Bolsonaro, que a menudo instó a sus partidarios a armarse o arriesgarse a ser "esclavizados", ha dicho que las armas hacen que Brasil sea más seguro, señalando una tasa de homicidios más baja durante su tiempo en el cargo.
Ahora hay casi 800,000 propietarios de armas registrados en Brasil, frente a 117,467 en 2018, cuando Bolsonaro fue elegido, según el Anuario Brasileño de Seguridad Pública 2023.
Bolsonaro alimentó la cultura de las armas al flexibilizar las restricciones a los "cazadores, tiradores o coleccionistas" (CAC), facilitando que la gente se registre para esos permisos y almacene armas.
El decreto de Lula redujo el acceso a las armas de fuego para ese grupo.
Por ejemplo, un cazador registrado, que antes podía poseer hasta 30 armas, la mitad de las cuales podían ser de fuego restringido, ahora sólo podrá tener seis. También tendrán acceso a menos balas y necesitarán la autorización de la agencia de protección medioambiental Ibama.
Lula también traspasó la responsabilidad del control de las armas civiles del ejército a la policía federal. El ejército fue criticado por su escasa supervisión, bases de datos incompletas, poca transparencia y deficiente intercambio de información con las fuerzas del orden.