Zona especial y alambrados
Miles de migrantes, procedentes de Oriente Medio, sobre todo del Kurdistán iraquí, Siria, Líbano y Afganistán, intentaron el año pasado cruzar la frontera polaca para entrar en territorio de la UE. Algunos de ellos consiguieron pasar y siguieron su periplo.
Polonia y los países occidentales acusaron al régimen bielorruso de alentar, incluso orquestar y ayudar a este flujo de migrantes, prometiéndoles un acceso fácil a la UE.
El gobierno del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, rechazó estas acusaciones y reprochó a Polonia el trato inhumano que daba a los migrantes.
En el peor momento de la crisis, Polonia creó en la frontera una zona especial cerrada a las oenegés y la prensa, construyó barreras con alambradas y envió a miles de soldados.
Las fuerzas de seguridad recibieron la orden de expulsar a los migrantes al territorio bielorruso.
Estas medidas, sumadas a la muerte por frío y hambre de una docena de migrantes en los bosques polacos, provocaron un encendido debate en Polonia entre los partidarios de la defensa de la frontera nacional, que también es uno de los límites de la UE, y los defensores de los derechos humanos. Estos reclaman que los migrantes tengan la opción de solicitar el asilo y que no sean expulsados mientras el pedido está siendo examinado.
La guardia fronteriza indicó el martes haber registrado 17 entradas ilegales en las últimas 24 horas.
Un grupo de 14 personas (11 iraníes, dos libaneses y un sirio) "cortaron la valla de alambrado y entraron en Polonia", dijeron en Twitter. Otro grupo, entre los que había tres persona de Ghana, fue detenido en otro punto de la frontera.