y, de ellas, el 38% ocupa puestos de toma de decisiones.
Estos números representan un hito en un país donde solo tres de cada diez profesionales en STEM son mujeres. Pero, para Treviño, no es suficiente. Su meta es llegar al 45% de mujeres en puestos de liderazgo, como ya ocurre en otras oficinas de AstraZeneca. “Me decían: ‘¿De dónde vamos a sacar mujeres?’. Y yo respondía: ‘Si las buscamos, las vamos a encontrar’. Y así ha sido”, dice.
Me siento orgulloso del valor y el potencial del talento mexicano, gente muy preparada que puede competir a nivel mundial",
Alberto Treviño, director ejecutivo del GITC de AstraZeneca en Guadalajara.
El GITC también colabora con la Secretaría de Educación de Jalisco en el programa Jalisco STEM, que premia a estudiantes de secundaria y bachillerato con ideas innovadoras para resolver problemas de sus comunidades. “Se trata de motivarlas, de que vean que tienen todo para ser exitosas en ciencia”, afirma.
Formación con impacto social
Hace tres años, Treviño lanzó la Junior iTalent Academy, una iniciativa para capacitar a jóvenes de bajos recursos en habilidades tecnológicas, sin necesidad de un título universitario. Además, se les enseña inglés, se les da apoyo psicológico y se les paga un salario durante su formación.
La idea surgió de una necesidad real: en Jalisco se abren cada año alrededor de 11,000 vacantes tecnológicas, pero las universidades solo gradúan a 4,000 profesionistas. “Nos faltan 7,000 talentos. ¿Dónde los conseguimos?”, plantea Treviño.
Publicidad
Aunque han contratado personal de otras regiones, el objetivo es dar opciones a jóvenes locales. Al estilo del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, pero con resultados tangibles. En 2023 egresó la primera generación de 22 alumnos; 19 fueron contratados. En 2024, se repitió la cifra y todos se quedaron a trabajar en AstraZeneca.
“La idea era apoyar a jóvenes que no estudian una carrera, no porque no quieran, sino porque no tienen acceso. Si no entran a la universidad pública, se acaba la oportunidad. Aquí les damos una nueva vía”.
Una carrera marcada por la programación
Treviño sabe de lo que habla. Empezó a trabajar a los 15 años como desarrollador en Monterrey, luego de que su padre, un ex ejecutivo de IBM, le enseñara a programar en Mexicali, usando tarjetas perforadas. Más adelante, aunque soñaba con Filosofía y Letras, estudió Informática en la Universidad Regiomontana. “Decidí hacerle caso a mi papá. No me arrepiento. Esta carrera me ha dado muchas satisfacciones”.
En algún momento pensó dejar el mundo corporativo y fundar una empresa para enseñar programación a niños. Pero llegó la oferta de AstraZeneca y la asumió con visión: “Sabía que este centro iba a ser un referente. Y quería ser parte de ese cambio”.
Hoy, a pesar del ritmo de trabajo, conserva sus pasatiempos. Algunas noches se dedica a programar réplicas de videojuegos —su favorito es Pac-Man— y durante la pandemia abrió un curso en línea para enseñar a niños a programar sus propios juegos.
“La idea es que se den cuenta de que programar es muy fácil. Si aprendes a hacer un videojuego, puedes hacer una app de negocios. Solo cambia el objetivo. Así puedo acercar a más niños al mundo de la tecnología y ayudarles a construir una carrera en una industria que, además, es de las mejores pagadas del país y del mundo”.
Lejos de alejarlo de la filosofía, el avance tecnológico lo invita a reflexionar. Con la inteligencia artificial ganando terreno, Treviño apuesta por una tecnología con propósito: aquella que ayude a crear medicamentos más rápido, mejorar la salud y salvar vidas.