En 2025, la crisis energética sigue afectando gravemente la economía alemana. El alto costo de la energía ha erosionado la competitividad industrial y generado incertidumbre sobre el futuro de sectores clave. La dependencia del gas, reforzada por las decisiones de Merkel, ha dejado a Alemania vulnerable a las fluctuaciones del mercado global. Además, el cierre de las plantas nucleares y la transición incompleta a energías renovables no han sido suficientes para cubrir la creciente demanda, lo que ha reducido la producción industrial.
El gobierno actual, bajo el liderazgo de Olaf Scholz, ha heredado estos desafíos. A diferencia de su predecesora, él ha tenido dificultades para gestionar la coalición y tomar decisiones rápidas.
Ludger Helms, en Managing the Legacy of Long-Term Leaders, señala que Scholz ha enfrentado dificultades para imponer su autoridad.
A menudo adoptó un estilo de liderazgo más silencioso, sin tomar decisiones claras a tiempo, lo que ha afectado su capacidad de liderazgo. A diferencia de Merkel, quien mantenía control tras bambalinas, Scholz a menudo ha sido percibido como indeciso, especialmente en momentos urgentes.
Esto se reflejó en la discusion pública dentro de su coalición, que alcanzó niveles inéditos. Helms menciona que, aunque Scholz intentó tomar el control en algunos casos, como en la desactivación de la energía nuclear en 2022, terminó perdiendo autoridad.
La crisis económica: ¿Merkel dejó un modelo obsoleto?
La política fiscal de Merkel se basó en mantener un equilibrio presupuestario, priorizando la reducción de la deuda pública sobre la inversión en sectores estratégicos como infraestructura y digitalización. Aunque inicialmente aplaudida, esta estrategia ha dejado a Alemania con un aparato productivo incapaz de adaptarse rápidamente a una economía globalizada y digitalizada.
De acuerdo con un análisis de Cas Mudde para el diario britanico The Guardian, "este nuevo gobierno tendrá que hacer frente a una economía moribunda, que se espera que se contraiga por tercer año consecutivo" (Mudde, 2025). La falta de inversión en áreas clave, como la digitalización y la transición energética, ha limitado la competitividad de Alemania frente a economías más dinámicas.