No obstante, los demócratas también tuvieron su cuota de vergüenza, ya que Sean Patrick Maloney, presidente del comité encargado de la reelección de los demócratas de la Cámara de Representantes, reconoció su derrota en Nueva York.
Si se confirman las últimas tendencias, es decir si los demócratas ceden a los republicanos solo una estrecha mayoría en la Cámara de Representantes y persiste el suspense en el Senado, entonces significaría que las encuestas se equivocaron pronosticando a su partido una gran derrota.
Y podría, a pesar de una inflación galopante, un índice de confianza anémico y ataques violentos de Donald Trump, encontrarse mejor que los últimos presidentes demócratas, Barack Obama y Bill Clinton, que pasaron un mal trago en las elecciones intermedias.
Pero Joe Biden se acerca a una fase delicada.
En un Estados Unidos donde las divisiones partidistas son más profundas que nunca, ¿será capaz, con su larga experiencia de senador y sus convicciones profundamente centristas, de crear un consenso con los republicanos?
Nada parece indicarlo, y podría enfrentarse a una larga parálisis parlamentaria, con interminables peleas por proyectos de ley sin futuro.
También está por ver hasta qué punto el partido conservador, que prometió una estrategia parlamentaria agresiva, se mantendrá en esa línea.