"En este tiempo no han hecho nada atractivo o interesante, como organizar un proyecto entre varios niños, algo que se puede hacer fácilmente desde casa", lamenta Antonia Becht, una productora audiovisual madre de un adolescente de 13 años.
La atención ha sido "mínima" y la organización "muy floja", explicó, destacando que su hijo ahora tiene una clase virtual y una presencial por semana, mientras que el resto son deberes tipo ficha, al estilo tradicional.
Familias desconectadas
Para Nathalie Dimmer, una pedagoga que acompaña a niños que requieren un apoyo extra en la escuela, los más afectados por esta situación son los alumnos procedentes de familias sin recursos tecnológicos o con pocos conocimientos de alemán, que se han quedado totalmente "descolgados" en la crisis.
"En mi experiencia, cuando los maestros han intentado apoyarlos, todo ha funcionado más o menos bien, pero esto han sido casos puntuales", explicó por teléfono Dimmer, que tras el cierre de la biblioteca berlinesa en la que suele trabajar se mantiene en contacto con los niños por teléfono y WhatsApp.
Desde el inicio de la pandemia, el gobierno simplificó los requisitos para acceder a las ayudas para la digitalización y destinó 500 millones de euros para la compra de portátiles y tablets para familias de escasos recursos, unas medidas que sin embargo han tenido escaso impacto por el momento.
Dimmer atribuye el problema a la falta de personal y a sus insuficientes competencias digitales, puesto que los programas de digitalización solo cubren la adquisición de equipos, pero no la contratación de personal que los mantenga o la formación del profesorado.
"Esta crisis demuestra los problemas del sistema educativo en el país más rico de Europa", explicó, advirtiendo de que no se puede prever una solución rápida debido a la excesiva burocratización del sector.