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"Estaba 100% listo para morir": así vivieron los soldados de EU el ataque iraní

Los militares estadounidenses que se encontraban en las bases iraquíes de Al Asad se refugiaron en los búnkeres construidos durante el gobierno de Sadam Huseín.
lun 13 enero 2020 03:27 PM

Tamara Qiblawi, Arwa Damon y Brice Laine

BASE AÉREA DE AL ASAD, Irak- Akeem Ferguson estaba en un búnker cuando su equipo recibió la escalofriante transmisión de radio: seis misiles balísticos iraníes volaban hacia donde estaban.

La losa de concreto bajo la que se habían refugiado ofrecía poca protección de los proyectiles con los que estaban atacando a los soldados estadounidenses en Irak.

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"Sujeté mi arma y bajé la cabeza; traté de encontrar un lugar feliz, así que empecé a cantarles a mis hijas en mi cabeza", dijo el sargento estadounidense de 1.8 metros de estatura. "Y nada más esperé. Esperé que lo que fuera que pasara, pasara rápido".

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Estaba 100% listo para morir
Akeem Ferguson, sargento estadounidense

Ferguson sobrevivió ileso junto con otros soldados estadounidenses y contratistas civiles en la base aérea de Al Asad, luego de una andanada con misiles balísticos iraníes, la mañana del miércoles, 8 de enero.

El ataque fue el más amplio contra una base que alberga a soldados estadounidenses en varias décadas . Los soldados dijeron que había sido poco menos que un "milagro" que no hubiera habido bajas.

Los soldados estadounidenses que estaban acuartelados en la base están ayudando a combatir a ISIS y a entrenar a las fuerzas de seguridad iraquíes. No hubo soldados iraquíes heridos en el ataque.

Al mirar más de cerca el lugar se encuentra una base vulnerable a esta clase de ataque. El personal recibió advertencia del ataque varias horas antes de que ocurriera, lo que les permitió refugiarse. Sin embargo, carecían de las defensas antiaéreas para contrarrestar un ataque con misiles balísticos: las fuerzas armadas estadounidenses no construyeron estructuras para protegerse de un ataque de este tipo en la base, una de las más grandes y antiguas de Irak. Estaban a merced de la lluvia de misiles.

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Cerca del aeródromo, unas esquirlas de metal crujen bajo los pies mientras dos soldados toman medidas del enorme cráter que dejó uno de los misiles. Tiene más o menos dos metros de profundidad y unos tres de diámetro. En el borde del cráter se balancea una copia quemada de La bella y la bestia. De los restos achicharrados que dejó el misil, sobresalen una sandalia, una carta de Uno y una chaqueta militar.

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Esta era una unidad de alojamiento de pilotos y de operadores de drones en la base militar. Evacuaron la unidad antes del ataque. Casualmente, le habían puesto el nombre de "Caos" a sus habitaciones.

Al igual que la mayor parte de la sección estadounidense de la base, el personal llevaba más de dos horas confinado a los búnkeres cuando cayeron los primeros misiles.

El ataque fue la respuesta de Irán al ataque estadounidense con drones que ordenó el presidente de ese país, Donald Trump, en el que murió el general más poderoso de Irán, Qasem Soleimani , menos de una semana antes.

Tras días de expectación, las represalias de Irán no dejaron bajas y fueron un alivio para muchos. En el campamento de Al Asad, los soldados pudieron descansar tras varios días de alerta intensa. Para los países de la región, representó un alivio muy esperado luego de que el asesinato de Soleimani invocara al fantasma de la guerra en toda la región.

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Diez de los once misiles cayeron en posiciones estadounidenses en la vasta base aérea en el desierto iraquí. Uno cayó en un lugar remoto, en la parte iraquí de la base.

Más o menos una tercera parte de la base está bajo control de Estados Unidos. Los misiles iraníes, que tenían sistemas de dirección a bordo, lograron hacer pedazos sitios militares estadounidenses de importancia; dañaron un complejo de las fuerzas especiales, dos hangares y la unidad de alojamiento de los operadores de drones estadounidenses.

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Los periodistas de CNN fueron los primeros a los que se les concedió acceso a la base luego del ataque iraní.

Advertencia temprana

La primera advertencia llegó en las señales de los servicios secretos de inteligencia, la víspera del ataque. Para las 11 de la noche del 7 de enero, la mayoría de los soldados estadounidenses en la base se habían trasladado a los búnkeres y se evacuó a pocos, de acuerdo con los comandantes de la base.

Solo el personal esencial —como los guardias de las torres y los pilotos de los drones— se quedaron expuestos porque protegerían la base de un ataque terrestre, mismo que los comandantes de la base esperaban después del ataque con misiles. Las fuerzas terrestres no llegaron y los soldados saldrían de sus refugios al amanecer. El ataque terminó poco antes de las cuatro de la mañana.

El primer ministro de Irak, Adil Abdul Mahdi, dijo que Irán le informó, al filo de la medianoche, que habría ataques aéreos dentro de su país. Un diplomático árabe con el que CNN habló dijo que los iraquíes le pasaron información sobre los ataques a Estados Unidos. No obstante, Estados Unidos ya había recibido reportes de un ataque con misiles balísticos para cuando los iraquíes les notificaron, de acuerdo con Tim Garland, teniente coronel de la base de Al Asad.

Los primeros misiles cayeron a la 1:34 de la mañana. Les siguieron tres andanadas más, en intervalos de más de 15 minutos. El ataque duró más de dos horas. Los soldados de la base cuentan que fue un momento lleno de suspenso, temor y una sensación de indefensión.

"Te puedes defender [de las fuerzas paramilitares], pero no puedes defenderte de esto", dijo el capitán Patrick Livingstone, comandante de las Fuerzas de Seguridad de la Fuerza Aérea estadounidense en la base, refiriéndose a ataques previos con cohetes de parte de grupos armados. "En este momento, esta base no está hecha para defenderse de misiles".

Mal equipados para defenderse de misiles balísticos

Conforme se acercaban los ataques esperados, la mayoría de los soldados se trasladaron a estructuras piramidales polvorientas que se alzan por toda la base. Estos búnkeres se construyeron durante el gobierno del presidente depuesto, Sadam Huseín.

Los muros gruesos e inclinados se construyeron varias décadas antes contra los ataques iraníes. Irak tuvo una guerra sangrienta de ocho años con Irán (de 1980 a 1988) que terminó en un callejón sin salida. Era una época en la que la nueva república islámica comenzaba a demostrar su poderío militar.

Los soldados estadounidenses dijeron que no estaban seguros de que los refugios de la era de Sadam soportarían los misiles balísticos. Sin embargo, resultaron más resistentes que los búnkeres estadounidenses, hechos para soportar el impacto de cohetes y morteros.

ISIS, los extremistas yihadistas y los paramilitares chiitas en Irak suelen usar cohetes relativamente ligeros y morteros y han tenido a las tropas estadounidenses en la mira desde hace años. Sin embargo, los misiles balísticos iraníes tienen un alcance muy superior y llevan una carga útil de explosivos mucho mayor que, según se estima, es de al menos media tonelada cada uno.

Al entrar por el pasadizo angosto que lleva al búnker de la era de Sadam se escucha el eco de los pasos. Los muros son de dos capas y tienen grandes agujeros en el interior que revelan el muro exterior cobrizo, tapizado de ventiladores. Las dos habitaciones espaciosas contienen camas plegables, colchones, camillas y casilleros. En la noche del ataque, una de las habitaciones hizo las veces de baño improvisado y los soldados usaron botellas de plástico cortadas como urinales.

La teniente coronel Staci Coleman fue una de las líderes de equipo estadounidenses que llevaron a los soldados al búnker. Luego de una hora y media de estar ahí, empezó a tener dudas.

"Estaba sentada en un búnker y pensaba que tal vez había tomado la decisión equivocada [al venir aquí]", dijo Coleman. "Unos diez minutos después de haberlo pensado, empezaron a sonar los estallidos y dije: 'pues bien, ahí está mi respuesta'".

"El suelo tembló. Fue muy estruendoso", cuenta. "Podías sentir la onda de la explosión aquí adentro. Sabíamos que estaban cerca". Coleman cuenta que parecía que las puertas se doblaban como olas cuando cada impacto reverberaba en el refugio. Ninguno de los misiles cayó en los búnkeres de la base.

Mientras tanto, el sargento Ferguson se encontraba en un búnker hecho por los estadounidenses: un espacio reducido contenido por losas de concreto de diez centímetros de espesor, fortificado con sacos de arena. Vio transcurrir el ataque a través de las grietas entre los muros.

"Hay un hoyito en un lado del refugio y vimos un destello de luz anaranjada", cuenta Ferguson. "Luego de eso, entendimos que cada vez que veíamos un destello, pasaban un par de segundos y luego caía".

"Era destello, estallido. Destello, estallido. No sabíamos cuando iba a acabar. Esperamos ahí a que terminara".

Luego de la primera andanada, varios soldados salieron a buscar heridos. Cuando cayó la segunda, casi 15 minutos después, algunos se habían quedado al descubierto.

El sargento Ferguson dijo que le preocupaban los camaradas que se habían quedado atrapados afuera. "Cuando terminó la segunda andanada, me preocupaba que estuvieran en el portón de la entrada, así que me fui por ellos, los traje de regreso al refugio con nosotros y esperamos", cuenta.

A la hora en la que esperaban el ataque terrestre, Ferguson surgió de su búnker para enfrentar lo que seguía, fuera lo que fuera. Dijo que miraban hacia la oscuridad a través de sus miras, agotados por el impacto de los misiles. Pero el ataque nunca llegó.

"Estábamos muy cansados. Fue el peor golpe de adrenalina que he sentido", dijo Ferguson.

Cuando los soldados salieron de los búnkeres, muchos se pusieron a trabajar para reparar el daño. Cuentan que sintieron una combinación de alivio y turbación. "Después la cosa fue más o menos normal", cuenta Coleman. "Pero todos estábamos mirándonos a los ojos, como preguntándonos si estábamos bien".

Varios soldados que hablaron con CNN dijeron que el evento había cambiado su opinión sobre la guerra. Las fuerzas armadas estadounidenses rara vez están del lado receptor de los ataques sofisticados pese a que lanzan los ataques más avanzados del mundo.

"Miras alrededor y miras a los demás y te preguntas hacia dónde vamos a correr. ¿Cómo vas a huir de eso?", dijo Ferguson.

"No le deseo ese nivel de miedo a nadie", dijo. "Nadie en el mundo debería tener que sentir nunca algo como eso".

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