"El carpincho debería tener un depredador que le reduzca la población y que además le genere miedo", señala Di Martino.
"Cuando hay un herbívoro sin depredador que le amenace, éste no se esconde y se pasa todo el día comiendo, con lo que se degrada la vegetación, se atrapa menos carbono y se contribuye al cambio climático", refiere.
Convivencia
En ambientes naturales, los capibaras suelen vivir entre ocho y 10 años. Tienen camadas de hasta seis crías una vez al año.
En Nordelta, un grupo de vecinos promueve la creación de una reserva natural de flora y fauna donde puedan llevarse estos animales, que pesan entre 60 y 80 kilos.
"Tenemos que aprender a convivir con ellos, no son animales agresivos. Con una reserva de 20 o 30 hectáreas es suficiente para mantener la diversidad. Son animales indefensos, los acorralamos, les quitamos su hábitat y ahora nos quejamos porque nos invaden", clama Perla Paggi.
Sin embargo, Di Martino advierte que aun con la creación de una reserva la población de los capibaras podría desbordarse.
"Nordelta era un humedal riquísimo que nunca debió tocarse. Pero ahora que el daño está hecho, los vecinos tienen que lograr un cierto nivel de coexistencia con los carpinchos. Es complejo, necesitan tenerlos alejados de los niños y de los animales domésticos. Y después van a tener que buscar una forma de reducir su población, quizás trasladándolos a otros lugares", opina este experto.