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¿Crees que tuviste una semana de pesadilla? Pregúntale a Boris Johnson

El primer ministro británico enfrentó en los últimos días las dificultades de negociar con el Parlamento de Reino Unido para concretar el 'brexit', algo en lo que fracasó Theresa May.
vie 06 septiembre 2019 12:48 PM
Fracaso histórico
Boris Johnson ha perdido todas sus votaciones en el Parlamento, récord sin precedentes en la era moderna.
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Por otro lado, gracias a su disposición alegre e informal, Boris Johnson se volvió el favorito de los miembros del Partido Conservador, quienes lo eligieron para la máxima magistratura cuando May renunció finalmente, derrotada por su incapacidad de lograr que el Parlamento aprobara un acuerdo para el brexit.

En su primer día como primer ministro, Johnson prometió un acuerdo para el brexit nuevo y audaz, criticó a los "escépticos, a los pesimistas y a los amargados" y a la clase política, a la que culpaba de haberse olvidado del pueblo británico al que sirven. Parecía que la sola actitud positiva bastaría para superar toda adversidad en el camino de Reino Unido hacia su salida de la Unión Europea.

Por un momento pareció que le daría una bocanada de aire fresco y, en sus propias palabras, "energía positiva" al proceso del brexit. Hubo quienes pensaron que tal vez podría lograr lo que May no logró.

Pero todo salió mal muy rápido .

Johnson ha perdido todas sus votaciones en el Parlamento, récord sin precedentes en la era moderna. El primer ministro no se dejó amilanar y purgó a 21 legisladores de la bancada de su partido que votaron en contra de él, con lo que acabó con su mayoría.

Luego, sus esfuerzos por asegurar unas elecciones anticipadas —cuyo objetivo era reemplazar a los legisladores despedidos con una serie de candidatos más alineados con sus posturas respecto a un brexit duro— quedaron hechas trizas cuando el líder del opositor Partido Laborista, Jeremy Corbyn, se negó a seguirle el juego.

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Ahora está atrapado en Downing Street y Corbyn tiene las llaves. El gobierno tiene pensado proponer nuevas elecciones otra vez el lunes, 9 de septiembre , pero el líder de la oposición dijo que su partido respaldará la maniobra si sus esfuerzos para impedir un brexit sin acuerdo rinden frutos.

"Ciertamente su mayor error táctico hasta ahora ha sido no darse cuenta de que era Corbyn, como líder de la oposición, quien tenía en efecto el poder de veto sobre el momento en el que podrían celebrarse nuevas elecciones", dijo el profesor Tony Travers, director del Instituto de Asuntos Públicos de la London School of Economics.

"Parece que los conservadores y sus asesores pensaron que si le ofrecían elecciones generales al Partido Laborista, estos aprovecharían la oportunidad sin pensarlo; sin embargo, por cómo han salido las cosas —la convergencia del proyecto de ley sobre el brexit sin acuerdo y la posibilidad de que la oposición frustre las elecciones generales—, surge la posibilidad de que el primer ministro se quede atrapado en el gobierno, incapaz de cumplir su compromiso de salir de la Unión Europea pase lo que pase".

Ahora, el flamante primer ministro se encuentra en una posición en la que May nunca estuvo: de rodillas, rogándole a la oposición que convoque a elecciones generales.

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¿Cómo llegamos a esto?

La mala suerte se instaló cuando Johnson decidió prorrogar o suspender el Parlamento a partir de mediados de septiembre, con lo que se acortó el plazo para que los legisladores impidieran un brexit sin acuerdo. Será la suspensión del Parlamento más larga desde la Segunda Guerra Mundial, cosa que sacudió a los partidos fracturados de la oposición. Estos partidos estaban divididos por el brexit, pero se unieron en su oposición a lo que percibieron como un ataque frontal a las convenciones constitucionales británicas.

Desde entonces, los golpes no han dejado de caer… y algunos han sido autoinfligidos. La conducta del enigmático jefe de asesores de Johnson, Dominic Cummings , ha irritado a muchos conservadores de alto rango. Primero, decidió despedir a un asistente del secretario de Hacienda, Sajid Javid; se dice que un policía armado la escoltó para que saliera de la casa de gobierno luego de que Cummings la acusara de no ser franca respecto a sus contactos con miembros del partido más afines a la permanencia en la Unión Europea. Lo que más mortificó a algunas personas fue que la asistente en cuestión era una ferviente defensora del brexit.

Luego, en un incidente más explosivo, se despidió a 21 legisladores rebeldes que votaron a favor de un proyecto de ley para impedir un brexit sin acuerdo y en general se cree que fue idea de Cummings. En la lista había ocho ex ministros del gabinete, dos ex secretarios de finanzas, el miembro de más antigüedad en la Cámara de los Comunes y el nieto de Winston Churchill.

John Major, ex primer ministro conservador, urgió a Johnson a deshacerse de sus asesores. "Deshágase de esos asesores antes de que envenenen sin remedio la atmósfera política. Hágalo rápido", dijo en un discurso en Glasgow.

El jueves, 5 de septiembre, en la más aplastante de las humillaciones, el mismísimo hermano de Johnson renunció a su cargo y dijo que dimitiría al Congreso. Es de esa raza rara de políticos que renuncian a su trabajo para poder pasar menos tiempo con su familia.

"En semanas recientes me he visto dividido entre la lealtad a la familia y el interés de la nación. Es una tensión irresoluble y es hora de que otros asuman mis responsabilidades como parlamentario y ministro", tuiteó Johnson el jueves.

Parece que esto tendió una sombra sobre el primer ministro cuando dio un discurso que, en otras circunstancias, pudo haber sido la salva inicial de una campaña electoral.

Frente a un muro de cadetes de Policía en West Yorkshire, Johnson intentó recitar la advertencia que la Policía les lee a los sospechosos cuando los arrestan; sin embargo, se equivocó y renunció al chiste a medio camino. Luego, siguió dando tumbos con unos comentarios deslucidos que estremecieron a los comentaristas.

Finalmente, bajo el calor sofocante, una de las cadetes que estaban detrás de él se sentó, al parecer para evitar desmayarse. Johnson se volteó para preguntarle si estaba bien y prometió que pondría fin al evento, pero siguió adelante.

Los periodistas hicieron preguntas brutales: "¿Acaso la gente no tiene el derecho de preguntarse por qué alguien habría de respaldarlo si ni su propio hermano lo hace?", preguntó uno.

Ciertamente es una pregunta que todos se hacen. En realidad, las elecciones son un volado, pero son un riesgo que Johnson y sus asesores han optado por correr con la esperanza de que al transformar a la coalición del Partido Conservador en un grupo de euroescépticos, la alianza por al brexit se reconfigurará y será suficiente para ganar las elecciones generales.

Si Johnson tiene éxito, su decisión de echar a los legisladores conservadores más moderados le servirá para tener un partido duro pro-brexit más consolidado, para salvar el pellejo y para redefinir a los conservadores, todo al mismo tiempo.

Pero si su discurso torpe y a ratos incómodo del jueves es un indicio, es probable que haya perdido parte del lustre ganador que parecía tan prometedor.

Su predecesora fue objeto de ataques incesantes por su mal desempeño al dar discursos —ya fuera por su baile robótico o por perder la voz—, pero nunca formó a docenas de cadetes de Policía desconcertados como telón de fondo de una estratagema política.

Pero, a diferencia de May, Johnson pudo hacer llegar el mensaje de que tiene la intención de sacar a Reino Unido de la Unión Europea "sin excusas ni pretextos" antes del 31 de octubre, cosa que contrasta profundamente con el fracaso de May en la búsqueda de consensos.

Cuando le preguntaron si podía prometerle al pueblo británico que no iría a Bruselas a pedir otra prórroga al brexit, Johnson respondió: "Sí, sí puedo. Preferiría caer muerto en una zanja".

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