Las protestas incluyeron barricadas humeantes, ocho autos incendiados y el hall del emblemático Hotel O’Higgins, donde se hospedaban varios invitados del festival, completamente destrozado, de acuerdo con la agencia EFE.
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"Aquí justo, donde ves esos conos, quemaron un auto. Yo no sé qué va a pasar esta noche ni los cinco días que quedan de festival", dijo a la agencia española, el portero de un edificio de viviendas en Plaza Vergara, una arbolada plaza del centro de la ciudad que luce semáforos y postes de electricidad caídos.
La protesta llevaba días anunciándose en las redes sociales bajo el lema "Calles con sangre, Viña sin festival" y voces de distintas espectros políticos y sociales habían pedido al gobierno cancelar el certamen para evitar situaciones de violencia.
El gobierno, sin embargo, decidió organizar un amplio dispositivo de seguridad y seguir adelante con el certamen en un aparente intento de mostrar cierta normalidad, luego de haberse visto obligado a cancelar el año pasado por el estallido social importantes citas como el Foro APEC, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático o la Copa Libertadores.
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El Festival de Viña ha sido durante años el escaparate de la prosperidad y la estabilidad chilenas, pero el domingo reveló la imagen de un país que está lejos de solucionar la grave crisis social en la que está sumido desde octubre de 2019, con una treintena de muertos y miles de heridos, además de acusaciones contra las fuerzas de seguridad por violaciones a los derechos humanos.