Caos político: Así fue el gobierno de Theresa May en Reino Unido
Nota del editor: Luke McGee es productor sénior de CNN en Londres.
LONDRES (CNN) — El brexit ha destruido a un primer ministro británico más.
Tres años después de que el electorado británico instruyera a su gobierno que sacara a Reino Unido de la Unión Europea, el fracaso de Theresa May en la misión finalmente le pasó la factura .
"He hecho mi mejor esfuerzo", dijo en un discurso emotivo en la entrada de la casa de gobierno en Downing Street. Pero reconoció que no fue suficiente.
Al parecer, las cosas siempre terminan así para los líderes del Partido Conservador de May, que desde hace años ha estado dividido por la relación de Reino Unido con la Unión Europea. Su predecesor, David Cameron, renunció a la mañana siguiente de que el 52% de los británicos votaran por escindirse de la Unión Europea, error de cálculo político sobre el que presidió.
Bajo su liderazgo, el Partido Conservador pasó de ser el aparente partido natural del gobierno a un carro de payasos de la política a punto de estallar. Además de ser incapaz de gobernar, el partido manejó tan mal el brexit que llevó a la organización política más exitosa y antigua de Reino Unido a una humillación pública y a perder en las urnas ante un partido rival que hace seis semanas no existía .
May dijo que dimitiría si aprobaban su acuerdo y dejaría que alguien más tomara el control de la siguiente etapa del brexit. Resulta que el rechazo generalizado a su acuerdo y a su liderazgo, de parte de prácticamente todas las personas involucradas en la política, también la obligaría a dimitir.
El legado de May quedará definido por los fracasos, las humillaciones públicas y los errores de cálculo político catastróficos. Algunos no estaban en sus manos. Otros fueron consecuencia de los malos consejos de aquellos a quienes eligió como asesores. Otros se debieron a la crisis política sin precedentes que llegó a dominar su magistratura. Sin embargo, muchos fueron culpa de ella. Muchas de sus decisiones tuvieron un impacto negativo directo en su capacidad de liderar. El problema de May no fue nada más que la política británica ha estado estancada a lo largo de la mayor parte de los tres años pasados, sino que repetidamente encontró formas de socavar su propia autoridad.
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Para cuando aceptó que había llegado su hora, ya había perdido la confianza de los parlamentarios, de los miembros de su propio partido e incluso de su gabinete.
'El partido nefasto'
Antes de asumir el cargo, May ya llevaba mucho tiempo en su camino a la máxima magistratura. En 2002, cuando fungía como presidente del Partido Conservador, May dio un discurso a sus fieles en la conferencia anual de su partido. En ese entonces, los conservadores llevaban cinco años fuera del poder. Tony Blair había logrado ganarse a algunos electores conservadores y el partido tenía un problema de imagen. Esto también significaba que tenía un problema electoral: "Nuestra base es demasiado estrecha y por ende, nuestras filiaciones también lo son ocasionalmente. Ya saben que algunas personas nos dicen 'el partido nefasto'", dijo May.
El discurso fue sumamente exitoso y sentó las bases de una nueva era. En 2005, el partido eligió a David Cameron como líder. Cameron sabía que era importante contar con el apoyo de May, así que la tuvo como aliada; junto con otros moderados del Partido Conservador, presidió sobre una modernización generalizada del partido. Llegaría a ser un partido que creía en ayudar a las comunidades, a la "Gran Sociedad", y que a final de cuentas sería el partido que legalizó los matrimonios de personas del mismo sexo en Reino Unido.
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Cameron se volvió primer ministro en 2010, aunque como líder de un gobierno de coalición con los liberal-demócratas de centroizquierda. Una vez más, supo que May era importante y que era atractiva para los miembros más conservadores de las bases del partido, así que la nombró secretaria del Interior.
May siempre tuvo fama de ser una de las ministras más duras del gabinete de Cameron. Como secretaria del Interior, acusó a la Federación Policial (la asociación que representa a los policías de Reino Unido) de "alarmar innecesariamente" respecto a los recortes presupuestales. Estuvo a cargo de una política que creó un "entorno hostil" para los inmigrantes ilegales. Incluso se enfrentó a la Unión Europea en temas como la inmigración y la deportación de terroristas de alto perfil. Fue una fuerza formidable y se la consideraba una de las piedras angulares del conservadurismo de una coalición con la que los liberales se habían comprometido.
Británicos exigen en las calles de Londres un nuevo referéndum del brexit
Por un segundo referéndum.
El títere de Theresa May.
Símbolo de unidad.
Unanimidad.
Levantan las pancartas.
La oposición.
Nueva oportunidad.
Representantes del gabinete.
La población joven.
Algunas personas se sorprendieron en 2016, cuando May anunció que respaldaría la campaña de David Cameron por permanecer en la Unión Europea. Sin embargo, esta decisión fue un golpe maestro de triangulación. Cuando Cameron renunció tras el resultado del referéndum sobre el brexit, todos vieron en May una mano segura. May respaldó la permanencia, pero sus antecedentes en la Secretaría del Interior indicaban que era lo suficientemente dura como para darle batalla a la Unión Europea. Era la mejor candidata para unir a las dos partes del Partido Conservador que votaban por cosas diferentes.
Al menos, esa era la teoría.
Una primera ministra que causa rechazo
Sin embargo, desde el momento en el que se volvió primera ministra, empezó a alejar a la gente con cuya lealtad lamentaría no poder contar más adelante.
En los meses que siguieron al ascenso de May a la primera magistratura, su postura ante el brexit se endureció. En vez de cerrar las brechas políticas en su propio partido, adoptó una postura ante el brexit similar a la del evangelismo del cristiano renacido. Su nueva defensa ferviente del brexit le valió el apoyo de los parlamentarios de menor rango de su partido y de la prensa partidaria del brexit. El Daily Mail, un diario anti-Unión Europea, declaró que May "aplastaría a los saboteadores" que querían frustrar el brexit.
Aunque su nueva postura de defensora del brexit le ganó algunas amistades, alejó a quienes querían un brexit más suave o no lo querían. Parece que May y sus asesores no se dieron cuenta de cómo la percibían afuera de su burbuja separatista.
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Esta nueva confianza provocó que May y su círculo más íntimo cometiera su primer error catastrófico. En junio de 2017, pese a haber logrado pocos avances en sus planes para el brexit, May celebró unas elecciones rápidas, convencida de que podría incrementar su mayoría parlamentaria de 13 a poco más de 100. Esa clase de resultado le habría dado a May una posición inatacable desde la que podría promover su estrategia para el brexit.
Su plan resultó contraproducente. La campaña electoral fallida (May se presentaba en público muy pocas veces y daba la impresión de que estaba decidida a evitarlo) la hizo parecer lejana y hambrienta de poder.
El Partido Laborista opositor aprovechó la situación. No solo se las arregló para posicionarse como la opción más pro-Europa, sino que su líder, Jeremy Corbyn, parecía más humano. Los conservadores emergieron como el partido político más grande del Parlamento, pero May se quedó sin una mayoría que le sirviera.
Desde entonces, May no tuvo un solo momento de paz. A menos de una semana de su humillación innecesaria, Reino Unido vivió una tragedia. El incendio que arrasó con la torre Grenfell en Londres dejó 72 muertos y una comunidad devastada.
La reacción de May recibió duras críticas. Visitó el sitio, pero no se reunió con ninguno de los supervivientes. Esto la hizo parecer fría y poco empática. Aunque nadie quiere sacar ventaja política de un desastre como este, las penurias de May empeoraron con las imágenes de Corbyn abrazando a los supervivientes. Hasta la reina reaccionó mejor.
Lo peor para May fue que muchos llegaron a ver la tragedia de Grenfell como el resultado de las políticas de los conservadores durante el mandato de David Cameron. Que esto fuera cierto o no, no importó: los laboristas estaban del lado del pueblo y a May simplemente no le importaba.
Menos de una semana después del incendio, Reino Unido se enfrentaba a otra tragedia. Un británico con antecedentes de violencia y una fascinación con las ideas anti-islam arrolló a una multitud de musulmanes con una camioneta, mientras salían de las oraciones vespertinas en la mezquita de Finsbury Park, en Londres. Cuando May visitó la escena del ataque, los transeúntes la abuchearon. La atmósfera política del país estaba poniéndose febril.
La autoridad de May estaba cada vez bajo mayor presión. Su fracaso electoral la obligó a despedir a sus asesores políticos y a entablar un acuerdo político con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, que en teoría fortalecería a su gobierno minoritario.
May se vio obligada a enfrentar las consecuencias en la conferencia anual de su partido, en octubre de 2017. Ese discurso tristemente célebre porque le dio un ataque de tos, la abordó una persona que invadió el escenario para entregarle un formulario P45 [un aviso de terminación de relación laboral] y encima de todo, la escenografía se derrumbó. Esto pasó tras varios días de motines en su partido: muchos de los no tan fieles declararon que era hora de que May se fuera.
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A estas alturas, uno podría sentirse tentado a sentir lástima por la primera ministra. Pero esperen un momento: es cierto que no puede evitar un ataque de tos, que una persona invada el escenario o que la escenografía esté mal diseñada. Es muy mala suerte. Sin embargo, pudo haber evitado presentarse ante un público que estaba decididamente harto de ella.
El brexit se pone feo
Más o menos en este momento, el plan del brexit empezó a ponerse feo. Las reuniones en Bruselas culminaban en regaños de los funcionarios y líderes de la Unión Europea a los negociadores británicos.
Con el tiempo, la postura de May se fue suavizando; la Unión Europea se mostraba más amigable y se llegó a un acuerdo. Sin embargo, aquí fue en donde May cometió otro error político. Aunque las pláticas en Bruselas iban bien, el plan de May para el brexit seguía siendo un misterio para muchos en Londres. No importaba que el gobierno y las autoridades europeas hubieran llegado a un acuerdo respecto a los detalles misteriosos pero importantes, faltaba que el pueblo británico o la clase política lo aceptaran.
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El no haber buscado el respaldo de una Cámara de los Comunes dividida tuvo como consecuencia un acuerdo que el Parlamento llegó a detestar. Esa es la razón por la que cada vez que se sometía a votación, lo rechazaban.
Esto le causó problemas a May tanto en Londres como en el continente. Con el tiempo, los líderes de la Unión Europea simplemente dejaron de creer lo que decía y pasó lo mismo con los partidarios del brexit, quienes la consideraban su campeona. La confianza de su partido en ella probablemente tocó su punto más bajo en una reunión de partidarios duros del brexit el año pasado, cuando sus propios correligionarios corearon "Theresa la apaciguadora", haciendo referencia al exprimer ministro Neville Chamberlain, tristemente célebre por haber llegado a un acuerdo con Adolfo Hitler en 1938.
En otros temas, su historial como secretaria del Interior regresó a atormentarla más de una vez. La primera fue con el escándalo de Windrush. Su política de "entorno hostil" había dado origen a leyes que exigían a los inmigrantes que demostraran su situación migratoria con documentos cada vez que hacían cosas cotidianas como rentar un departamento o aceptar un empleo. Sin quererlo, esto afectó a una generación de inmigrantes caribeños que llegaron a Reino Unido en la posguerra para compensar la falta de mano de obra. Muchos carecían de papeles y de repente se enfrentaron a la amenaza de la deportación pese a haber vivido en el país desde hacía décadas.
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La indignación del pueblo hizo que May luciera alejada y poco empática una vez más. Esto también significó que una de las personas más leales a ella, Amber Rudd, se viera obligada a dimitir de la secretaría del Interior, la dependencia gubernamental encargada de la inmigración.
Otras de las decisiones que tomó durante el gobierno de Cameron le han causado problemas a May. La crisis de delitos con arma blanca en Reino Unido se atribuye a los recortes al presupuesto de la Policía que ella implementó. Aunque no está bien clara la veracidad de esta afirmación, defender una política de recortes al presupuesto de la Policía mientras los padres de familia ven cómo asesinan a sus hijos no da buena impresión.
No obstante, su mal manejo del brexit y las malas decisiones políticas son lo que han hecho imposible que May gobierne.
El apoyo del gabinete se desmorona
Conforme se acercaba la recta final del brexit, era evidente que estaba perdiendo el apoyo de su gabinete. Tras una reunión en su casa de retiro de Chequers, en donde detalló la más reciente postura política ante el brexit, perdió a dos ministros importantes. Boris Johnson, su canciller y el partidario conservador del brexit más prominente, y David Davis, su secretario para el brexit, decidieron que ya estaban hartos.
May estaba en problemas. Necesitaba ocupar esos cargos con personas confiables y al mismo tiempo conservar el equilibrio entre partidarios y detractores del brexit en su gabinete. Dominic Raab , otro conservador prominente, asumiría el cargo de secretario para del brexit.
Las cosas se calmaron un poco y May pudo celebrar una gran victoria el 14 de noviembre, cuando se dio a conocer la noticia de que se había llegado a un acuerdo con la Unión Europea. El Acuerdo de Retirada era la muestra de que había una forma de salir de la Unión Europea que no rebasaba los límites de Reino Unido y que la Unión Europea encontraba aceptable.
Pero la celebración duró poco. Dominic Raab renunció a la secretaría del brexit menos de 24 horas después . Otros siguieron el ejemplo. Su autoridad se estaba desmoronando frente a todos. En todos los rincones de la Cámara de los Comunes detestaban el acuerdo. Al saber que se enfrentaría a una derrota terrible, May pospuso una votación sobre el acuerdo hasta enero de este año. Vivió la peor derrota en la historia de la Cámara de los Comunes: 230 votos de diferencia.
La "Votación Significativa 2" no estuvo mejor. El acuerdo de May volvió a perder el 12 de marzo por 149 votos. El brexit se le estaba yendo de las manos.
Nada ilustra esto mejor que el hecho de que para que May tuviera una oportunidad creíble de celebrar una tercera votación, necesitaba la ayuda de la Unión Europea. En la cumbre europea del 22 de marzo, los otros 27 líderes de los Estados miembros acordaron concederle a May una prórroga al brexit si su acuerdo se aceptaba y le ofrecieron dos vías para salir del atolladero.
Sin embargo, ni siquiera eso bastó para satisfacer a la Cámara de los Comunes. Los legisladores incluso trataron de arrebatarle el poder a May. Por primera vez desde que se tiene memoria, el poder legislativo del gobierno dictó la orden del día en el pleno de la Cámara de los Comunes. El plan era tratar de encontrar una mayoría para un plan alterno al de May. Pero no solo May tiene un problema con el brexit. La Cámara de los Comunes ha hecho muy buen trabajo al decir a que se opone, pero no sirve para nada cuando se trata de definir a favor de qué está.
A finales de marzo, la primera ministra ejecutó su maniobra final: les dijo a los legisladores conservadores que si respaldaban su acuerdo, se iría . May estaba echando toda la carne al asador del brexit… y arriesgando su carrera.
No funcionó. Nada de lo que May ofreció bastó para evitarle la humillación final mientras su propio partido trataba de cambiar sus propias reglas para obligarla a dimitir.
Otro político conservador británico, el divisivo Enoch Powell, dijo alguna vez: "Todas las vidas políticas, a menos que se vean truncadas a medio camino por una feliz coyuntura, terminan en fracaso". Aunque May no sería la única en esa situación, es difícil pensar en otro político cuyo legado quedará tan marcado por la catástrofe.