Ya hace dos semanas habló de la posibilidad de mover la fecha de las elecciones —algo para lo que no goza de facultades— con el fin de lograr que más gente pueda votar de manera presencial.
Estados Unidos ha sido el país más afectado por la pandemia de COVID-19, con casi 5.5 millones de casos detectados y más de 170,000 muertos. Para evitar una posible exposición al coronavirus en los lugares de votación, muchos estados enviarán papeletas por correo a los ciudadanos para que éstos las manden con su voto a los centros electorales.
Ese voto epistolar ya era posible en varios estados, y en las presidenciales de 2016 casi un cuarto de los sufragios (33 millones) fueron emitidos por correspondencia.
Los expertos señalan que las posibilidades de llevar a cabo un fraude electoral con este sistema son casi inexistentes.
Salvo algunos incidentes aislados, ningún estudio serio registró grandes fraudes vinculados al voto por correo. Y en una reunión en la Casa Blanca, los servicios de inteligencia descartaron el riesgo de hojas falsas impresas fuera de Estados Unidos, según la CNN.
Sin embargo, el desafío de volver el voto por correo una posibilidad para millones de estadounidense implicará retos importantes para el Servicio Postal de Estados Unidos.
En esta ocasión "deberíamos tener entre 50 y 70 millones de votos por correo", estima Nathaniel Persily, profesor de derecho de la Universidad de Stanford en California.