El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, hizo un llamado contundente este martes desde la cumbre del G20, celebrada en Rio de Janeiro, para que la COP29, que se desarrolla en Bakú, alcance acuerdos concretos que aseguren el financiamiento necesario para enfrentar la crisis climática. Lula instó a no postergar decisiones clave hasta la próxima cumbre de 2025 en Belém, Brasil. Su mensaje fue respaldado por el secretario general de la ONU, António Guterres, quien enfatizó la urgencia de actuar ante los desafíos ambientales globales.
Lula urge a la COP29 a financiar acciones climáticas antes de la COP30 en Belém
"No podemos dejar para [la COP30 de] Belém la tarea de Bakú", declaró Lula durante la apertura de la segunda jornada del G20. Enfatizó que Belém, situada en el corazón de la Amazonía brasileña, podría representar "la última chance de evitar una ruptura irreversible en el sistema climático". Esta declaración resuena especialmente dado el papel crítico de la Amazonía como uno de los principales sumideros de carbono del planeta.
El contexto de estas afirmaciones es preocupante: el primer día de la cumbre del G20 concluyó con la firma de una declaración final que, aunque involucró a las 20 principales economías del mundo, ofreció escasos avances en materia climática. Este grupo representa el 85% del PIB mundial y el 80% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, por lo que su inacción podría tener consecuencias graves para los esfuerzos multilaterales en Azerbaiyán.
Estancamiento en Bakú
En Bakú, las negociaciones climáticas han sido difíciles. Uno de los puntos de mayor controversia es la definición de nuevas metas de financiamiento climático, especialmente en apoyo a los países en desarrollo, que son los más afectados por los impactos del cambio climático pese a ser responsables de una fracción de las emisiones globales.
Lula insistió: "Mientras estamos aquí, nuestros representantes están en Bakú negociando una nueva meta de financiamiento climático. No hay ambición que se sustente sin los medios de implementación", subrayando la importancia de recursos económicos para apoyar la transición energética y las medidas de adaptación.
El secretario general de la ONU reforzó esta postura. "Fracasar en Bakú no es una opción", afirmó António Guterres, haciendo un llamado a los líderes presentes en Rio para que den instrucciones claras a sus negociadores en Bakú. "Les pido que den instrucciones a sus ministros y negociadores para que se aseguren de acordar este año un nuevo y ambicioso objetivo de financiación de la lucha contra el cambio climático", agregó.
Lula también exhortó a las naciones desarrolladas del G20 a adelantar sus metas de neutralidad de carbono de 2050 a 2040 o 2045, como una forma de mostrar liderazgo y compromiso en la lucha climática. Este llamado es respaldado por estudios como el del Global Carbon Project, que señala que para mantener el calentamiento global por debajo de 1.5 °C, el mundo debería alcanzar cero emisiones netas de carbono antes de 2040.
La sombra de Trump y el retroceso ambiental
El cambio climático fue un tema central en la cumbre del G20, pero también se hizo presente de manera indirecta la política estadounidense. Joe Biden, el presidente saliente de Estados Unidos, calificó al cambio climático como "la mayor amenaza existencial para la humanidad" en un discurso de despedida cargado de simbolismo. Sin embargo, su llamado a mantener la fe en la lucha climática contrasta con la incertidumbre generada por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en enero.
Trump, conocido por su escepticismo frente al cambio climático y su retirada del Acuerdo de París durante su primer mandato, representa un desafío para la comunidad internacional. Aunque Lula evitó mencionarlo directamente, sí enfatizó: "En la lucha por la supervivencia, no hay espacio para el negacionismo ni la desinformación", una crítica implícita al enfoque de Trump sobre el tema.
Tensiones internacionales en el G20
Mientras Lula abogaba por la acción climática, el segundo día de la cumbre del G20 también estuvo marcado por tensiones geopolíticas. El conflicto en Ucrania volvió a ser protagonista luego de que el canciller ruso, Serguéi Lavrov, advirtiera sobre una escalada en la guerra debido a los recientes ataques con misiles de largo alcance provenientes de Ucrania.
Los misiles "son operados por expertos militares de Estados Unidos. Consideramos que se trata de una nueva fase de la guerra de Occidente contra Rusia y reaccionaremos en consecuencia", declaró Lavrov en Rio.
El presidente ruso, Vladimir Putin, quien no asistió a la cumbre, había declarado en septiembre que ataques profundos en territorio ruso por parte de armas occidentales significarían que "los países de la OTAN están en guerra con Rusia". Esta situación añade una capa de complejidad al G20, donde las prioridades ambientales y de desarrollo se ven continuamente opacadas por conflictos geopolíticos.