Luego de la primera andanada, varios soldados salieron a buscar heridos. Cuando cayó la segunda, casi 15 minutos después, algunos se habían quedado al descubierto.
El sargento Ferguson dijo que le preocupaban los camaradas que se habían quedado atrapados afuera. "Cuando terminó la segunda andanada, me preocupaba que estuvieran en el portón de la entrada, así que me fui por ellos, los traje de regreso al refugio con nosotros y esperamos", cuenta.
A la hora en la que esperaban el ataque terrestre, Ferguson surgió de su búnker para enfrentar lo que seguía, fuera lo que fuera. Dijo que miraban hacia la oscuridad a través de sus miras, agotados por el impacto de los misiles. Pero el ataque nunca llegó.
"Estábamos muy cansados. Fue el peor golpe de adrenalina que he sentido", dijo Ferguson.
Cuando los soldados salieron de los búnkeres, muchos se pusieron a trabajar para reparar el daño. Cuentan que sintieron una combinación de alivio y turbación. "Después la cosa fue más o menos normal", cuenta Coleman. "Pero todos estábamos mirándonos a los ojos, como preguntándonos si estábamos bien".
Varios soldados que hablaron con CNN dijeron que el evento había cambiado su opinión sobre la guerra. Las fuerzas armadas estadounidenses rara vez están del lado receptor de los ataques sofisticados pese a que lanzan los ataques más avanzados del mundo.
"Miras alrededor y miras a los demás y te preguntas hacia dónde vamos a correr. ¿Cómo vas a huir de eso?", dijo Ferguson.
"No le deseo ese nivel de miedo a nadie", dijo. "Nadie en el mundo debería tener que sentir nunca algo como eso".