Durante sus siete décadas de reinado, solo ha faltado a esta cita en dos ocasiones: 1959 y 1963, cuando estaba embarazada de los príncipes Andrés y Eduardo.
Pero, debido a sus "problemas episódicos de movilidad y, tras consultar con sus médicos, decidió a regañadientes" delegarlo este año, por primera vez en 59 años, explicó la casa real.
El príncipe tampoco vistió la tradicional capa de armiño sino un uniforme militar con múltiples medallas, ni llevó la pesada corona ornada con piedras preciosas que presidió la sesión sobre un cojín ante el espacio vacío dejado por el trono ausente de la soberana.
El príncipe de Gales se sentó al lado, en un trono menor que ya ha ocupado en otras ocasiones junto a su madre. Acompañado por Camila y su hijo Guillermo, de 39 años, número dos en la línea sucesoria, leyó el discurso con la misma voz monótona, solemne y aplicada de la reina, ante los diputados y los Lores reunidos en la cámara alta del parlamento.
Todo este boato, que incluyó la llegada de corona y centros en una procesión real, fanfarrias, soldados y heraldos con sus cargados trajes ceremoniales, demuestra que "la reina sigue al mando", en palabras del diario Daily Mail.
Pero "no se equivoquen, es un momento histórico para la corona", subrayó el diario.
La salud de Isabel II es motivo de preocupación desde que los médicos le ordenaron guardar reposo en octubre y estuvo una noche hospitalizada para someterse a "pruebas" médicas nunca precisadas.
Desde entonces canceló su participación en eventos destacados y se la ha visto con bastón y dificultades para desplazarse.