En la última semana, dos empresas ya han enfrentado esto: Aeroméxico y Grupo Famsa. El precio de sus acciones tocó un mínimo histórico en ambos casos.
Ante una noticia negativa, los inversionistas empiezan a vender sus acciones haciendo que caiga el precio. A medida que éste baja, más inversionistas venden con la esperanza de no perder tanto, generando una bola de nieve con consecuencias millonarias.
Sin embargo, no todas las declaratorias de quiebra son iguales. Hay dos vías: la liquidación de activos (capítulo 7 en Estados Unidos) o por la reestructuración de los pasivos (capítulo 11 en Estados Unidos), explica Jorge Martínez, director del Think Tank Financiero de EGADE Business School.
Cuando es una liquidación del activo, la compañía empieza a vender todos los activos que tiene: maquinaria, equipo, inmuebles y hasta la marca. El dinero obtenido se usa para pagar a los acreedores.
Los primeros que reciben su pago son los empleados y los proveedores, luego se liquidan los bonos de corto y de largo plazo. Después de eso sigue el capital referente (accionistas que no tienen derecho a voto pero que sí están recibiendo un dividendo) y, por último, los accionistas comunes. Ellos “comparten el riesgo con la compañía y por eso es que tienen un rendimiento y un dividendo mayor (a lo que ofrecen otros instrumentos, como los bonos)”, señala Martínez.
Cuando las empresas solicitan la protección del Capítulo 11 en Estados Unidos -como en el caso de Aeroméxico y Grupo Famsa-, significa una “oportunidad de reorganizar el pago de las deudas con la finalidad de mantener su operatividad”, señala, en reporte sobre Aeroméxico, Brian Rodríguez, analista de Monex.