"Las personas con ansiedad necesitamos nuestros rituales, no pensar demasiado", explica, agregando se "desespera" al pensar en la posibilidad de trabajar desde su casa ya que su temor no es al contagio, sino al aislamiento. "Aunque vivo con mi pareja, no es lo mismo mantener contacto con otra gente. Por ahora, lo que tengo es miedo de mi miedo".
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En Uruguay, que cuenta hasta este miércoles con 189 casos confirmados de Covid-19, el gobierno instó a la población a restringir las actividades sociales y evitar las aglomeraciones y pidió a las empresas que fomenten el teletrabajo, entre otras medidas, pero por ahora ha desestimado decretar una cuarentena general obligatoria.
Esa medida drástica, imperativa según el gremio médico, puede conllevar efectos psicológicos en toda la población, y en particular en personas más vulnerables emocionalmente en un país que vive "desde hace tiempo una epidemia de depresión y de trastornos por ansiedad", reconoce a la AFP el psiquiatra y epidemiólogo Pedro Bustelo, presidente de la Fundación Cazabajones, que trabaja con esas patologías.
Epidemia silenciosa
Si bien no hay un número que grafique el alcance de los trastornos depresivos en el país, existe una estadística que puede servir de pista: Uruguay tiene una de las tasas de suicidios más altas de América Latina, con 18.4 cada 100.000 habitantes, solo superado por Surinam y Guyana, según datos de 2018 recabados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El promedio de la región es de 9.8 y el mundial, de 10.6.