En los años 50, un niño de 10 años comenzó a guardar todo aquello que se le cruzara por las manos, que le parecía bonito y con lo que podía jugar. Con el tiempo, se dio cuenta de que se había convertido en coleccionista y hoy tiene uno de los acervos de juguetes más grandes del mundo, compuesto por más de un millón de piezas, de las cuales, alrededor de 50,000 se encuentran en exhibición.
Juguetes de colección: inversiones que no son un juego
Se trata de Roberto Shimizu, fundador y director del Museo del Juguete Antiguo Mexicano, ubicado en medio de la colonia Doctores de Ciudad de México. Su colección nació de la pasión, un sentimiento que motiva a otras personas a adquirir juguetes y conservarlos, lo que ha creado un mercado de millones de dólares.
El dinero que se mueve en el mercado de los coleccionistas de juguetes abre la posibilidad de que estos artículos se conviertan en un instrumento de inversión, pues, al paso del tiempo, algunas piezas multiplican varias veces su precio.
Fernando García comenzó su colección a los 13 años, cuando encontró juguetes de sus hermanos mayores junto con un catálogo de la colección de 92 piezas de Star Wars. Su fanatismo por la saga lo llevó a completar la colección, a los 17 años, la cual se basa, principalmente, en las variaciones mexicanas de las figuras de Star Wars que sacó Lili Ledy, una empresa mexicana de juguetes que cerró en 1985 por conflictos sindicales.
García cuenta que una figura producida por Lili Ledy, que llegó a comprar en 2,000 o 3,500 pesos mexicanos a principios del año 2000, ahora se cotiza en el extranjero entre 4,000 y 5,000 dólares, unos 80,000 o 100,000 pesos.
Si bien la colección de juguetes existe desde hace décadas, en los últimos años, el interés ha crecido exponencialmente, motivado, principalmente, por el exceso de liquidez en el mercado, luego de que los bancos centrales bajaron sus tasas y en algunos países se dieron apoyos monetarios a las personas ante la crisis generada por el covid-19.
La pandemia también reavivó una pasión perdida, ya que muchas personas se quedaron atrapadas en casa y redescubrieron colecciones antiguas. “Vimos esto especialmente con cromos deportivos y cartas Pokémon. Hubo un redescubrimiento y un nuevo compromiso con los pasatiempos de la infancia y la comprensión de que, en algunos casos, los artículos que recolectaron hace años ahora valen una enorme cantidad de dinero”, comenta Rodrigo Mazal, director de StockX de México y América Latina, plataforma de compra y venta de artículos coleccionables.
Jugando a ganar
LEGO es la marca coleccionable más popular en StockX, al registrar un crecimiento de 372% en los primeros seis meses de 2022 frente al mismo periodo del año anterior. Para Mazal, el desempeño se debe a los lanzamientos de edición limitada de franquicias como Star Wars y la Fórmula 1.
Los juguetes o figuras coleccionables como inversión deben ser tratados de manera distinta a otros instrumentos, empezando por la diferencia entre precio y valor. En el caso de las acciones de una compañía, los analistas suelen hacer una proyección de las ganancias basadas en su nivel de producción, el comportamiento del mercado, los costos de fabricación y otros factores, por lo que es fácil diferenciar el precio del valor; el primero es lo que paga el mercado, mientras que el segundo se compone de los valores fundamentales de la compañía, explica Carlos Ponce, socio fundador de SNX, firma de análisis, promoción e inversión bursátil.
Sin embargo, no todas las inversiones se relacionan con un valor fundamental, como en el caso de los juguetes, en el que la demanda se da por una moda, por un mayor interés y por las expectativas de que lleguen a subir de precio, “pero es muy diferente a la determinación de valor que tienes en otro tipo de activos”, señala Ponce.
David Velázquez comenzó su colección hace 15 años, luego de que su hermana le regaló un batimóvil coleccionable. Hoy tiene alrededor de 60 piezas de colección y algunas de ellas, como una figura de edición especial de Doom, ha multiplicado su precio tres veces, de 1,200 pesos que costaba cuando la adquirió, a 5,000 pesos que vale actualmente. “El precio de las piezas depende de qué tan raras son o qué tan pocas piezas salieron al mercado”, dice Velázquez.
Si bien todos tienen sus propias razones para coleccionar, Rodrigo Mazal indica que una tendencia que ha visto, especialmente relacionada con la generación Z, es que buscan oportunidades de inversión que sean significativas a nivel personal y cultural y, al mismo tiempo, den rendimientos a futuro. Los coleccionables encajan en esta categoría.
Y no es para menos. De acuerdo con un estudio de la Escuela Superior de Economía de la Federación Rusa, de 1987 a 2015, las inversiones en LEGO superan a las grandes acciones, bonos, oro e inversiones alternativas, con un rendimiento promedio de al menos 11% (8% en términos reales) y dado que los rendimientos de LEGO, o de otros coleccionables, no están expuestos a factores de riesgo de mercado, valor y volatilidad, “hace que sean una inversión alterna atractiva con un buen potencial de diversificación”, señala el estudio.
Aunque el rendimiento de estos artículos es atractivo, no es una inversión viable para todos. Por un lado, nada les asegura a los coleccionistas que un objeto vaya a subir de precio en el futuro y, por otro lado, no es una inversión líquida, es decir, no es sencillo colocar las piezas en el mercado.
“Una pieza puede llegar a valer miles de dólares, es una locura, pero va a haber quien te lo compra en el mercado”, sentencia Shimizu, quien cree que las colecciones no deben armarse pensando en el dinero, sino en la conservación y preservación de la historia.
Ante el crecimiento de este mercado, plataformas como StockX se especializan en el intercambio de piezas e, incluso, ofrecen herramientas como los precios dinámicos que determinan el costo de una pieza con el principio más básico de economía: la oferta y la demanda. “Es un mercado en vivo donde los compradores indican lo que están dispuestos a pagar por un producto en forma de oferta, y los vendedores indican lo que están dispuestos a vender; en lugar de establecer un precio de venta arbitrario”, explica Mazal.
También hay otras plataformas, como eBay o Facebook, y marketplaces, como Mercado Libre y Amazon, para comprar y vender juguetes o figuras coleccionables. Sin embargo, “hay muchos que se dedican a la compraventa, y pues obviamente buscan obtener la mejor remuneración económica por un coleccionable. Muchas veces, la ofrecen en el extranjero y es más difícil competir con quienes pagan en euros, dólares o libras”, abunda García.
Pero nada de esto desalienta a Velázquez ni a García, quienes ven en su colección más que un valor monetario, uno sentimental y nostálgico, aunque no descartan la posibilidad de vender sus piezas. “Para cuando seamos viejitos y nos queramos ir de vacaciones o algo así”, dice Velázquez; o “para pagar la universidad de los niños, pero creo que sería difícil que la vendiera, preferiría buscar la manera de salir de algún apuro económico, porque siento que ya es parte de mí”, resalta García.