"Bolivia va a poner el precio para todo el mundo", llegó a decir Morales, que ha llamado al resto de la región a seguir su ejemplo y el de México, donde el litio se nacionalizó en abril.
Sus palabras trajeron esperanza a Río Grande, pequeño poblado de caminos de tierra cercano a la planta de la estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB).
Lleno de optimismo, Donny Alí construyó allí su Hotel Lithium. Pero la prosperidad no llega y Bolivia aún no produce el metal a escala industrial.
"Nuestras comunidades están olvidadas. Nosotros esperábamos un gran desarrollo tecnológico industrial y, sobre todo, mejores condiciones de vida. Eso no ha llegado", lamenta Alí, un abogado de 34 años, sentado en un sofá del hotel sin huéspedes.
Tras años de estancamiento, el gobierno de izquierda se ha abierto a la participación privada, pero no se sabe cómo se implementará porque la ley la prohíbe.
"Hay quienes opinan que Bolivia 'va a perder el tren' del litio. Yo pienso que eso no va a suceder", afirma a la AFP Juan Carlos Zuleta, economista especializado en litio que dirigió YLB brevemente en 2020.
La pregunta, en cambio, es "si esa extracción de litio va a beneficiar a los bolivianos".
"La próxima China"
El año pasado, un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington atribuyó a "climas de inversión desfavorables y condiciones geográficas más desafiantes" el rezago de Argentina y Bolivia frente a Chile en aprovechar sus vastos recursos de litio.
Pese a las diferencias, los tres países tienen como objetivo ir más allá y empezar a fabricar baterías. Argentina está más cerca, con una fábrica estatal piloto que prevé comenzar a operar en diciembre.
"En Sudamérica están todas las materias primas necesarias para producir baterías y vehículos eléctricos", explica Zuleta.
"Esto significaría una posibilidad concreta de convertir a Sudamérica en la próxima China", concluye.
Mientras tanto, el hotel Lithium sigue vacío y las comunidades de los salares, en pie de guerra por el agua.